LA VERDAD DEL EVANGELIO

TEOLOGÍA SISTEMÁTICA

por Charles G. Finney

 

 Capítulo 33

Santificación

 

I. Les recuerdo algunos puntos que se han tocado en este estudio.

 

1. El verdadero propósito y significado de la ley de Dios ha sido, espero, establecido en las lecciones sobre gobierno moral. Si es necesario, examinaremos este punto por referencia a aquellas lecciones.

2. También hemos visto, en aquellas lecciones, lo que no está y está contenido en toda la obediencia a la ley moral.

3. En esas lecciones, y también en las lecciones sobre justificación y arrepentimiento, se ha mostrado que nada es aceptable para Dios, como condición de justificación y de salvación consecuente, más que un arrepentimiento que implique el regreso a la obediencia plena a la ley moral.

4. También se ha mostrado que nada es santidad de falta de plena obediencia, por el momento, a la ley moral.

5. También se ha mostrado que la regeneración y el arrepentimiento consiste en el retorno del corazón a la obediencia completa, por el momento, para esta ley.

6. También hemos examinado la doctrina de la depravación, y hemos visto que la depravación moral o el pecado, consiste en egoísmo, y no en la constitución de los hombres; que el egoísmo no consiste en apetitos, pasiones o propensiones involuntarios, sino que consiste sólo en la entrega de la voluntad a la gratificación de propensiones.

7. Hemos visto que la santidad no consiste en la constitución de cuerpo o mente, sino que pertenece estrictamente sólo a la voluntad o al corazón, y consiste en la obediencia de la voluntad a la ley de Dios, como yace revelada en el intelecto; que está expresada en una palabra: amor; que este amor es idéntico a toda la consagración de todo el ser para la gloria de Dios, y el bienestar supremo del universo. En otras palabras, consiste en benevolencia desinteresada.

8. Hemos visto que todos los santos verdaderos mientras estén en un estado de aceptación con Dios, de hecho rinden, por el momento, plena obediencia a todos los requerimientos de Dios; esto es, que cumplen por el momento con todo su deber--todo lo que Dios, en ese momento, les solicita.

9. Hemos visto que esta obediencia no es considerada independiente de la gracia de Dios, sino que es inducida por el espíritu morador de Cristo recibido por fe, y que reina en el corazón. Este hecho será dilucidado más plenamente en esta discusión de lo que se ha hecho en las lecciones anteriores. Una lección anterior fue dedicada a este tema, pero una consideración más plena de ella queda por hacer de aquí en adelante.

II. Definir los términos principales para ser usados en esta discusión.

Aquí permítaseme observar que una definición de términos es de importancia suprema en todas las discusiones, especialmente esta verdad sobre este tema. He observado que casi sin excepción aquellos que han escrito sobre este asunto disienten de estas posturas vistas aquí con base en que entienden y definen los términos de santificación y perfección cristiana de modo diferente de lo que nosotros entendemos. Todos dan su propia definición variando materialmente de otras, y de que lo entendemos por los términos; y luego continúan oponiéndose profesamente a la doctrina inculcada aquí. Ahora esto no es totalmente injusto, sino palpablemente absurdo. Si me opongo a una doctrina inculcada por otro hombre, estoy obligado a oponerme a lo que realmente sostiene. Si tergiverso sus sentimientos, "lucho como alguien que golpea el aire". Se me ha asombrado por la diversidad de definiciones que se han dado para los términos de perfección cristiana, santificación, y demás, y para testificar la diversidad de opinión en cuanto a lo que está y lo que no está contenido en estos términos. Uno objeta totalmente al uso del término perfección cristiana, porque, en su estimación, implica esto y lo otro, que no supongo está todo contenido en él. Otro objeta nuestro uso del término santificación, porque implica, según su entendimiento de aquella palabra, ciertas cosas que dan un uso impropio. Ahora no forma parte de mi plan disputar sobre el uso de palabras. Debo no obstante usar algunos términos, y debe permitírseme usar el lenguaje de la Biblia en su sentido escritural como lo entiendo. Y si debo explicar con suficiencia mi significado, y definir el sentido en el que uso los términos, y el sentido en el que usa claramente la Biblia, esto debe ser suficiente. Y ruego que nada más ni menos sea entendido por el lenguaje que uso más lo que quiera decir por aquel término. Otros podrán, si quieren, usar los mismos términos, y darles una definición diferente. Pero tengo el derecho de esperar y anticipar, si se sienten llamados a oponerse a lo que diga, que tendrán en mente mi definición de los términos, y no aspirarán, como algunos han hecho, a oponerse a mi postura mientras sólo hayan diferido de la mía en su definición de términos utilizados, dando su propia definición que varía materialmente y, puedo yo decir, infinitamente del sentido en el que uso los mismos términos, y luego seleccionando sus argumentos para probar eso según su definición de aquello, que la santificación no es obtenible en esta vida, cuando nadie aquí o en otro lado, que haya oído yo, aspira a eso en su sentido del término, jamás fue o será obtenible en esta vida, y debo agregar, o en aquella vida que viene.

La santificación es un término de uso frecuente en la Biblia. Su significado simple y primario es un estado de consagración a Dios. Santificar es ser apartado para un uso sagrado--consagrar algo al servicio de Dios. Esto es plenamente el uso del término en el Antiguo y Nuevo Testamentos. La palabra griega hagiazo significa santificar, consagrar, o dedicar una a persona o cosa para un uso particular especialmente sagrado. Esta palabra es sinónimo del hebreo kaudash. Esta última palabra es usada en el Antiguo Testamento para expresar lo mismo que se intenta en el griego hagiazo, a saber, para consagrar, dedicar, apartar, santificar, purificar, hacer limpio o puro. Hagiasmos, un sustantivo de hagiazo, significa santificación, dedicación, consagración, pureza, santidad.

Para la Biblia el uso de término es muy claro…

1. Que la santificación no implica cualquier cambio constitucional, sea en cuerpo o alma. Consiste en la consagración de la dedicación de los poderes constitucionales del cuerpo y del alma para Dios, y no en algún cambio causado en la constitución misma.

2. También es evidente por el uso escritural del término, que la santificación es un fenómeno o estado del intelecto. No pertenece ni a la razón, ni a la conciencia, ni al entendimiento. En suma, no puede consistir en un estado del intelecto. Todos los estados de esta facultad son puramente estados pasivos de la mente; y desde luego, como hemos visto abundantemente, la santidad no es propiamente afirmada por ellos.

3. Es tan justo como evidente que la santificación en el sentido escritural y propio del término no sea un mero sentimiento de cualquier tipo. No es un deseo, un apetito, una pasión, una propensión, una emoción, ni ciertamente cualquier tipo o grado de sentimiento. No es un estado o fenómeno de la sensibilidad. Los estados de la sensibilidad son, como aquellos del intelecto, puramente estados pasivos de la mente, como he mostrado repetitivamente. No puede por supuesto tener ningún carácter moral en ellos mismos.

4. El uso del término de la Biblia, cuando se aplica a personas, prohíbe el entendimiento del término, como consistiendo en cualquier estado involuntario o cualquier actitud de la mente.

5. Los escritores inspirados usan evidentemente los términos que son traducidos por la palabra inglesa santificar para designar un fenómeno de la voluntad, o un estado voluntario de la mente. Usan el término hagiazo en griego, y kaudash en hebreo para representar el acto de consagración de uno mismo o de cualquier otra cosa para el servicio de Dios y para el bienestar supremo del universo. El término claramente no sólo representa un acto de la voluntad, sino un acto máximo o elección como se distingue de una simple volición, o un acto ejecutivo de la voluntad. Así los términos dados para santificar son usados como sinónimos de amar a Dios, con todo el corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Con la palabra griega hagiasmos, traducida por la palabra santificación, se intenta claramente expresar un estado o actitud de consagración voluntaria a Dios, un acto continuo de consagración; o un estado de elección distinto de un simple acto de elección, un acto perdurable o estado de elección, una preferencia de grado de prestigio o control de la mente, una entrega continua de la voluntad al bienestar supremo de Dios y del universo. La santificación, como un estado que difiere de un acto santo, es un grado de prestigio, intención soberana, y un sinónimo exacto o idéntico, o conformidad a la ley de Dios. Hemos repetidamente visto que la voluntad es la facultad ejecutiva o de control de la mente. La santificación consiste en la dedicación de la voluntad o en la consagración de sí misma y todo el ser, todo lo que somos y tenemos, al servicio de Dios, tanto como los poderes, susceptibilidades, posesiones estén bajo el control de la voluntad, al servicio de Dios, o que es lo mismo, a los intereses supremos de Dios y de ser. La santificación, pues, no es nada más ni menos que obediencia, por el momento, a la ley moral.

La santidad puede ser completa en dos sentidos: (1.) En el sentido de obediencia plena y presente, o consagración total a Dios; y (2.) En el sentido de consagración permanente y continua u obediencia a Dios. Santificación completa, cuando los términos son usados en este sentido, consiste en estar establecida, confirmada, preservada en un estado de santificación o de consagración total a Dios.

En esta discusión, pues, utilizaré el término santificación completa para designar un estado de consagración confirmada y total de cuerpo, alma y espíritu, o de todo el ser para Dios--confirmada, no el sentido de, (1.) que un alma enteramente santificada no pueda pecar, sino que de hecho no peca y no pecará. (2.) Ni uso el término santificación completa como implicando que el alma completamente santificada no está en peligro de pecar como para necesitar el uso y aplicación minuciosos de todos los medios de gracia para prevenir al alma de pecar y asegurar su santificación continua. (3.) Ni quiero decir por santificación completa un estado en el cual la guerra del cristiano nunca cesará. Esto ciertamente no cesó en Cristo al final de la vida, ni será con cualquier ser en la carne. (4.). Ni uso el término como que implica un estado en el que ningún progreso posterior en santidad es posible. Ningún estado es, o jamás será, posible para cualquier criatura por la sencilla razón de que todas las criaturas deben aumentar en conocimiento; y aumentar el conocimiento implica aumento de santidad en un ser santo. Los santos sin duda crecerán en gracia o santidad para toda la eternidad. (5.) Ni quiero decir por el término santificación completa que toda el alma santificada ya no necesitará de gracia continua y del Espíritu morador de Cristo para preservarla de pecar, y asegurar su continuidad en un estado de consagración para Dios. Es sorprendente que hombres como el doctor Beecher y otros supongan que un estado de consagración total implique que el alma completamente santificada ya no necesite de la gracia de Cristo para preservarla. La consagración total, en vez de no implicar dependencia posterior en la gracia de Cristo, implica la apropiación constante de Cristo por fe como la santificación del alma.

Pero ya que la santificación completa, como entiendo yo el término, es idéntica a la obediencia continua y total a la ley de Dios, y ya que en lecciones sobre el gobierno moral plenamente muestran lo que no está, y lo que está contenido, en la obediencia plena a la ley de Dios, para evitar tanta repetición en aquí, debo referirlos a ustedes a lo que he dicho sobre los temas acabados de nombrar.

III. Mostrar lo que es la verdadera cuestión en discusión.

1. No es si un estado de obediencia presente y plena a la ley divina es obtenible en esta vida, pues, confío, que esto ha sido claramente establecido en capítulos anteriores.

2. No es si una consagración permanente y plena ha sido obtenida por todos o por cualquiera de los santos en la tierra.

3. Pero el asunto verdadero es, ¿es un estado, en el sentido de santificación permanente, obtenible en esta vida?

Si en esta discusión se insiste en el hecho de que este estado ha sido obtenido, que se entienda claramente, que el hecho de que la obtención haya sido hecha es sólo aducida en prueba de la obtención de este estado; esto es sólo uno de los argumentos para que la obtención de este estado sea probada. También téngase claramente presente que si debiera haber en la estimación de cualquier un defecto en la prueba, que este estado ha sido obtenido, aún la integridad y la resolución de los otros argumentos en apoyo de la obtención no será movido por consiguiente. Es sin duda verdad que la obtención de este estado en esta vida puede ser abundantemente establecido, completamente independiente del asunto de que si ese estado ha sido alguna vez obtenido.

El verdadero asunto es, ¿es un estado obtenible de consagración, entera, establecida y permanente a Dios en esta vida, en un sentido tal que podamos racionalmente esperar o anticipar para ser establecidos en esta vida? ¿Son las condiciones de obtener este estado establecido en la gracia y amor de Dios tales para que podamos racionalmente esperar o anticipar cumplir y así volvernos establecidos o volvernos complemente santificados en esta vida? Esto es sin duda la pregunta real y muy importante que debe hacerse.

IV. La santificación completa es obtenible en esta vida.

1. Es obvio que la obediencia completa a la ley de Dios es posible sobre la base de habilidad natural. Negar esto es negar que el hombre sea capaz de hacer como de poder. El mismo lenguaje de la ley es tal como para nivelar sus exigencias a la capacidad del asunto en cuestión, no obstante sea la capacidad grande o pequeña. "Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas" (Dt. 6:5). Aquí, pues, está claro que todo lo que la ley exige es el ejercicio de la fuerza que uno tenga en el servicio de Dios. Ahora, como la santificación completa consiste en la obediencia perfecta a la ley de Dios, y como la ley requiere nada más que el uso correcto de la fuerza que se tenga, se establece, desde luego por siempre, que un estado de santificación completa es obtenible en esta vida sobre la base de habilidad natural.

Esto generalmente es admitido por quienes son llamados calvinistas moderados. O, quizá, debo decir, ha sido generalmente aceptado por ellos aunque al momento algunos parecen inclinarse a dejar la doctrina de habilidad natural y refugiarse en la depravación constitucional en vez de admitir la obtención de un estado de santificación completa en esta vida. Pero si dejamos que los hombres se refugien donde quieran nunca podrán escapar de la letra y espíritu sencillos, y del significado de la ley de Dios. Nótese que el énfasis solemne dice: "Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas". Esto es su mandato judicial solemne si se es dado a un ángel, a un hombre, o a niño. Un ángel está obligado a ejercer la fuerza de un ángel; un hombre, la fuerza de un hombre; y un niño, la fuerza de un niño. Es para cada ser moral en el universo, tal como es él, donde está, y requiere, no que deba crear nuevos poderes, o poseer otros poderes de los que tiene, sino que tal como son sus poderes, deben usarse con la mayor perfección y constancia para Dios.

2. Las provisiones de gracia son tales como para dar su obtención actual en esta vida el objeto de búsqueda razonable. Se acepta que la santificación completa de la iglesia es para lograrse. También se admite que esta obra es para lograrse, "mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad" (2 Ts. 2:13). Es también universalmente aceptado que esta obra deba empezarse aquí, y también que deba completarse antes de que el alma pueda entrar al cielo. Ésta es, pues, la pregunta: ¿Es este estado obtenible antes de morir?

Argumento de la Biblia

Ahora consideraré el asunto directa y totalmente como una pregunta bíblica, si la santificación completa es en un sentido tal obtenible en esta vida, como para obtener su logro un objeto racional de búsqueda.

1. Es evidente por el hecho, claramente establecido, que abundante significa estar provisto para el logro de este fin. Efesios 4:10-16: "El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor". Con base en este pasaje observo…

(1.) Que lo que se habla aquí es plenamente aplicable sólo a esta vida. Es en esta vida que los apóstoles, evangelistas, profetas y maestros ejercieron su ministerio. Estos medios por tanto son aplicables y, hasta donde sabemos, sólo aplicables en esta vida.

(2.) El apóstol aquí claramente enseña que estos medios son designados y están adecuados para perfeccionar toda la iglesia como cuerpo de Cristo, "hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Ef 4:13). Ahora observo que…

(3.) Estos medios son para perfeccionar a los santos hasta que toda la iglesia, como un hombre perfecto haya llegado "a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo". Si esto no es santificación completa, entonces ¿qué es? El que esto tome lugar en este mundo es evidente por lo que sigue, pues el apóstol añade "para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error" (Ef. 4:14).

(4.) Debe observarse que éste es un pasaje muy fuerte en apoyo de la doctrina en cuanto a que afirma que se proporcionan los medios abundantes para la santificación de la iglesia en esta vida. Y como el todo incluye sus partes, debe haber provisión suficiente para la santificación de cada individuo.

(5.) Si la obra se va a efectuar, es por estos medios. Pero estos medios son usados sólo en esta vida. La santificación completa entonces debe tomar lugar en esta vida.

(6.) Si el pasaje no enseña un estado de santificación completa, tal estado no se menciona en ninguna parte en la Biblia. Si a los creyentes no se les dice que están totalmente santificados por estos medios, y desde luego en esta vida, no sé en qué otro lado se enseñe que serán santificados.

(7.) Pero supóngase que este pasaje se ponga en un lenguaje imperativo, ¿cómo debemos entenderlo? Supóngase que a los santos se les ordena ser perfectos y crecer en "la medida de la estatura de la plenitud de Cristo", ¿se entendería algo menos que la santificación completa para tales requisitos? Entonces ¿por cuál regla de crítica sana, preguntaría yo, puede este lenguaje, utilizado en esta conexión, significar algo menos de lo que he supuesto que signifique?

2. Pero veamos algunas de las promesas. No es mi intención examinar un gran número de promesas en la escritura, sino más bien mostrar que aquellas que examine plenamente sostienen las posiciones que he tomado. Una es suficiente, si es plena y su aplicación justa, para contestar esta pregunta por siempre. Quizá pueda ocupar muchas páginas en el análisis de las promesas, pues son numerosas, plenas y puntuales. Pero mi intención es al momento examinar críticamente de alguna manera unas pocas de las muchas. Esto les permitirá aplicar los mismos principios al análisis de las promesas de las escrituras de manera más general.

(1.) Empiezo por referirles a la ley de Dios dada en Dt. 10: 12: "Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma [?]". Sobre este pasaje observo:

(i.) Resume profesamente todo el deber del hombre para Dios--temerle y amarle con todo el corazón y toda el alma.

(ii.) Aunque se dice de Israel, mas es igualmente verdad de todos los hombres. Es igualmente para todos, y es todo lo que Dios requiere de cualquier hombre referente a él mismo.

(iii.) Obediencia continua a este requerimiento es santificación completa, en el sentido en el que uso esos términos.

Véase Dt. 30:6: "Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas". Aquí tenemos una promesa expresada en el mismo lenguaje como el mandamiento arriba citado, Sobre esto observo:

Promete sólo lo que la ley requiere. Si la ley requiere un estado de santificación completa, o si aquello que la ley pide es un estado de santificación completa, entonces es una promesa de santificación completa. Como el mandamiento está universalmente ligado a todos y es aplicable a todos, así esta promesa es universalmente aplicable a todos los que se aferren a él. La fe es una condición indispensable en el cumplimiento de esta promesa. Es esencialmente imposible que debamos amar a Dios con todo el corazón sin confianza en él. Dios produce amor en el hombre de ningún otro modo más que en el revelarse él mismo de tal manera como para inspirar confianza, esa confianza que obra por amor.

Ahora aquí no hay razón observable del porqué no debamos entender el lenguaje de la promesa tanto como significa el lenguaje del mandamiento. Esta promesa parece haber sido designada para cubrir todo el fundamento del requerimiento. Supóngase que el lenguaje en esta promesa es para usarse en un mandamiento; --supóngase que Dos deba decir como lo dice en todos lados, "Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas" (Dt. 6:5): ¿quién dudaría que Dios planeó pedir un estado de santificación completa o consagración para él mismo? ¿Cómo entonces vamos a entenderlo cuando se usa en la forma de una promesa? Si su bondad es igual a su justicia, sus promesas de gracia deben entenderse tanto como un requerimiento de su justicia. Si se deleita en dar tanto como en recibir, sus promesas deben significar tanto como el lenguaje de sus requerimientos.

La promesa está diseñada para ser cumplida en esta vida. El lenguaje y la conexión implican esto: "Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma…" Esto en algún sentido toma lugar en la regeneración, pero más que una simple regeneración parece que aquí se promete. Es claro, creo yo, que esta promesa se relaciona a un estado mental y no meramente a un ejercicio.

Esta promesa en lo que respecta a la iglesia, algún día, deberá ser absoluta y segura. De modo que Dios sin ninguna duda, en algún periodo, concebirá este estado mental en la iglesia, pero para qué individuos y generación en particular se cumplirá, debe depender de la fe de éstos en la promesa.

(2.) Véase Jer. 31:31-34: "He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado". Sobre este pasaje observo que…

(i.) Iba a cumplirse, o el tiempo de su cumplimiento pudo haberse esperado o exigido, fue en el advenimiento de Cristo. Esto sin duda se resuelve en Hebreos 8:8-12 donde este pasaje se cita ampliamente como que es aplicable al día del evangelio.

(ii.) Esto es innegablemente una promesa de santificación completa. Es una promesa de que la ley será escrita en el corazón. Significa que el temperamento y espíritu requerido por la ley se producirá en el alma. Ahora si esta ley requiere santificación completa, o santidad perfecta, esto es ciertamente una promesa de ella, pues es una promesa de todo lo que la ley pide. Decir que esto no es una promesa de santificación completa, es el mismo absurdo como decir que la obediencia perfecta a la ley no es santificación completa; y esto último es el mismo absurdo que decir que algo más es nuestro deber de que lo que la ley pide: y de nuevo es decir que la ley es imperfecta e injusta.

(iii.) Un estado permanente de santificación completa está plenamente contenido en esta promesa. La razón de poner a un lado el primer pacto fue que se rompió: "Porque ellos invalidaron mi pacto". Un gran plan del nuevo pacto es que no se romperá, pues entonces no sería mejor que el primero. La permanencia está implícita en el hecho de que debe ser gravado en el corazón. La permanencia está claramente contenida en la afirmación de que Dios ya no recordará más el pecado de ellos. En Jer. 32:39-40, donde la misma promesa en sustancia se repite, se encontrará claramente establecido que el pacto es para ser "eterno" y que él pondrá su temor en el corazón de ellos para que no se aparten de él. Aquí la permanencia es tan claramente prometida como puede ser.

Supóngase el lenguaje de esta promesa es para hacerse en forma de mandamiento. Supóngase que Dios diga "déjese mi ley en sus mentes, y en sus corazones, y que mi temor quede en sus corazones para que no se aparten de mí. Que su pacto conmigo sea eterno". Si este lenguaje se encontrara en un mandamiento, ¿dudaría algún hombre en sus cabales que se pide santificación perfecta y permanente? Si no, ¿por cuál regla de interpretación sana lo hace para querer decir algo más cuando se encuentra en una promesa? Parece que es insignificancia profana cuando un lenguaje tal se encuentra para hacer que signifique algo menos de lo que es cuando se encuentra en un mandamiento.

Esta promesa como se refiere a la iglesia en algún punto de su historia es su cumplimiento seguro e incondicional. Pero en lo que respecta a cualquier individuo en particular o generación de la iglesia, su cumplimiento está necesariamente condicionado a su fe. La iglesia, como un cuerpo, ciertamente nunca ha recibido este nuevo pacto. No obstante, sin duda, multitudes en cada época de dispensación cristiana lo han recibido. Y Dios apresurará el tiempo cuando será totalmente cumplido que no habrá necesidad para un hombre de decirle a su hermano: "Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande" (Jer. 31:34).

Debe entenderse que esta promesa fue hecha a la iglesia cristiana y no a la judía. Los santos bajo la antigua dispensación no tenían ninguna razón de esperar el cumplimiento de esto y las promesas similares para ellos porque su cumplimiento fue claramente postergado hasta el comienzo de la dispensación cristiana.

Se ha dicho que nada más es aquí prometido que la regeneración. Pero ¿acaso no fueron regenerados los santos del Antiguo Testamento? No obstante está claramente dicho que ellos no recibieron las promesas. He. 11: 13, 29-40: "Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra". "Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros". Aquí vemos que estas promesas no fueron recibidas por los santos del Antiguo Testamento. Pero fueron regenerados.

Se ha dicho que la promesa implica no más que la perseverancia final de los santos. Pero debo preguntar, ¿acaso no perseveraron los santos del Antiguo Testamento? Y sin embargo hemos visto que los santos del Antiguo Testamento no recibieron estas promesas en su cumplimiento.

(3.) Ahora examinaré la promesa en Ez. 36:25-27: "[Entonces] esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra". Sobre esto observo…

(i.) Fue escrito 19 años después de lo que hemos acabado de examinar en Jeremías. Se refiere plenamente al mismo tiempo y es una promesa de la misma bendición.

(ii.) Parece ser admitido, tampoco puede negarse, que sea una promesa de santificación completa. El lenguaje es muy definido y pleno. "Entonces" se refiere a un tiempo futuro cuando debe acontecer, "sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados". Obsérvese la primera promesa "seréis limpiados" Si "seréis limpiados" no significa santificación completa, ¿qué significa?

La segunda promesa es "seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré". Si vamos a ser limpiados de toda inmundicia y de todos los ídolos, y si no es un estado de santificación completa, ¿qué es?

La tercera promesa es "os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne". Si tener un "corazón limpiado", "corazón nuevo", "corazón de carne" en oposición a un "corazón de piedra" no es santificación completa, ¿qué es?

La cuarta promesa es "pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra".

(iii.) Volvamos el lenguaje de estas promesas en un lenguaje de mandamiento, y entendamos a Dios que dice, "seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra". Ahora bien ¿qué hombre en el ejercicio sano de su razón dudaría si Dios quiso decir que pedía un estado de santificación completa en mandamientos como éstos? Las reglas de interpretación legítima demandarían que debiéramos entenderlo a él.

Si esto es así, ¿cuál es la construcción apropiada y justa de este lenguaje cuando se encuentra en una promesa? No dudaría en decir que para mí es sorprendente que cualquier duda deba dejarse en la mente de cualquier hombre sea en estas promesas, que Dios quiere decir tanto como en sus mandamientos, expresado en el mismo lenguaje: por ejemplo, véase Ez 18:30-31: "Convertíos, y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina. Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel?" Ahora bien, el que el lenguaje en la promesa bajo consideración deba significar tanto como el lenguaje de este mandamiento, es demandado por toda regla sana de interpretación. Y quien haya soñado que cuando Dios pidió a su pueblo apartarse de sus iniquidades, sólo quiso decir que debían apartarse de algunas de ellas.

(iv.) Esta promesa se refiere a la iglesia y no se puede pretender, que se haya cumplido alguna vez, según su propia importancia en alguna época pasada de la iglesia.

(v.) Tocante a la iglesia, en un periodo futuro de su historia, esta promesa es absoluta en el sentido de que ciertamente será cumplida.

(vi.) Fue claramente diseñada para aplicarse a cristianos bajo la nueva dispensación, en vez de aplicarse a los judíos bajo la antigua dispensación. El esparcimiento de agua limpia, y el derramamiento del Espíritu parecen claramente indicar que la promesa perteneció más particularmente a la dispensación cristiana. Innegablemente pertenece a la misma clase de promesas como en Jer. 36:31-34, Jl. 2:28 y muchos otros que claramente añoraron el día del evangelio como el tiempo que llegaría. Como estas promesas nunca se han cumplido en su extensión y significado, su cumplimiento completo permanece para ser realizado por la iglesia como un cuerpo. Y aquellos individuos, y aquella generación, tomarán posesión de la bendición, quienes entiendan y crean, y se la apropien para su propio caso.

(4.) Examinaré la promesa en 1 Ts. 5:23-24: "Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará". Sobre esto observo…

(i.) Se admite que esto es una oración y una promesa de santificación completa.

(ii.) El mismo lenguaje muestra que tanto la oración como la promesa se refieren a esta vida, como una oración para la santificación del cuerpo como también del alma; además de que ellos pueden ser preservados, no después, sino para la venida de nuestro Señor Jesucristo.

(iii.) Ésta es una oración de inspiración a la que se anexa una promesa expresa de que Dios lo hará.

(iv.) Su cumplimiento está, desde la naturaleza del caso, condicionado a nuestra fe, ya que la santificación sin fe es naturalmente imposible.

(v.) Ahora, si esta promesa, con aquellas que se han examinado, no se interpretan honestamente, no aclara la cuestión de la obtención de la santificación completa en esta vida, es difícil entender cómo cualquier cosa se puede aclarar al recurrir a la escritura.

Hay grandes cantidades de promesas de la misma importancia a las que podría referirme, y que si se examinan a la luz de las reglas anteriores de interpretación, sería visto para apilar demostración tras demostración de que ésta es una doctrina de la Biblia. Sólo examinándolas a la luz de estos sencillos principios evidentes, y me parece, que no podrían fallar en producir convicción.

Habiendo examinado algunas de las promesas en prueba de la posición de que un estado de santificación completa se obtiene en esta vida, ahora procederé a mencionar otras consideraciones en apoyo de esta doctrina.

3. Los apóstoles evidentemente esperaron que los cristianos obtuvieran este estado en esta vida. Véase Col. 3:12: "Os saluda Epafras, el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere". Sobre esto observo…

(1.) Era el objeto de los trabajos de Epafras, y de algo que él esperaba efectuar para ser instrumento en causar a aquellos cristianos a ser "perfectos y completos en todo lo que Dios quiere".

(2.) Si este lenguaje no describe un estado completo, en el sentido de santificación permanente, no sé más qué describiría. Si ser "perfectos y completos en todo lo que Dios quiere", no es perfección cristiana, ¿qué es?

(3.) Pablo sabía que Epafras se estaba trabajando para este fin, y con esa expectativa; y informó a la iglesia al respecto de una manera que evidentemente mostraba su aprobación de la opinión y conducta de Epafras.

El que los apóstoles esperaban a cristianos que obtuvieran este estado es expresado en 2 Co. 7:1: "Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios".

Ahora, ¿acaso no habla el apóstol en este pasaje como si realmente esperara aquellos a quienes escribió para perfeccionar "la santidad en el temor de Dios"? Obsérvese cuán fuerte y pleno es este pasaje: "limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu". Si el limpiarse "de toda contaminación de carne y de espíritu perfeccionando la santidad" no es santificación completa, ¿qué es? Es obvio que se esperaba esto que tomara lugar en esta vida por el hecho de que les pide ser limpios de toda inmundicia de la carne como también del espíritu. Este pasaje plenamente contempla un estado como se distingue de un acto de consagración y santificación, es decir, evidentemente expresa la idea de completitud en el sentido de santificación continua.

4. Todos los pasos intermedios pueden darse; por tanto, el fin puede ser alcanzado. No hay ciertamente ningún punto en nuestro progreso hacia la santificación completa donde se pueda decir que no podemos ir más allá. A esto se ha objetado que, aunque todos los pasos intermedios pueden darse, aún la meta nunca puede alcanzarse en esta vida, así como cinco se divide entre tres indefinidamente, sin agotar la fracción. Ahora este ejemplo engaña la mente que la usa como pueden las mentes de aquellos que lo escuchan. Es verdad que uno nunca puede agotar la fracción al dividir cinco entre tres por la sencilla razón de que la división puede continuar indefinidamente. No hay fin. Uno no puede, en este caso, dar todos los pasos intermedios porque son infinitos. Pero en el caso de la santificación completa, todos los pasos intermedios pueden darse, puesto que no hay un fin o estado de santificación completa, y eso también a un punto indefinidamente corto de infinito.

5. Estoy de acuerdo de que este estado puede obtenerse en esta vida por el hecho de que la provisión es hecha contra las ocasiones de pecado. Los hombres pecan sólo cuando son tentados, sea por el mundo, la carne, o el diablo. Y se afirma claramente que en cualquier tentación la provisión es hecha para nuestro escape. Ciertamente, si es posible que nos escapemos sin pecar bajo cualquier tentación, entonces un estado de santificación completa y permanente es obtenible.

La provisión completa es hecha para vencer los tres grandes enemigos de nuestras almas: el mundo, la carne, y el diablo.

(i.). El mundo--" y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe" (1 Jn. 5:4). "¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1 Jn. 5.5).

(ii.) La carne--Si andamos en el Espíritu, no satisfaremos los deseos de la carne (Gá. 5:16).

(iii.) Satanás--"tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno" (Ef. 6:16). Y "el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies" (Ro. 16:20).

6. Dios es capaz de realizar esta obra en y por nosotros. Ef. 3:14-19: "Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios". Sobre esto observo…

(1.) Pablo evidentemente ora aquí por la santificación completa de los creyentes en esta vida. Está contenido en nuestro ser arraigado y cimentado en amor y lleno de la plenitud de Dios, para que seamos tan perfectos en nuestra medida y de acuerdo con nuestra capacidad como él es. Si el estar llenos de la plenitud de Dios no implica un estado de santificación completa, ¿qué implica?

(2.) Es claro que Pablo no vio ninguna dificultad en la manera que Dios realiza esta obra por lo que dice en el versículo veinte: "Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros", etc.

7. En ningún lado la Biblia representa a la muerte como la terminación del pecado en los santos, que no podría fallar en hacer, si fuese verdad, que no dejan de pecar hasta la muerte. Ha sido costumbre de la iglesia por mucho tiempo de consolar a individuos, en vista de la muerte, por la consideración de que sería la terminación de todo su pecado. ¡Y cuán casi universal ha sido la costumbre de consolar a los amigos de los santos difuntos para mencionar esto como el hecho más importante de que ahora han dejado de pecar! Ahora, si la muerte es la terminación del pecado en los santos, y si nunca dejan de pecar hasta que pasan a la eternidad, demasiado énfasis nunca ha sido, o pudo ser, puesto en esa circunstancia, y pareciera totalmente increíble que ningún escritor inspirado nunca se hubiese dado cuenta del hecho. Las representaciones de la escrituras son todas opuestas directamente a esta idea. Se dice "Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen" (Ap. 14:13). Aquí no se sugiere que descansen de sus pecados en esta vida; tales obras seguirán, no para maldecirlos, sino para bendecirlos. Las representaciones de la escritura son que la muerte es la terminación de los sufrimientos del santo y las obras de amor en este mundo por el bien de los hombres y la gloria de Dios. Pero en ningún lado en la Biblia se sugiere que la muerte de un santo es la terminación de servir al diablo.

Las representaciones de la Biblia de la muerte son totalmente inconsistentes con ser un indispensable medio de santificación. La muerte está representada en la Biblia como un enemigo. Pero si la muerte es la única condición en la cual los hombres son llevados a un estado de santificación completa, su agencia es tan importante e indispensable como la influencia del Espíritu Santo. Cuando la muerte es representada en la Biblia como algo más que un enemigo, es porque acorta los sufrimientos de los santos y los introduce a un estado de gloria eterna--¡no porque rompa la comunión con el diablo! ¡Cuán asombroso es el contraste entre el lenguaje de la iglesia y el de la inspiración sobre este tema! La iglesia está consolando al cristiano en vista de la muerte de que será la terminación de sus pecados--que entonces dejará de servir al diablo y a sus propias concupiscencias. El lenguaje de inspiración, por otro lado, es que él dejará, no de ser malo, sino sus buenas obras y trabajos y sufrimientos para Dios en este mundo. El lenguaje de la iglesia es que entonces él entrará a una vida de santidad inalterable--que no será hasta entonces que será totalmente santificado. El lenguaje de inspiración es que, porque está él santificado, la muerte será una entrada a un estado de gloria eterna.

8. Los ministros están resueltos en poner un patrón definido al cual como ministros de Dios están para insistir en completa conformidad. Y ahora preguntaría, ¿qué otro patrón más pueden ellos poner y atreverse a poner? Insistir en algo menos que eso es volverse papa y otorgar indulgencia al pecado. Poner este patrón y luego inculcar que la conformidad a esto no es, de hecho, obtenible esta vida, es tan absolutamente tomar la parte del pecado contra Dios, como sería insistir en el arrepentimiento en teoría, y entonces declarar que en práctica no es obtenible. Y aquí pregunto a los cristianos ¿qué esperan que prediquen los ministros? ¿Creen que tienen el derecho de actuar en complicidad con el pecado en ustedes, o insistir en cualquier otra cosa como un hecho practicable que deben ustedes abandonar toda iniquidad? Me pregunto, ¿por cuál autoridad puede un ministro predicar algo menos? ¿Y cómo cualquier ministro se atreve a inculcar el deber como una teoría y aún no insistir en ello como un asunto practicable, como algo de esperarse de cada súbdito del reino de Dios?

9. Una negación de esta doctrina tiene la tendencia natural de engendrar apatía testimoniada en la iglesia. Los profesantes de religión continúan en pecado sin mucha convicción de su impiedad. El pecado sin ninguna pena acecha afuera e incluso a la iglesia de Dios, y no llena a cristianos con horror porque esperan su existencia como algo cotidiano. Díganle a un joven convertido de que debe esperar apostasía, y desde luego la hará, y comparativamente con muy poco remordimiento porque lo ve como un tipo de necesidad. Y siendo llevado a esperarla, se encontrará, en unos meses después de su conversión, lejos de Dios, y sin horrorizarse de su estado. Del mismo modo, inculcar la idea entre cristianos que no se les espera abandonar el pecado, desde luego seguirán pecando con indiferencia comparativa. Repréndanlos por su pecado, y dirán "oh somos criaturas imperfectas; no intentamos ser perfectos, ni esperamos serlo en este mundo". Muchas respuestas como éstas mostrarán la tendencia de deshonra a Dios y la ruina del alma de una negación de esta doctrina.

10. Una negación de esta doctrina prepara las mentes de los ministros a temporizar y guiñar el ojo a la gran iniquidad de sus iglesias. Sentir, como ciertamente deben, si no creen esta doctrina, de que una gran cantidad de pecado en todos los creyentes debe esperarse como algo cotidiano, toda su predicación, y espíritu, y comportamiento, será tal como para producir un gran grado de apatía entre los cristianos tocante a sus pecados abominables.

11. Si esta doctrina no es verdad, cuán profano y blasfemo es el pacto de cada iglesia de cada denominación evangélica. Cada iglesia requiere a sus miembros que hagan un pacto solemne con Dios, y con la iglesia en la presencia de Dios y los ángeles, y con los emblemas en sus manos del cuerpo partido y la sangre derramada de Jesús bendito, "renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente" (Tit. 2:12). Ahora, si la doctrina de la obtención de la santificación completa en esta vida no es verdad, ¡qué burla profana es este pacto! Es un pacto para vivir en un estado de santificación completa hecho bajo las circunstancias más solemnes, hecho válido por las sanciones más horribles, e insistido por un ministro de Dios que distribuye el vino y el pan. Ahora, ¿qué derecho tiene cualquier ministro de Dios en la tierra que pida menos que esto? Y de nuevo, ¿qué derecho tiene cualquier ministro en la tierra que pidiera esto a menos que sea algo practicable, y a menos que se espere de él quien hace el voto?

Supóngase, ¿cuándo este pacto fue propuesto a un convertido sobre unirse a la iglesia, que debería llevarlo a lo más próximo y ponerlo ante el Señor, y preguntar si sería correcto para él hacer dicho pacto, y si la gracia del evangelio puede permitirle cumplirlo? ¿Suponen que el Señor Jesús contestaría que si hizo ese pacto, ciertamente vivirá y deberá vivir, como algo cotidiano, en violación habitual del pacto mientras viva y que su gracia no era suficiente para permitirle guardarlo? ¿Tendría en ese caso cualquier derecho para realizar ese pacto? No, no más de lo que tendría derecho para mentirle al Espíritu Santo.

Se ha mantenido por los ministros ortodoxos que una persona no es cristiana quien no tenga por objetivo vivir sin pecado --que a menos que tenga por objetivo la perfección, claramente consienta vivir en pecado, y es por tanto impenitente. Se ha dicho, y creo sinceramente, que si un hombre no tiene por objeto, el propósito fijo en su corazón, la abstinencia total de pecado, y el estar totalmente conformado a la voluntad de Dios, no está aún regenerado, y no lo hace tanto como para querer dejar de abusar de Dios. En las Notas de Barnes sobre 2 Co. 7:1, tenemos lo siguiente:

"El objetivo incesante y constante de todo cristiano debe ser la perfección --perfección en todas las cosas--en el amor a Dios, a Cristo, al hombre; perfección de corazón, y sentimiento, y emoción; perfección en sus palabras, y planes y tratos con los hombres; perfección en sus oraciones y su sometimiento a la voluntad de Dios. Ningún hombre puede ser cristiano que no lo desee sinceramente, y que no constantemente lo tenga como meta. Ningún hombre es amigo de Dios que pueda consentir un estado de pecado, y que está satisfecho en no ser tan santo como Dios es santo. Y cualquier hombre que no desea ser perfecto como Dios es, y que no lo haga su objetivo diario y constante para ser perfecto como Dios, es tan claramente cierto de que no tiene verdadera religión".

Ahora si esto es así, preguntaría cómo una persona puede tener algo como objetivo e intentar lo que sabe que es imposible. ¿Acaso no es una contradicción decir que un hombre puede intentar hacer lo que sabe que no puede hacer? Esto ha sido objetado, que si fuese verdad, probaría demasiado-- probaría que ningún hombre nunca fue un cristiano que no creyó en esta doctrina. Respondo a esto…

Un hombre puede creer en lo que es realmente un estado de santificación completa y tener como objetivo obtenerla, aunque no lo pueda llamar por ese nombre. Esto creo es el hecho real con cristianos, y obtendrían más frecuentemente lo que ponen como meta, si supieran cómo apropiarse de la gracia de Cristo para sus propias circunstancias. La esposa del Presidente Edwards, por ejemplo, cree firmemente que ella podría obtener un estado de consagración total. Ella puso como meta y claramente cumplió, y sin embargo tal era su postura de la depravación constitucional, que no lo llamó un estado de santificación completa. Ha sido común en cristianos suponer que un estado de consagración completa es obtenible, pero mientras creen en la pecaminosidad de sus naturalezas, desde luego que no lo llamarán consagración y santificación completas. La señora Edwards creyó en la consagración completa, la tuvo como meta y la cumplió. Ella puso como objetivo lo que creyó que era obtenible, y no pudo poner como meta algo más. Lo llamó por el mismo nombre como su esposo quien se oponía la doctrina de perfección cristiana, como lo sostienen los metodistas de Wesley, claramente bajo el fundamento de sus nociones sobre la depravación física. No me interesa cómo llaman a este estado, si el objeto se explica completamente y se insiste en él, junto con las condiciones de obtenerlo. Llámese como quiera, perfección cristiana, disponibilidad celestial, la certeza plena de fe o esperanza, o de un estado de consagración entera, de todos éstos entiendo lo mismo. Y es cierto que sea como se llame, el objetivo debe ser la meta a lograse. La practicabilidad de su obtención debe admitirse, o no se puede poner como objetivo. Y ahora humildemente preguntaré, ¿acaso predicar algo menos que esto no es dar tolerancia al pecado?

12. Otro argumento a favor de esta doctrina es que el evangelio, de hecho, ha vencido con frecuencia, no temporalmente, sino permanente y perfectamente, cada forma de pecado en individuos distintos. ¿Quién no ha visto las concupiscencias más horrorosas, embriaguez, lascivia y toda clase de abominaciones largamente consentidas, y maduradas totalmente, enteramente y por siempre muertas por el poder de la gracia de Dios? Ahora, ¿cómo fue hecho esto? Sólo al llevar ese pecado plenamente a la luz del evangelio, y mostrar al individuo la relación que la muerte de Cristo sostuvo para ese pecado.

Nada está faltando por acabar con cualquier y cada forma de pecado más que la mente para ser plenamente bautizada en la muerte de Cristo y para ver la carga del pecado de uno soportarse en los sufrimientos y agonías y muerte del bendito Jesús. Permítaseme ilustrar lo que quiero decir. Un fumador habitual y empedernido de tabaco, conocido mío, después de haberle dado todo argumento para inducirlo a romper el poder del hábito y renunciar a su uso, en vano, en cierta ocasión encendió su pipa, y estaba por ponerla en su boca, cuando empezaron las preguntas: ¿Cristo murió para comprar esta indulgencia vil por mí? La relación percibida de la muerte de Cristo a este pecado instantáneamente rompió el poder del hábito y desde ese día ha sido libre. Puedo relacionar muchos otros hechos más asombrosos que éste, donde una postura similar de la relación de un pecado en particular con la expiación de Cristo ha roto no sólo en un momento el poder del hábito, sino destruido totalmente y por siempre el apetito de indulgencias similares. Y en muchísimos casos cuando el apetito no ha sido acabado completamente la voluntad ha sido dotada con eficiencia abundante y perdurable controlarlo con efectividad. Si los hábitos más empedernidos de pecado, e incluso aquellos que involucran consecuencias físicas, y han profundamente corrompido la constitución física, dándole una fuente de tentación aplastante a la mente, puede ser, y con frecuencia ha sido, rota y acabada por siempre por la gracia de Dios, ¿por qué debe dudarse que por la misma gracia un hombre puede triunfar sobre todo pecado y para siempre?

13. Si esta doctrina no es verdad, ¿qué es verdad sobre el asunto? Ciertamente es de gran importancia que los ministros deban definirse en sus instrucciones, y si no se espera de los cristianos que sean totalmente conformados a la voluntad de Dios en esta vida, ¿qué tanto se espera de ellos? ¿Quién puede decir "hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante" (Job 38:11)? Ciertamente es absurdo, por no decir ridículo, que los ministros estén siempre presionando a los cristianos para logros cada vez más elevados, diciendo a cada paso, puedes y debes ir más alto, y sin embargo informándoles, que se espera que no cumplan con todo su deber, que ellos de hecho pueden ser mejores de lo que son ellos, mucho más, e infinitamente mejores, pero aún no se espera que ellos cumplan con todo su deber. A menudo me ha dolido escuchar a hombres predicar, quienes tenían miedo de comprometerse a favor de toda la verdad, y que aún evidentemente tenían miedo de fallar en sus instrucciones, de insistir que los hombres deben estar "firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere" (Col. 4:12). Para ser consistentes, obviamente están perplejos, y deben estarlo, puesto que en verdad no hay consistencia en sus posturas y enseñanzas. Si no inculcan, de hecho, que los hombres deben cumplir, y que se espera que lo hagan, con todo el deber, tristemente están perdidos en saber qué inculcar. Tienen obviamente muchos recelos en insistir menos que eso, y aún temen ir a la extensión plena de la enseñanza apostólica sobre este tema. Y en sus intentos de aventar términos y advertencias calificables para evitar la impresión, de que ellos creen en la doctrina de la santificación completa, se colocan ellos mismos en una posición incómoda. Han ocurrido casos en el que se ha preguntado a los ministros qué tan lejos podemos ir, y debemos ir, y esperan que vayamos en dependencia con la gracia de Cristo, y cómo hombres santos pueden ser, y se espera que sean, y deben ser, en esta vida. No podrían dar ninguna respuesta a esto, de que pueden ser mucho mejor de lo que son. Ahora esta indefinidad es una gran piedra de tropiezo para la iglesia. No se puede ser según las enseñanzas del Espíritu Santo.

14. La tendencia de una negación de esta doctrina es, para mi mente, prueba concluyente que la doctrina misma debe ser verdad. Muchos desarrollos en la historia reciente de la iglesia arrojan luz en este tema. ¿Quién no ve que los hechos desarrollados en la reforma de la abstinencia de bebidas alcohólicas tiene una carga directa y poderosa en esta cuestión? Se ha establecido de que no hay posibilidad de completar la reforma de la abstinencia, excepto al adoptar el principio de abstinencia total de todas las bebidas embriagantes. Déjese que un conferencista sobre la abstinencia de las bebidas embriagantes vaya como evangelista para promover avivamientos sobre este tema--déjesele lanzar invectivas contra la embriaguez, mientras admite y defiende el uso moderado de alcohol, o insinúe, por lo menos, que la abstinencia total no se espera o no es practicable. En esta etapa de la reforma de la abstinencia de bebidas embriagantes, cada uno puede ver que un hombre tal no hará ningún avance, que será utilizado como un niño para construir presas de arena para obstruir las aguas impetuosas y turbulentas. Es tan cierto como que causa producción de efectos, de que ninguna reforma permanente puede efectuarse sin adoptar e insistir en el principio de la abstinencia total.

Ahora, si esto es verdad, en lo que respecta a la reforma de abstinencia de bebidas embriagantes, cuánto más cuando se aplica a temas de santidad y pecado. Un hombre puede, por alguna posibilidad, incluso en sus propias fuerzas, vencer los hábitos de la embriaguez, y retener lo que llamamos el uso temperante del alcohol. Pero tal cosa no es posible en una reforma de pecado. No hay indulgencia temperante en el pecado. El pecado, de hecho, nunca es vencido por cualquier hombre con sus propias fuerzas. Si admite en su credo la necesidad de cualquier grado de pecado, o si permite en práctica cualquier grado de pecado, se vuelve impenitente, consiente vivir en pecado, y desde luego lástima al Espíritu Santo, el resultado es seguro del cual está recayendo a un estado de atadura legal al pecado. Y esto es probablemente una historia verdadera de muchos cristianos profesos en la iglesia. Es lo que podríamos esperar por las posturas y práctica de la iglesia sobre este tema.

El secreto de apostasía es que las reformas no se realizan profundamente. Los cristianos no disponen todo su corazón para tener como meta una liberación expedita de todo pecado, sino al contrario son dejados, y en muchas instancias se les enseña, a consentir la expectativa de que ellos pecarán mientras vivan. Quizá nunca olvide yo el efecto producido en mi mente al leer cuando un joven convertido, en el diario de David Brainerd que nunca esperó hacer logros considerables en santidad en esta vida. Ahora fácilmente veo que esta fue una inferencia natural de la teoría de la pecaminosidad física que él sostenía. Pero el no percibir esto en el momento, no dudo que esta expresión de sus posturas tuviera un efecto injurioso en mí por muchos años. Me llevó a razonar así: si un hombre como David Brainerd no esperaba hacer mucho progreso en la santidad en esta vida, me es en vano esperar hacer tal cosa.

El hecho es, si hay cualquier cosa que sea importante para logros elevados en santidad, y para el progreso de la obra de santificación en esta vida, es la adopción del principio de abstinencia total del pecado. La abstinencia total de pecado debe ser el lema de todo hombre, o el pecado ciertamente lo arrasará como un diluvio. Eso no puede ser un principio verdadero en la temperancia que deje las causas que produce la embriaguez para operar con toda su fuerza. Ni puede ser cierto referente a la santidad que deje la raíz sin extraerse, y las ciertas causas del declive espiritual y apostasía en operación en cada corazón de la iglesia. Y estoy plenamente convencido que hasta que los evangelistas y pastores adopten, y realicen en práctica el principio de la abstinencia total de todo pecado, ciertamente se encontrarán ellos mismos, cada mes, siendo llamados a hacer la obra una y otra vez, como un conferencista de la abstinencia de bebidas alcohólicas haría quienes deban admitir el uso moderado del alcohol.

De nuevo, quien no sepa llamar a los pecadores para que se arrepientan, y al mismo tiempo informarles que ellos no esperen y no puedan esperar que se arrepientan, ¿prevendría por siempre su arrepentimiento? Supóngase que se le diga al pecador: "eres naturalmente capaz de arrepentirte, pero es seguro que nunca te arrepentirás en esta vida, con o sin el Espíritu Santo". ¿Quién no ve que tal enseñanza les prevendría de su arrepentimiento tan seguro como que lo creerían? Decirle a un profesante de religión "eres naturalmente capaz de conformarte totalmente a la voluntad de Dios, pero es seguro que nunca lo harás, en esta vida, sea en tus propias fuerzas, o por la gracia de Dios"; si se cree esa enseñanza, será tan seguro de prevenir su santificación, como haría la otra enseñanza para el arrepentimiento del pecador. Puedo hablar de la experiencia en este asunto. Mientras inculqué las posturas comunes, fui con frecuencia instrumento para llevar a los cristianos bajo la gran convicción, y hacia un estado de arrepentimiento y fe temporales. Pero no lograr urgirles en el punto de donde se volverían tan familiarizados con Cristo como para permanecer en él, desde luego recaerían de nuevo en su estado anterior. Rara vez vi, y ahora puedo entender que no tenía razón de esperar, bajo las instrucciones que entonces di, un estado así de principio religioso, un caminar tan constante y confirmado con Dios entre cristianos, como lo he visto desde el cambio de mis posturas e instrucciones.

 

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