LA VERDAD DEL EVANGELIO

La Presciencia de Dios

Por David Camps

 

La presciencia de Dios ha sido tema de discusión a través de la historia de la Iglesia cristiana. Ha sido influida por la filosofía secular causando gran confusión y daño a los creyentes. Además, las escrituras que se refieren a este asunto han sido la mayoría de las veces malinterpretadas.

Es un hecho que Dios conoce todo lo que existe. Sabe exactamente cuántos granos de arena hay en cada playa. Puede predecir todo lo causado por leyes físicas, como los terremotos, la dirección y velocidad de las olas de los océanos, las reacciones de cualquier especie cuando está en peligro y demás eventos. Sin embargo, la situación es distinta cuando está de por medio el libre albedrío.

Muchos pasajes de la escritura describen al Señor cambiar de opinión con base en las elecciones de los hombres, por ejemplo:

Vemos al Señor planear la destrucción de Nínive debido a la gran maldad de sus habitantes. Tan pronto se arrepintieron, él no llevó a cabo lo que había planeado (Jonás 3:10). También, lo vemos prometer a su pueblo que destruiría totalmente a los enemigos de éste cuando entrara a la tierra prometida (Éxodo 33:2 y 34:24). No obstante, no guardó su promesa porque los israelitas no obedecieron sus mandamientos, por lo que decidió dejar algunas de estas naciones paganas para probarlos (Jueces 2:20-23).

En Números 27:1-11, las hijas de Zelofehad tuvieron una disputa por su herencia, puesto que la ley sobre la tenencia de tierras prescribía que las mujeres no heredarían propiedad alguna, pero Dios establece en Números 36:7-8 que toda hija que poseyera una heredad de cualquier tribu sería de la esposa de la familia de la tribu del padre de ella. De este modo, la heredad permanecería en la familia.

Por último, en Mateo 16: 27-28, el Señor Jesús aseguró a sus discípulos que no verían la muerte hasta que lo vieran volver por segunda vez. Es por eso, se creía que la segunda venida de nuestro Señor ocurriría en la época de ellos. Sin embargo, la Iglesia aún está esperando a que él regrese.

 

No solo vemos a nuestro Señor cambiar de parecer y tomar nuevas decisiones por el bien supremo, sino también vemos que algunos de sus planes no están necesariamente predeterminados o vistos con anticipación desde algún punto en la eternidad, como si estuviese él en otro tipo de línea de tiempo. Por el contrario, con base en estos ejemplos, vemos al todopoderoso que habita la eternidad viviendo y experimentando una sucesión interminable de tiempo.

La postura de Dios como un ser fijo sin ninguna posibilidad de cambio tiene sus orígenes en las obras de San Agustín, quien proclamaba que Dios vivía en un eterno presente. Con base en esto, nos veríamos forzados a concluir que la oración e intercesión, el cumplimiento de nuestro deber por la gran comisión y la vida de rectitud de los santos han sido previstos en algún punto en la eternidad, y no podemos hacer nada en nuestro poder al respecto por cambiarlos.

La confusión estriba en que hay eventos que nuestro Señor ha previsto, porque ha planeado que se lleven a cabo, como la liberación del pueblo de Israel de Egipto (Éxodo 12:40-41), y la venida de nuestro Salvador (1 Pedro 1:18-20). En el primer ejemplo, Dios quiso demostrar al mundo de aquella época mediante su gobierno providencial que no hay nadie como él y que cumpliría su promesa a los descendientes de Abraham (Éxodo 12:2 y Génesis 46:3). Como resultado, su pueblo fue librado del yugo de Egipto (Éxodo 13:3). El segundo ejemplo es que Dios planeó la venida del Señor Jesucristo con anticipación para salvar al mundo en caso de que pecáramos, porque no quería que sufriéramos la muerte eterna pese a que la merecíamos (Ezequiel 33:11).

Hay otros ejemplos de la presciencia de Dios con base en sus observaciones del comportamiento humano. Puede predecir qué vamos a hacer, como la rebelión de Israel al momento de tomar posesión de la tierra prometida (Deuteronomio 31:16-21), y su rechazo o incredulidad en Cristo (Marcos 8:31 y Juan 1:1). En el primer ejemplo, Dios previó el comportamiento del pueblo de Israel mediante sus observaciones durante 40 años que vagaron por el desierto (Deuteronomio 8:2). Igualmente, podemos decir que Dios previó que nuestro Salvador sería rechazado y muerto por su propio pueblo, no obstante, algunos creyeron en él, aunque el número de éstos fue relativamente menor comparado con aquellos que escogieron no creer (Hechos 1:12-14).

Dios nos ha dado libre albedrío. Significa que tenemos dos opciones principales: ya sea que amemos a Dios y obedezcamos su ley moral, o nos amemos a nosotros mismos y obedezcamos nuestros propios deseos. Es imposible que Dios prevea qué vamos a escoger, aunque quiere que escojamos correctamente (Deuteronomio 30:19). Tampoco, Dios vio con anticipación que nuestros primeros padres pecarían. Sabía las posibilidades, y desde luego, quería que escogieran amarle a él por encima de sus propios deseos.

Esta misma lógica se aplica cuando se nos pide que cumplamos nuestro deber. No tiene sentido ir a todos los confines del mundo a predicar las buenas nuevas si Dios ya sabe de antemano quién será salvo y quién no lo será. Gracias a él, tenemos la facultad de elegir y espera que tomemos la decisión correcta. Cuando lo desobedecemos, hay consecuencias de nuestras decisiones egoístas que pueden poner en peligro el balance del universo, entonces Dios tiene que intervenir providencialmente.

Sin embargo, esto no quiere decir que nuestras decisiones están predeterminadas porque Dios sabe todo con anticipación. Como hemos visto, no es el caso. Por el contrario, Dios experimenta nuevas oportunidades, hace nuevos planes y toma decisiones nuevas basados en el bien supremo en tanto camina en una línea interminable de tiempo (Isaías 57:15).

 Retorno a Indice