LA VERDAD DEL EVANGELIO

 CONFERENCIAS SOBRE AVIVAMIENTOS DE RELIGIÓN

por el Rdo. CHARLES G. FINNEY

 

CONFERENCIA XIX

 

INSTRUCCIONES A CONVERTIDOS

 

TEXTO. --Apacienta mis corderos.--JUAN 21.15.

 

Ustedes, que leen sus Biblias, recordarán la conexión en las que esas palabras se encuentran y por quién es dicha. Fueron dirigidas por el Señor Jesucristo a Pedro, luego que había negado a su Señor, y había profesado arrepentimiento. Probablemente uno de los diseños que Cristo tenía en mente, al sufrir Pedro el pecado tan horrible de negar a su maestro, fue producir una obra de gracia más profunda en él, y así acomodarlo para el deber peculiar al que intentaba llamarlo para poner los cimientos de la Iglesia cristiana y ver por los intereses espirituales de los convertidos. Se necesitaba una obra peculiar de gracia en su alma para acoplarlo para dirigir a otros a través de escenarios de prueba y tentación a los que los primeros cristianos en particular fueron expuestos.

 

Es evidente que, aunque de Pedro tenía cualidades naturales especiales para tal obra, era un santo bastante superficial. Probablemente se convirtió antes de eso, pero era débil, y había tanto de su rudeza natural y turbulencia de temperamento, que aún estaba presto para enfurecerse en cualquier ocasión, y ofenderse por cualquier cosa que se le cruzara, de modo que aún no estaba muy apto para esa obra particular a la que estaba destinado. Cristo lo contemplaba para ese servicio peculiar que parecía indispensable hacerlo apto para eso, y hacer de él un santo tal que la oposición futura no lo irritara, ni las dificultades lo desanimaran, ni el éxito y honor lo echaran a perder, al elevar su corazón con orgullo. Y, por tanto, Cristo toma el método eficaz registrado ante nosotros, de tratar con él de una vez por todas para asegurar una obra meticulosa en su alma.

Le hizo esa pregunta para recordarle de una manera afectuosa, de una vez, de su pecado y el amor a Cristo. "Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?", implicando fuertemente una duda si lo amaba a él. Pedro responde: "Sí, Señor; tú sabes que te amo". Le dice a él: "pastorea mis ovejas". Entonces repitió la pregunta como si leyera lo más íntimo de su alma: "Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?" Pero seguía firme, y presto respondió de nuevo: "Sí, Señor; tú sabes que te amo". Jesús aún le hizo la pregunta de nuevo, la tercera vez, enfáticamente. Parecía que le urgía el asunto, como si inquiriera en sus pensamientos más hondos, para ver si Pedro lo volvería a negar. Pedro se conmovió. Se entristeció. No se arrebató, ni se alardeó, como había hecho antes, "aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré", sino estaba entristecido, estaba rendido, habló suavemente. Apeló al Salvador mismo, como si le implorara a no dudar más de su sinceridad: "Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo". Cristo le dio su encomienda final, "apacienta mis ovejas".

Por los términos ovejas y corderos, el Salvador sin duda designó a los cristianos--miembros de su iglesia; los corderos probablemente representan a los recién convertidos, aquellos que tienen poca experiencia y conocimiento de la religión, y por tanto, necesitan atención especial y tomarse molestias con ellos, para cuidarlos de daño, entrenarlos para utilidad futura. Y cuando nuestro Salvador le dijo a Pedro que apacentara sus ovejas, sin duda se refería a la parte importante que Pedro iba a realizar al cuidar las iglesias recién formadas en las diferentes partes del mundo y entrenar a los recién convertidos, y llevarlos a la utilidad y felicidad.

Mi conferencia pasada fue sobre el tema de dar la instrucción correcta a los pecadores ansiosos, y esto naturalmente me lleva, en este curso de conferencias, a considerar la manera en la cual los recién convertidos deben ser tratados y las instrucciones que se les debe dar.

INSTRUCCIONES A RECIÉN CONVERTIDOS

 

Al hablar del tema, es mi plan:

I. Establecer varias cosas que deben considerarse con respecto a las esperanzas de los recién convertidos.

II. Varias cosas con respecto a hacer una profesión de la religión e ingresar a la iglesia.

III. La importancia de tener la instrucción correcta dada a los recién convertidos.

IV. Lo que no debe enseñarse a los recién convertidos.

V. Qué cosas particulares deben ser tratadas por los miembros de la iglesia.

VI. Cómo los recién convertidos deben ser tratados por los miembros de la iglesia.

I. Voy a establecer varios asuntos con respecto a las esperanzas de los recién convertidos.

1. Nada se les debe decir para crear una esperanza. Nada debe ser ordinariamente íntimo a las personas bajo convicción, calculado para hacerles pensar que han experimentado religión hasta que ellos mismos lo averigüen. No me gusta ese término "religión experimentada", y lo uso sólo porque es una frase de uso común. Es absurda en sí misma. ¿Qué es religión? Obediencia a Dios. Supongan que oyen a un buen ciudadano decir que tuvo obediencia experimentada para el gobierno del país. Verán que es absurdo. O supongan que un niño habla de obediencia experimentada a su padre. Si supiera lo que está diciendo, diría que ha obedecido a su padre, así como el apóstol Pablo dijo a los creyentes romanos: "habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados".

Lo que quiero decir es que ordinariamente es mejor dejar su esperanza o creencia que son convertidos salga espontáneamente en sus mentes. A veces sucederá que las personas que de veras son convertidas, pero debido a algunas nociones que se les ha enseñado de religión, no se dan cuenta. Sus posturas de lo que es la religión, y su efecto en la mente, son muy grandes de la verdad, que no creen que la tienen. Les voy a dar un ejemplo de ese punto.

Hace uno años trabajaba en un lugar donde estaba habiendo un avivamiento, y había una señorita de Boston. Había crecido siendo unitaria. Tenía una educación considerable y era inteligente en muchos temas, pero en el tema de religión era muy ignorante. Al fin, fue redargüida de pecado. Se convenció terriblemente de su horrible enemistad con Dios. Había sido muy educada para tener buenos modales, pero su enemistad contra Dios se volvió muy grande y prorrumpía tan terriblemente que era horrible oírla hablar. Iba a las reuniones ansiosas donde hablaba con cada uno por separado, y sus sentimientos de oposición a Dios eran tales que causaba perturbación. Cuando estuve dos o tres lugares de ella, donde podía oír lo que decía en voz baja a otros, empezaba a hacer comentarios en respuesta para que la oyeran. Y decía las cosas más amargas contra Dios y contra su providencia, y su método de tratar con la humanidad, como si Dios fuera un tirano infinito. Hablaba de él como el ser más injusto y cruel en el universo. Trataba de callarla y hacerla estar quieta, porque distraía la atención de otros. A veces lo hacía y controlaba su temperamento por un rato, y a veces se levantaba y se salía. Pocas veces he visto un caso donde la enemistad de corazón se alzaba tan alto contra Dios. Una noche en la reunión ansiosa, luego de que ella estuviera inquieta, mientras me acercaba a ella, empezó con sus mismas contestaciones, pero la callé, y le dije que no podía hablar con ella ahí, pero la invitaba a mi cuarto la mañana siguiente y entonces hablaría con ella. Prometió ir, pero dijo: "Dios es injusto, infinitamente injusto. ¿Acaso no es el todopoderoso?" ¿Por qué entonces nunca antes me había mostrado mi enemistad? ¿Por qué me ha dejado correr por tanto tiempo? ¿Por qué deja a mis amistades seguir en ignorancia? Son enemigos de Dios tanto como yo, y se van a ir al infierno. ¿Por qué no les muestra la verdad respecto a su condición?" Y en ese estado de ánimo se fue.

A la mañana siguiente, llegó como había prometido. Tan pronto entró, vi que su semblante había cambiado, pero no dije nada. "Oh", dijo, "he cambiado de opinión respecto a lo que dije anoche sobre Dios. No creo que haya hecho mal, y creo que tendré religión un día, por ahora me encanta pensar sobre Dios. He estado toda equivocada; la razón por la que nunca supe de mi enemistad antes fue que no lo sabía. Leía la Biblia, pero siempre me saltaba los pasajes que me hicieran sentir como si fuera una pecadora perdida, y esos pasajes que hablaban de Jesucristo como Dios, me los salté sin consideración, y ahora veo mi culpa, no la de Dios, por no saber más de mí; ahora he cambiado de opinión". No tenía idea que eso era religión, sino que fue motivada ahora a esperar la religión en un tiempo futuro, porque amaba mucho a Dios. No le dije nada para hacerla imaginar que creía que era cristiana, sino que la dejé que lo averiguara. Y por un tiempo, su mente estuvo tan totalmente ocupada pensando en Dios que pareció que nunca se preguntaría si eso era religión.

Es un gran mal, habitualmente, motivar a personas a esperar que ellos sean cristianos. Muy probable que ustedes juzguen prematuramente. O si no, es mejor que ellos mismos lo averigüen, suponiendo que no lo vean de inmediato. Puede que se hundan más que nunca, y entonces saldrán con tanta claridad y decisión que sabrán dónde están.

2. Cuando ven a personas que expresan una esperanza, y sin embargo expresan dudas, generalmente es porque la obra no es exhaustiva. Si son redargüidos, necesitan romper. Están aún postergando, o no han roto eficazmente con el pecado, y necesitan ser empujados hacia atrás en vez que se le surja ir hacia adelante. Si ven razón para dudar, o si encuentran que tienen dudas, muy probablemente haya una buena razón para dudar. A veces las personas expresan una esperanza en Cristo, y luego recuerdan algún pecado que necesita ser confesado a los hombres, o algún caso donde hayan calumniado o estafado, donde es necesario dar satisfacción, y donde su carácter o dinero están tan profundamente implicados que titubean, y rehúsan cumplir con su deber. Esto lastima al Espíritu, trae oscuridad a sus mentes desde luego, y justamente los lleva a dudar si están realmente convertidos. Si un alma está verdaderamente convertida, generalmente encontrará que, cuando hay dudas en algún punto, están descuidando su deber. Deben escudriñarse como con una vela encendida y ser llevados al cumplimiento del deber y sin sufrir en espera de hacerlo. Generalmente es apropiado meter la verdad sencilla y escrutadora que los atravesará, algo que acabe con sus esperanzas como una polilla. Háganlo mientras el Espíritu de Dios está tratando con ellos y háganlo en la forma correcta y no habrá peligro de hacer daño.

Para ilustrar esto: Conocí a una persona que era miembro de la iglesia, pero era una hipócrita abominable y su conducta lo mostraba; después lo confesó completamente. En un avivamiento de religión fue despertada y profundamente redargüida, y después de un rato tuvo una esperanza. Se acercó al ministro para hablar con él sobre su esperanza, y le derramó la verdad a su mente de tal manera como para acabar con todas sus esperanzas. Ella permaneció bajo convicción muchos días, y por fin brotó la esperanza de nuevo. El ministro conocía el temperamento de ella, y sabía qué necesitaba, y acabó con su esperanza de nuevo. Y entonces se quebrantó, se postró de tal modo que no se podía ir o poner de pie. Tan profundamente el Espíritu de Dios sondeó su corazón que por un rato le quitó toda su fuerza corporal. Y entonces salió entregada. Antes, había sido una de las rebeldes más orgullosas contra el gobierno de Dios, pero ahora se volvía humilde, y era de las cristianas más tiernas, modestas y amorosas. Sin duda, era la única manera de tratar con ella. Fue el tratamiento que ella requería.

Con frecuencia es útil tratar con individuos de esa forma. Algunas personas son naturalmente desagradables en su temperamento y su comportamiento. Y es particularmente importante que tales personas deban ser tratadas exhaustivamente cuando empiecen a expresar esperanza en Cristo. A menos que la obra con ellas sea, en primer lugar, raramente profunda y exhaustiva, serán grandemente útiles, interesadas y felices, de lo que habrían sido, si el sondeo hubiese sido exhaustivo y hábilmente aplicado a su corazón. Si son animadas al principio, sin tratarse exhaustivamente, si son dejadas así, y no son suficientemente sondeadas y quebrantadas, estos rasgos desagradables de carácter permanecerán sin rendir, y siempre brotarán para causar daño tanto en la paz personal y su influencia y utilidad como cristianas.

Es importante de aprovechar tales caracteres mientras estén en esas circunstancias peculiares para que sean moldeados en forma apropiada. No dispensen, aunque sea un hijo, hermano, esposo o esposa. Dejen que se haga una obra exhaustiva. Si expresan esperanza, y encuentran que llevan la imagen de Cristo, son cristianos, pero si tienen duda--si no parecen estar completamente cambiados, acaben con su esperanza, al inquirir con la verdad más discerniente, y dejen al Espíritu hacer su obra más hondamente. Si la imagen no es perfecta, vuélvanlo a hacer--quebrántenlos hacia un espíritu como de niño, y entonces déjenlos tener esperanza. Serán unos cristianos claros y exhaustivos. Por un tipo de tratamiento así, con frecuencia he conocido gente del carácter natural más torcido y detestable transformado en unos días que parecen seres diferentes. Uno pensaría la obra de una vida de cultivo cristiano se hizo de una vez. Sin duda esto fue el intento de los tratos del Salvador con Pedro. Había sido convertido, pero se llenó de orgullo espiritual y confianza en sí mismo que luego cayó. Después de eso, Cristo lo quebrantó de nuevo al inquirir tres veces con la pregunta "Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?", y desde entonces parece haber sido un santo estable y devoto el resto de sus días.

3. No hay necesidad que los recién convertidos tengan o expresen dudas en cuanto a su conversión. No hay más de una persona que dude si está en favor del gobierno de Dios del que hay para que un hombre dude si está a favor de un gobierno u otro. Es de hecho, a primera vista, absurdo que una persona hable de dudar en ese punto, si es inteligente y entiende de qué está hablando. Desde hace mucho se ha supuesto que es una virtud, y una señal de humildad que una persona dude si es cristiano, y esa noción de que hay virtud en dudar es un artilugio del diablo. "Digo, vecino, ¿estás a favor de nuestro gobierno o prefieres el de Rusia?" "Pues, tengo dudas que quiera a nuestro gobierno; tengo muchas dudas". ¡Maravilloso! "Mujer, ¿amas a tus hijos?" Pues, a veces tengo una esperanza tambaleante que los amo, pero tengo dudas". Esposa, ¿amas a tu esposo? "No sé--a veces creo que sí, pero a veces el corazón es engañoso; debemos tener cuidado y no confiarse mucho". ¿Quién tendría una esposa así? "Hombre, ¿amas a tu esposa?, ¿amas a tu familia?" "Ah, tú sabes que somos pobres criaturas y conocemos nuestros propios corazones. Creo que los quiero, pero quizá estoy engañado". ¡Ridículo!

Ordinariamente, la mera idea de que una persona exprese dudas indica que su piedad es verdaderamente dudosa. Un cristiano de verdad no tiene necesidad de dudar. Y cuando uno está lleno de dudas, generalmente se debe dudar por él y ayudarlo a dudar. El afecto a Dios es tanto un asunto de conciencia como cualquier otro afecto. Una mujer sabe que ama a su hijo. ¿Cómo? Por su conciencia. Está consciente del ejercicio de su afecto. Y entonces ve que se vuelve acción cada día. Del mismo modo un cristiano puede saber que ama a Dios por la conciencia de su afecto y por ver que influye en su conducta diaria.

En el caso de recién convertidos, esas dudas generalmente surgen de haber sido tratados erróneamente, y no haber sido enseñados suficientemente, ni haber sido humillados completamente. En cualquier caso, nunca debieron haber sido dejados en ese estado, sino llevados, en lo posible, a un cambio completo en el que nunca dudaran más. Es inconsistente con la utilidad más grande que un cristiano esté siempre con dudas que lo entretengan. No sólo lo hace pesimista, sino hace de su religión una piedra de tropiezo a los pecadores. ¿Qué piensan los pecadores de una religión así? Dicen: "Esos convertidos siempre tienen miedo de creer que tienen algo real. Siempre están temblando y dudando si es una realidad, y si deben de saber si hay cualquier en ella o no, pues si hay cualquier cosa, esa gente parece tenerla, y me inclino a pensar que más bien dudan. En todo caso, lo dejaré pasar por el momento, pues no creo que Dios me condene por no atender lo que parece tan incierto". No, una fe alegre y asentada en Cristo es indispensable para la utilidad, y por tanto uno, deben tratar con los recién convertidos para llevarlos a una esperanza bien sustentada, estable y consistente. Generalmente, esto puede hacerse, si se busca sabiamente, en el momento propicio, y eso es en el comienzo de su vida religiosa. Y no se debe dejarlos hasta que se haga.

Sé que hay algunas excepciones; hay casos donde las mejores instrucciones no serán eficaces, pero éstas generalmente dependen del estado de la salud, y la condición del sistema nervioso. A veces encuentran a una persona incapaz de razonar en un cierto tema, y así sus errores no se someterán a la instrucción. Pero muy comúnmente yerran el estado de sus corazones porque juzgan bajo la influencia de una enfermedad física. A veces las personas bajo una depresión nerviosa se vuelven desesperadas. No voy a tomar tiempo de mostrar la conexión, pero las personas familiarizadas con la fisiología fácilmente explicarán el asunto, y esto se hace claro que la única forma de tratar con tales casos es primero restaurar su salud, conseguir que su sistema nervioso esté en su estado apropiado, así quitarán la causa física de su tristeza y depresión, y entonces podrán recibir y aplicar sus instrucciones al estado de sus mentes. Pero si no pueden quitar la tristeza, las dudas y los temores de esa forma, pueden por lo menos evitar hacer cualquier daño positivo al darles las instrucciones equivocadas. He sabido de cristianos con experiencia haber tenido el error en ellos, pensando que era necesario, o virtuoso, o una señal de humildad de estar siempre en duda, y Satanás toma ventaja de eso, y del estado de su salud, para conducirlos a desesperación. Tienen que estar alertas contra eso al evitar el error en la enseñanza a recién convertidos. Enséñenles que en vez de que hay virtud en dudar, es pecado tener cualquier razón para dudar, y pecado si dudan sin ninguna razón, y pecado por ser pesimista, y causar malestar a los pecadores con su desánimo. Y si les enseñan exhaustivamente lo que es religión, y les hacen VER CLARAMENTE lo que Dios desea que hagan, y los llevan a hacerlo pronta y decididamente, generalmente no serán acosados con dudas y temores, sino serán cristianos de corazón abierto, alegres y maduros, un honor a la religión que profesan, y una bendición a la iglesia y el mundo.

II. Procedo a mencionar algunas cosas dignas de consideración en cuanto a hacer profesión de religión o ingresar a la iglesia.

1. Los recién convertidos deben, comúnmente, presentarse ellos mismos para la admisión de alguna iglesia de Cristo inmediatamente. Por inmediatamente quiero decir que deben hacerlo en la primera oportunidad que tengan. No deben esperar. Si se disponen a esperar, es muy probable que siempre estén esperando y nunca hagan nada. Si se les enseña a esperar bajo convicción, antes de que ellos mismos se den a Cristo, o si se les enseña a esperar luego de la conversión, antes de que se entreguen públicamente a Dios, al ingresar a la iglesia, probablemente irán por la vida tropezándose y deteniéndose. Lo primero es que se les enseñe que siempre es, NUNCA ESPERAR DONDE DIOS LES HA INDICADO SU DEBER. Profesamos haber quitado el sistema de espera, que siga así y seamos consistentes.

Mientras digo que es el deber de recién convertidos de presentarse a la iglesia inmediatamente, no digo que deban, en todos los casos, ser recibidos inmediatamente, sino la iglesia puede, y tiene un derecho indudable de asumir la responsabilidad de recibirlos o no inmediatamente. Si las iglesias no están satisfechas en el caso, tienen el poder de investigar y que esperen hasta que lo hayan hecho, o alguna otra forma obtener satisfacción, en cuanto a su carácter y sinceridad. Esto es más necesario en ciudades grandes que en el campo porque la iglesia es propensa a recibir tantas solicitudes de personas que son enteramente extrañas, donde es necesario averiguar antes de admitirlos a la comunión, pero si la iglesia cree que es necesario posponer a un solicitante, la responsabilidad no es de él. No puede posponer la obediencia al mandamiento moribundo de Cristo, y de ese modo no ha ahuyentado al Espíritu, y entonces no puede salir lastimado si es fiel en otros respectos. Mientras, si ha descuidado voluntariamente el deber, pronto entrará en tinieblas y muy probable apostate.

Si no hay una razón particular por la demora, normalmente la iglesia debe recibirlos cuando apliquen. Si son suficientemente instruidos en el tema de religión para saber lo que están haciendo, y si su carácter general es tal que se les puede confiar en cuanto a sinceridad y honestidad en hacer profesión, no veo ninguna razón por la que deban demorar, pero si hay razones diferentes, en opinión de la iglesia, de hacerles esperar un tiempo razonable, que lo hagan, bajo su responsabilidad a Jesucristo. Deben, sin embargo, recordar cuál es la responsabilidad que asumen, y si ellos mantienen fuera de la iglesia a aquellos que deban estar dentro, pecan y contristan al Espíritu Santo.

Es imposible poner reglas en este tema, aplicables en todos los casos. Hay tanta variedad de razones que pueden impedir a las personas que ninguna regla general puede alcanzar a todos. Nuestra práctica, en esta iglesia, es postular a personas por un mes luego de su solicitud, antes de que sean recibidas a la comunión plena. La razón de esto es que la Sesión puede tener la oportunidad de averiguar respecto a individuos que se presentan, ya que muchos de ellos son extraños. Pero en el campo, donde hay congregaciones regulares, y toda la gente ha sido instruida desde su juventud en doctrinas de religión, y donde todos se conocen perfectamente, el caso es distinto, y normalmente no veo ninguna razón por la que las personas de buen carácter no deban ser admitidas inmediatamente. Si alguien no ha sido un borracho, o de mal carácter, que sea admitido de una vez tan pronto pueda dar un recuento racional y satisfactorio de la esperanza que está en él.

Esto es evidentemente la manera en que los apóstoles lo hicieron. No hay evidencia en el Nuevo Testamento de que hayan hecho a un lado a una persona que quería ser bautizada y unirse a la iglesia. Sé que esto no satisface a algunas personas, porque creen que el caso es distinto, pero no lo veo así. Dicen que los apóstoles fueron inspirados. Eso es cierto, pero no que fueran inspirados para leer los caracteres de los hombres como para prevenir que cometieran errores en ese asunto. Por un lado, sabemos que no fueron inspirados en esa forma, pues sabemos que tuvieron equivocaciones así como los ministros cometen ahora, y por tanto, no es cierto que el ser hombres inspirados altere el caso en este punto. Simón el mago se supone que era cristiano, y fue bautizado y admitido en la comunión, y tuvo buena reputación hasta que quiso comprar el Espíritu Santo con dinero. Los apóstoles admitían a convertidos del paganismo inmediatamente y sin demora. Si pudieron recibir a personas que quizá nunca en sus vidas oyeron más de un sermón del evangelio, y que nunca tuvieron una Biblia, ni asistieron a la escuela dominical o clases bíblicas, seguramente no es necesario escandalizarse y crear alarma, si la iglesia lo cree apropiado recibir a personas de buen carácter que han tenido una Biblia toda su vida, y han sido enseñadas en la escuela dominical, y se han sentado bajo la predicación del evangelio, y que por tanto se supone que entienden lo que sienten y que no profesan lo que no sienten.

Sé que puede decirse que las personas que hacen una profesión de religión ahora no están obligadas a hacer tales sacrificios por su religión como los primeros creyentes estaban, y consecuentemente, la gente puede estar más presta a ser hipócrita. Y hasta cierto punto eso es verdad. Pero entonces, por un lado, debe recordarse que con las instrucciones que tienen sobre el tema de religión, no son fácilmente llevados a engañarse, como aquellos que fueron convertidos sin las ventajas previas de una educación religiosa. Puede ser fuertemente tentado para engañar a otros, pero insisto en eso, con las instrucciones que han recibido, los convertidos de esos grandes avivamientos no son ni la mitad de proclives de engañarse a sí mismos, y tomar una esperanza falsa, como fueron en tiempos de los apóstoles. Y sobre ese fundamento, creo que esas iglesias que son fieles en tratar con los recién convertidos, y que exhiben habitualmente el poder de la religión, no es probable que reciban tantas personas inconversas como lo hicieron los Apóstoles.

Es importante que las iglesias actúen sabiamente en este punto. Se ha hecho gran mal por esta práctica de mantener fuera a personas de la iglesia por mucho tiempo para ver si eran cristianos. Esto casi es tan absurdo como sería echar a un niño en la calle para ver si vivirá; decir, si vive y promete ser un niño saludable, nos haremos cargo, en el momento que se inclina la balanza, si vive o muere. ¿Acaso ésa es la manera en tratar con recién convertidos? ¿Acaso debe la iglesia echar a sus hijos recién nacidos a los vientos, y decir si viven ahí, que se levanten, pero si mueren, deben morir? No tengo duda que miles de convertidos, como consecuencia de ese tratamiento, han ido por la vida y nunca se han unido a una iglesia, sino han demorado, llenos de dudas, temores, y tinieblas, de ese modo han pasado días, y se han ido a la tumba sin los consuelos o la utilidad de los que pudieron haber disfrutado, simplemente porque la iglesia, en su locura, los han hecho sufrir esperando fuera de los límites para ver si crecen y se esfuerzan, sin aquellas ordenanzas que Jesucristo estableció particularmente para su beneficio.

Jesucristo dijo a su iglesia: "He aquí, toma esos corderos, apaciéntalos, protégelos, cuídalos". ¿Y qué hace la iglesia? Pues los deja en las montañas frías entre las bestias salvajes para morirse de hambre o perderse, para ver si están vivos o no. Todo el sistema es tan poco filosófico como poco escritural. ¿Acaso Jesucristo les dijo a sus iglesias que lo hicieran? ¿Acaso el Dios de Abraham enseñó alguna doctrina como ésa respecto a los hijos de Abraham? Nunca. Nunca nos enseñó a tratar a recién convertidos de una forma tan bárbara. Es la mejor manera que se puede tomar para considerarla dudosa si están convertidos. El camino para llevarlos a dudas y tinieblas es mantenerlos lejos de la iglesia, su comunión y ordenanzas.

Tengo entendido que hay una iglesia, no muy lejos de aquí, que ha pasado una resolución de que ningún recién convertido sea admitido hasta que tenga por lo menos seis meses. ¿De dónde sacaron esa regla? No de la Biblia, ni del ejemplo de las primeras iglesias.

3. Al examinar a recién convertidos para ser admitidos en la iglesia, sus conciencias no deben ser entrampadas por examinarlos muy extensiva o minuciosamente sobre puntos doctrinales. Por la manera en que el examen es conducido en algunas iglesias, parecería como si esperaran que los recién convertidos estuvieran de una vez familiarizados con todo el sistema de divinidad, y pudieran responder a cada pregunta desconcertante de teología. El efecto de eso es que los recién convertidos son confundidos y quedan perplejos, y dan su asentimiento a las cosas que no entienden, y así su conciencia es entrampada y como consecuencia debilitada. Pues, un gran diseño de recibir a recién convertidos es enseñarles doctrinas, pero si se mantienen fuera de la iglesia hasta que entiendan todo el sistema de doctrinas, ese fin es frustrado. ¿Los tendrían fuera hasta que un diseño principal de recibirlos se lograra por otros medios? Es absurdo. Hay ciertas doctrinas cardinales del cristianismo, que son acogidas en la experiencia de cada convertido de verdad. Y de éstas, los recién convertidos testificarán, en su examinación, si se les pregunta en una forma tal para sacar el conocimiento, y no en una forma para desconcertarlos y confundirlos. Las preguntas deben ser tales como son calculadas para saber lo que han aprendido por experiencia, y no lo que pudieron tener en teoría antes o desde su conversión. El objetivo no es averiguar cuánto saben, o qué tan buenos eruditos son en divinidad, como se examinaría en una escuela, o un número de jóvenes que se esfuerzan por un premio. Es para averiguar si tienen un cambio de corazón, aprender si han experimentado las grandes verdades de religión por su poder en sus propias almas. Ven por tanto cuán absurdo, y también injurioso, debe ser examinar como a veces se hiciera, como un abogado ante la barra, interrogando rigurosamente a un testigo sospechoso. Debe más bien ser como un médico fiel, ansioso de saber la verdadera condición de su paciente, y por tanto, guiar su mente, por las preguntas e indicios, para descubrir los síntomas reales de su caso.

Encontrarán, si hacen las preguntas correctas, que los convertidos de verdad verán claramente esos grandes puntos fundamentales de la autoridad divina de las escrituras, la necesidad de las influencias del Espíritu Santo, la divinidad de Cristo, la doctrina de la depravación total y regeneración, la necesidad de la expiación, la justificación por fe, y la justicia del castigo eterno de los perversos. Por un curso apropiado de preguntas encontrarán que esos puntos salen, como parte de su experiencia, si hacen las preguntas de tal forma que las entiendan.

Una sesión de una iglesia en esta ciudad, según me han informado, ha pasado un voto que ninguna persona ingrese a esa iglesia hasta que haya dado su aceptación de toda la Confesión Presbiteriana de Fe y adoptarla como su "regla de fe y práctica y obediencia cristiana". Esto es, tienen que leer el libro, que es como tres veces tan largo como el himnario, y tienen que entenderlo y estar de acuerdo, antes de ser admitido a la iglesia, antes de que puedan hacer una profesión de religión, u obedecer el mandamiento de Cristo. ¿Por cuál autoridad dice la iglesia que nadie se unirá a su comunión hasta que se entiendan todos los puntos y tecnicismos de la extensa confesión de fe? ¿Acaso es ésa su caridad el atiborrar toda esa confesión de fe en la garganta de un recién convertido antes que le permitan ir a su comunión? Dice él: "amo al señor Jesucristo y quiero obedecer su mandamiento". "Muy bien, pero ¿entiendes y adoptas la confesión de fe?" Él dice: "no sé, pues nunca la he leído, pero he leído la Biblia, y eso me gusta mucho, y quisiera seguir las direcciones en ella e ir a la mesa del Señor". "¿Amas la confesión de fe? Si no, NO VENDRÁS". Es la respuesta de esa sesión caritativa, "no te sentarás a la mesa del Señor hasta que hayas adoptado toda esta confesión de fe". ¿Acaso el Señor Jesucristo autorizó una sesión de iglesia para que se dijera eso--decirle a un hijo de Dios, que está ahí de pie con lágrimas, que pide permiso para obedecer a su Señor, que entiende los fundamentos de la fe, y que satisfactoriamente puede dar razón de su esperanza, decirle que no puede ingresar a la iglesia hasta que entienda la confesión de fe? Sin duda, Jesucristo está enojado con una iglesia tal, y mostrará su displicencia en una manera que no admita ninguna equivocación, si no se arrepienten. ¡Cierren la puerta contra los recién convertidos hasta que engullan la confesión de fe! ¿Prosperará una iglesia así? Nunca.

Ninguna iglesia en la tierra tiene derecho de imponer su confesión extendida de fe en un recién convertido. Pueden hacerle saber al recién convertido de la fe de ustedes en lo muchos puntos, y pueden examinarlo, si lo creen necesario en cuanto a su creencia, pero supongan que tiene muchas dudas en algunos puntos no esenciales para la experiencia cristiana, como la doctrina de bautizo a infantes, o de la elección, o de la perseverancia de los santos, y supongan que honesta y francamente les dice que no se ha puesto de acuerdo referente a esos puntos. ¿Acaso el ministro tiene el derecho de decir que no estará a la mesa del Señor hasta que haya terminado todas sus investigaciones en esos temas y que no va a obedecer a Jesucristo hasta que plenamente se haya puesto de acuerdo en cada punto en el que los cristianos, y también devotos, difieren ellos mismos? Primero me cortaría mi mano derecha antes que impedir a un recién convertido bajo tales circunstancias. Le enseñaría a un recién convertido tan bien como pudiera en el tiempo antes que hiciera su solicitud, y lo examinaría cándidamente en cuanto a sus posturas, y luego que estuviera en la iglesia, trataría hacerle crecer en conocimiento en tanto crece en gracia. Y justo con la tanta confianza como tuviera que mis propias doctrinas fueran las doctrinas de Dios, debo esperar de él que las adopte, si pudiera tener una audiencia justa ante su mente. Pero nunca sondearía a alguien, quien creo caritativamente que es un hijo de Dios, que se quede fuera de la mesa del Padre, porque no vio todo lo que veo yo, o cree todo lo que creo, mediante todo el sistema de divinidad. Eso es totalmente irracional, ridículo y perverso.

4. A veces las personas que son conocidas de albergar una esperanza no se atreven a hacer una profesión de religión por temor a que sean engañados. Siempre trataría decididamente con esos casos. Una esperanza que no garantice una profesión de religión es manifiestamente peor que ninguna esperanza, y mientras más pronto se deshaga, mejor. ¿Esperará un hombre que ama a Dios, y que no se atreva a obedecer a Jesucristo? Absurdo. Más vale que esa esperanza se quite de inmediato.

5. A veces las personas que profesan estar convertidas tendrán una excusa de no ingresar a una iglesia, que ellos pueden disfrutar de la religión sin ella. Esto siempre es sospechoso. Tendría cuidado de tales personajes. Es muy seguro que no tienen religión. Comúnmente, si una persona no desea estar asociada con la gente de Dios, está echada a perder en el fondo. Es porque quiere alejarse de las responsabilidades de una profesión pública. Tiene un sentimiento dentro de él que prefiere ser libre para que pueda de vez en cuando regresar de nuevo al mundo si quiere, sin el reproche de inestabilidad o hipocresía. ¡Disfrutar la religión sin obedecer a Jesucristo! Es totalmente falso. Pasa por alto el hecho de que la religión consiste en obedecer a Jesucristo.

III. Voy considerar la importancia de dar la instrucción correcta a recién convertidos.

Comúnmente, su carácter cristiano a través de la vida es moldeado y hecho según la manera con la que ellos son tratados cuando se convierten primero. Hay muchos que han sido pobremente enseñados al principio, pero luego se han reconvertido, y si lo están, entonces tráteseles apropiadamente, puede ser que hagan algo de ellos. Entonces pueden ser bien dirigidos, si creen que es la verdad de Dios. Y cuales sean las nociones en religión que obtengan, entonces son aptos para adherirse por siempre. Es casi imposible quitar las nociones de un hombre que obtuvo cuando fue recién convertido. Pueden razonar con él, pero se adhiere a ellas. Cuán seguido es el caso donde las personas han sido enseñadas ciertas cosas, cuando primero se convierten, que si tienen luego un ministro nuevo que les enseña algo diferente, se levantarán contra él, como si fuera a sabotear la fe y llevar a la iglesia al error, y hacer confusión de todo. Así, ven que los recién convertidos son puestos en las manos de la iglesia, y depende de las iglesias moldearlos, formarlos en cristianos de la estampa correcta. Mucho de su comodidad y utilidad futuras depende de la manera en que son instruidos en un inicio. El carácter futuro de la iglesia, el progreso de los avivamientos, la venida del milenio, dependen de la instrucción correcta dada, y una dirección correcta de pensamiento y vida para aquellos que son recién convertidos.

IV. Voy a mencionar algunas cosas que no deben enseñarse a los recién convertidos.

1."Nunca sentirás como sientes ahora". Cuando un recién convertido se está regocijando en su Salvador, y calculando vivir para la gloria de Dios y el bien de la humanidad, cuán seguido se encuentra con esa contestación: "No sentirás siempre así". De ese modo preparan su mente a esperar que va a apostatar y que no se sorprenda cuando lo haga. Ésta es la forma con la que el diablo quiere que los recién convertidos se traten, tener a cristianos de tiempo que les digan que sus sentimientos no van a durar, y que de vez en vez serán fríos como somos nosotros. Ha hecho que mi corazón sangre al verlo. Cuando el recién convertido ha derramado su corazón cálido a algún profesante de tiempo, y espera encontrar desbordamientos cálidos de un espíritu similar que responda al suyo, ¿con qué se topa? Esa respuesta fría que viene como una ráfaga del norte a su alma. "No siempre sentirás así". ¡Qué vergüenza! Sólo se prepara al recién convertido para esperar que apostatará como una cuestión tiempo para que empiece a declinar, bajo las influencias de esa instrucción muy probable lo hará sin producir sorpresa o alarma en su mente, sino lo ve como algo que sucede, haciendo lo que todos hacen.

He oído predicar y orar que las temporadas de apostasía son necesarias para probar a la iglesia. Dicen: "cuando llueve, pueden encontrar agua por todos lados: es sólo en temporadas de sequía que puedes saber dónde están los manantiales profundos". ¡Qué lógica tan maravillosa! Entonces les enseñan a los cristianos que tienen que volverse fríos y tontos, y alejarse de Dios, y ¿por qué razón? Pues, en verdad para mostrar que ellos no son hipócritas, ¡Increíble! Probarían que son hipócritas ellos a fin de mostrar que no lo son.

Una doctrina así es lo último que debemos enseñar a los recién convertidos. Se les debe decir que ahora sólo han empezado la vida cristiana, y que su religión consiste en continuar en ella. Se les debe enseñar ir hacia adelante todo el tiempo y continuamente crecer en gracia. No les enseñen a empequeñecer su religión, que se haga cada vez más pequeña hasta que llegue a un punto. Dios dice: "la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto". Ahora, ¿de quién es la senda que disminuye cada vez más hasta que la noche es perfecta? Deben ser llevados a un estado mental tal que las primeras indicaciones de decaimiento en espiritualidad o fervor los alarme y estimule para el deber. No hay necesidad que los recién convertidos deban apostatar como ellos hacen. Pablo no apostató. Y no tengo duda que esa doctrina de "no siempre sentirás así" es uno de los artilugios más grandes de Satanás para que suceda lo que se predice.

2. "Aprende a caminar por fe y no por vista". Esto se dice a veces a los recién convertidos en referencia a la continua exhibición de poder de la religión, y es una perversión manifiesta de la escritura. Si empiezan a perder su fe y fervor, y se meten en oscuridad, algún profesante de tiempo les dirá: "Ah, no puedes esperar tener al Salvador siempre contigo, has estado caminando por vista, tienes que aprender a caminar por fe y no por vista". Esto es, tienes que aprender a volverte tan frío como la muerte, y entonces te aferrarás a la doctrina de perseverancia de los santos, como el único fundamento que serás salvo. Y eso es caminar por fe. Dejen de perseverar, y entonces agárrense de la doctrina de la perseverancia. "Un error garrafal de la culpa, y la risa más fuerte del infierno". Y le llaman caminar por vista el vivir en el gozo del favor de Dios y el consuelo del Espíritu Santo. ¿Acaso suponen que los recién convertidos ven al Salvador al momento que creen en él? Cuando están llenos del gozo del cielo, ¿acaso suponen que ven el cielo, y así caminan por vista? Es absurdo. No es fe, es presunción que hace a un apóstata agarrarse de la doctrina de la perseverancia, como si eso lo salvara, sin ningún ejercicio sensato de piedad en su alma. Aquellos que intentan caminar por fe de esa forma más vale que tengan cuidado, o caminarán hacia el infierno con su fe. ¡Ciertamente fe! Fe sin obras es muerta. ¿Puede una fe muerta hacer la fe vivir?

3. "Espera hasta que veas si puedes resistir". Cuando un recién convertido se siente fervoroso y bondadoso, y quiere darse a Dios, algún profesante prudente de tiempo le advertirá que no vaya muy rápido. "Es mejor no ir muy hacia adelante en la religión hasta que veas si puedes resistir, porque si vuelas alto y caes, avergonzarás a la religión". Es decir, en palabras simples, "no hagas nada que constituye religión hasta que veas si la tienes". La religión consiste en obedecer a Dios. Ahora estos maestros sabios le dirán a un convertido: "No obedezcas a Dios hasta que veas"--¿qué?--hasta que veas si le has obedecido--o, hasta que veas si tienes la sustancia, aquella cosa misteriosa que se imaginan que es creada y puesta en el hombre, como un bulto de carne nueva, llamada religión. Este sistema de espera es todo igual, cuando el mandamiento de Dios está sobre él y la senda del deber delante de él. Déjenlo que siga.

A los recién convertidos deben enseñarles plenamente que eso es la única forma consistente para averiguar si tienen religión, la única evidencia que pueden ellos encontrar, que de corazón están comprometidos para hacer la voluntad de Dios. Decirles que esperen, por tanto, antes de que hagan cosas, hasta que tengan su evidencia, es revertir el asunto y es absurdo.

4. "Espera a que tengas fuerza antes de que tomes tu cruz". Esto se aplica a varios deberes religiosos. A veces se aplica a la oración, como si la oración fuera una cruz, pero he conocido a recién convertidos aconsejados que no intenten orar con sus familias, o que no intenten orar aún en reuniones o círculos sociales. "Espera a que tengas fuerza". Como si ellos sacaran fuerzas sin ejercicio. La fuerza viene por el ejercicio. Uno no puede obtener fuerzas estando quieto. Dejen a un niño en la cuna toda su vida, y nunca tendrá nada de fuerza, puede que crezca en tamaño, pero nunca podría ser más que un bebé grande. Ésta es una ley de la naturaleza. No hay sustituto para el ejercicio para producir fortaleza. El cuerpo, como todos saben, puede ser fortalecido sólo por ejercicio. Así es en las cosas de la naturaleza, y lo mismo es con la mente. Lo mismo con los afectos, con el juicio y con la conciencia. Todos los poderes del alma se fortalecen por el ejercicio. No necesito entrar en la filosofía de esto. Todos lo sabemos. Si la mente no se ejercita, el cerebro no crecerá, y el hombre será corto de entendimiento. Si los afectos no se ejercitan, se volverá un estoico. Es absurdo hablarle a un convertido sobre descuidar la acción cristiana hasta que tenga fuerza. Si quiere obtener fuerza, dejen que trabaje.

5. A los recién convertidos no se les debe hacer sectarios en sus sentimientos. No deben enseñarles que moren en distinciones sectarias, o que sean contenciosos sobre puntos sectarianos. Deben examinar esos puntos, en su momento apropiado, y de una forma apropiada, y ponerse de acuerdo ellos mismos, según la importancia, pero no se les debe enseñar que moren en ellos, que le den tanta importancia en el comienzo de su vida religiosa. De otro modo, habrá un gran riesgo que toda su religión se vaya hacia el sectarismo. He visto las exhibiciones más tristes y melancólicas de los efectos de esto en recién convertidos. Y donde veo a convertidos profesados que toman peculiaridades sectarianas, sin importar la denominación, siempre dudo de ellos. Cuando los oigo que preguntan "¿cree en la doctrina de la elección?", o ¿cree en la aspersión?", o ¿cree en la inmersión? Me pongo triste. Nunca he sabido que tales convertidos valgan mucho. Su fervor sectariano amarga sus sentimientos, carcome todo el corazón de su religión, y moldea todo su carácter en intolerancia pecaminosa sectariana. Generalmente se vuelven muy celosos de las tradiciones de los ancianos, y se preocupan muy poco de la salvación de sus almas.

V. Procedo a mencionar algunas cosas importantes que deben ser enseñadas a los recién convertidos.

1. Una de las primeras cosas que se les debe enseñar a los recién convertidos es distinguir entre emoción y principio en religión. ¿Me entienden? Voy a explicar lo que quiero decir, pero quiero que capten mis palabras y las tengan fijas en sus mentes. Lo que quiero es que distingan entre emoción y principio.

Por emoción, quiero decir ese estado de la mente del que estamos conscientes, y que llamamos sentimiento, un estado involuntario de la mente que surge desde luego cuando estamos en ciertas circunstancias o bajo ciertas influencias. Puede haber sentimientos elevados y provocados, o pueden asentarse en tranquilidad, o desaparecer enteramente, pero esas emociones deben distinguirse cuidadosamente del principio religioso. Por principio, no quiero decir cualquier sustancia, o raíz, o semilla, o brote, implantando en el alma, sino la decisión voluntaria de la mente, la determinación firme de cumplir el deber y obedecer la voluntad de Dios, por la cual un cristiano debe siempre ser gobernado. Cuando un hombre está plenamente determinado a obedecer a Dios porque es CORRECTO que deba obedecer a Dios, llamo a eso principio. Si siente o no alguna emoción avivada y religiosa en el momento, cumplirá su deber alegre, inmediata y efusivamente cual sea el estado de sus sentimientos. Esto es actuar sobre principio y no sobre emoción. Muchos recién convertidos han errado sus posturas en este asunto y dependen casi enteramente en el estado de sus sentimientos y dan paso a eso, como si pensaran bajo ninguna obligación del deber a menos que se les urja por alguna emoción fuerte. Serán muy fervorosos en religión cuando sientan, cuando sus emociones están cálidas y avivadas, pero no actuarán con religiosidad consistentemente, y lo llevarán a todos los asuntos de la vida. Son religiosos mientras son movidos por un torrente de sentimiento, pero eso no es religión verdadera.

A los recién convertidos se les debe enseñar cuidadosamente cuándo el deber está ante ellos para cumplirlo. Sin embargo, puede haber sentimientos apagados, si el deber llama a HACERLO. No esperen sentir, sino HÁGANLO. Es muy probable que las emociones por las que esperan serán llamadas al ejercicio cuando empiecen a cumplir su deber. Si el deber es la oración, por ejemplo, y no tienen los sentimientos que desearían, no esperen a las emociones antes de que oren, sino oren, y abran su boca ampliamente. Y al hacerlo, es muy probable que tengan las emociones que desean cuando están inclinados a esperar, y que constituye la felicidad consciente de religión.

2. A los recién convertidos se les debe enseñar a que renuncien a la pertenencia de todas las posesiones y de ellos mismos. Si no han hecho eso, no son cristianos. No se les debe dejar pensar que cualquier cosa es suya, su tiempo, propiedad, influencia, facultades, cuerpos y almas. "No sois vuestros"; todo pertenece a Dios, y cuando se entregan a Dios hacen rendimiento libre de todo a él, para ser regidos y disponer como él quiera. No tienen derecho a pasar una hora como si su tiempo fuera de ellos. Ningún derecho de ir a cualquier lado, hacer algo, para sí mismos, sino que deben ellos tener todo a la disposición a Dios y utilizar todo para la gloria de Dios. Si no lo hacen, no deben llamarse cristianos, pues la mera idea de ser cristiano es renunciar al yo y volverse enteramente consagrados a Dios. Un hombre no tiene más derecho de retener cualquier cosa de Dios que el que roba o hurta. Es robo en el sentido más amplio del término. Es un crimen infinitamente más grande contra ÉL, que un hombre pueda cometer contra su prójimo, en la medida que Dios es el dueño de todas las cosas en un sentido más elevado que el hombre pueda poseer cualquier cosa. Dios los llama a emplear cualquier cosa que tengan, su dinero, o su tiempo, o dar sus hijos, o dedicarse ellos mismos para el progreso del reino de Dios, y se rehúsan porque quieren usarlo a su modo, o prefieren hacer algo más, es vastamente más culpable que un empleado o agente que desfalca el dinero que le confía su empleador y se lo gasta con su familia o lo pone en el banco o especula para sí mismo.

Dios es, en un sentido infinitamente más elevado, el dueño de todo, de lo que pueda decirse de cualquier empleador que posea lo que tiene. Y la iglesia de Cristo nunca tomará una posición elevada, nunca se zafará del mundo, nunca podrá ir adelante sin esas apostasías y declinaciones continuas hasta que los cristianos y las iglesias en general tomen la posición y ellos la mantengan, que es sólo tanto un asunto de disciplina para un miembro de la iglesia que prácticamente niegue su mayordomía como negar la divinidad de Cristo, y que la avaricia justamente prueba de igual forma la exclusión de un hombre de la comunión como el adulterio.

La iglesia es muy ortodoxa en nociones, pero muy herética en práctica; tiene que llegar el tiempo cuando la iglesia sea sólo tan vigilante en cuidar la ortodoxia en práctica como la ortodoxia en doctrina, y tan pronta para volver la herejía en práctica como la herejía que corrompe las doctrinas del evangelio. De hecho, es de muchísima importancia. El único diseño de doctrina es producir práctica, y no parece ser entendida por la iglesia, que la fe verdadera obra por amor y purifica el corazón, que la herejía en práctica es prueba concluyente de herejía en sentimiento. La iglesia es muy insistente en la doctrina correcta y muy negligente sobre el vivir correctamente. Esto absurdo. ¿Ha llegado a eso que la iglesia de Jesucristo se satisface con nociones correctas en algunos puntos abstractos y nunca reduce su ortodoxia a la práctica? Que no sea más así.

Ya es tiempo de arreglar bien estos asuntos empezando con quienes apenas están entrando en la religión. A los recién convertidos se les debe decir que son tan merecedores de condenación, que la iglesia no puede y no tendrá comunión con ellos, si muestran un espíritu avaricioso, y se ensordecen cuando todo el mundo está pidiendo auxilio, como si estuvieran viviendo en adulterio o la devoción diaria de ídolos.

3. Enséñenles cómo cultivar una conciencia tierna. Con frecuencia he sido sorprendido al encontrar cuán poca conciencia hay, incluso entre los que esperamos que son cristianos. Y aquí vemos la razón de eso. Sus conciencias nunca fueron cultivadas. Nunca se les enseñó y se les dijo cómo cultivar una conciencia tierna. No tienen ni siquiera una conciencia natural. Han sido tratados tan toscamente con su conciencia, y se han resistido tan seguido, que se ha vuelto obtusa y sin actuar. La utilidad de un cristiano, grandemente depende de saber cómo cultivar su conciencia. Se les debe enseñar a los recién convertidos a mantener su conciencia tan tierna como la niña del ojo. Deben cuidar su conducta y motivos, y dejar que los motivos sean tan puros, y su conducta tan desinteresada, como para no afectar, o lastimar, o sofocar la conciencia. Deben mantener un hábito tal de escuchar a la conciencia que siempre estará lista para dar un veredicto serio en todo momento. Es sorprendente ver cuánto la conciencia puede ser cultivada por un curso apropiado. Si se le atiende correctamente, puede hacerse tan pura, y tan poderosa, que siempre responderá a la palabra de Dios. Preséntese cualquier deber a un cristiano, o cualquier negación de sí mismo, o sufrimiento, y sólo muéstrenle la palabra de Dios, y lo hará sin decir nada. En unos meses, si son enseñados y atendidos apropiadamente, los recién convertidos pueden tener una conciencia tan delicadamente equilibrada que el peso de una pluma hará que se mueva. Sólo tráiganle un "así dice el Señor", y siempre estarán listos de hacer eso, sea lo que fuere.

4. A los recién convertidos se les debe enseñar que oren sin cesar. Esto es, deben vigilar sus mentes, y estar en todo tiempo en un espíritu de oración. Se les debe enseñar que oren siempre, pase lo que pase, pues por la falta de la instrucción adecuada en este punto muchos de los recién convertidos sufren pérdida y se alejan de Dios. Por ejemplo, a veces sucede que un recién convertido cae en algún pecado, y entonces se siente como si no pudiera orar, y en vez de vencer ese sentimiento, se siente muy angustiado y espera que su angustia pase. En vez de ir directamente a Jesucristo en medio de su agonía, y confesar su pecado con la plenitud de su corazón, obtener un perdón renovado y restaurar su paz, espera que la intensidad de sus sentimientos haya aminorado, y entonces su arrepentimiento, si es que se arrepiente, es frío e indiferente. Déjenme decirles, amados, nunca hagan eso, sino cuando la conciencia los oprima, vayan directamente a Cristo, confiesen plenamente su pecado, y derramen su corazón a Dios.

A veces la gente descuidará orar porque están en tinieblas, no sienten ningún deseo de orar, pero ese momento e cuando necesitan orar. Ésa es la razón por la que deben orar. Deben ir ustedes directamente a Dios y confesar la frialdad y oscuridad de la mente. Díganle cómo se sienten. Díganle: "Oh Señor, no tengo deseos de orar, pero sé que debo orar". Y antes de que se den cuenta, el Espíritu puede venir, dirigir su corazón en oración, y las nubles negras se irán.

5. A los recién convertidos se les debe fielmente advertir contra el adoptar un modelo falso en religión. No se les debe dejar alinearse detrás de viejos profesantes y dejar que sean un modelo de vida santa. Deben siempre ver a Cristo como su modelo. No deben apuntar a ser buenos cristianos como los antiguos miembros de la iglesia, y no deben creer que están muy bien porque están tan despiertos como los antiguos miembros de la iglesia, sino deben apuntar a ser santos, y no quedar satisfechos hasta que sean tan perfectos como Dios. La iglesia ha sido grandemente lastimada por la falta de atención en ese asunto. Los recién convertidos han pasado al frente, sus corazones fueron cálidos y su fervor lo bastante ardiente para apuntar a un modelo alto, pero no fueron dirigidos apropiadamente, y pronto se asentarán en la noción que lo que es bastante bueno para otros es bastante bueno para ellos, y por tanto, nunca apuntarán más alto que aquellos que están ante ellos. Y de esa forma la iglesia, en vez de levantarse en cada avivamiento más alto y más alto en santidad, se mantiene inmóvil.

6. A los recién convertidos se les debe enseñar a cumplir su deber. Nunca deben hacer un compromiso con el deber ni pensar decir: "Haré eso como un principio de descuidar aquello". Nunca deben quedar satisfechos hasta que hayan cumplido su deber de cada tipo, en relación a sus familias, la iglesia, escuela dominical, los impenitentes alrededor, la disposición de sus pertenencias, la conversión del mundo. Déjenlos cumplir su deber, como lo sientan cuando sus corazones son cálidos, y nunca intenten escoger entre los mandamientos de Dios.

7. Se les debe hacer sentir que no tienen ningún interés aparte. Es tiempo que los cristianos sean hechos en efecto para sentir que no tienen ningún interés, separados del interés de Jesucristo y su reino. Deben entender que son incorporados a la familia de Jesucristo, como miembros completos, para que todo su interés se identifique con el de él. Están embarcados con él, se han ido a bordo, y tomado todo. Y de ahí en adelante no tienen nada que hacer, o decir, excepto como está conectado con ese interés y lleva la causa y el reino de Cristo.

8. Se les debe enseñar a mantener una singularidad de motivo. Los recién convertidos no deben empezar a tener doble mentalidad, en ningún asunto, o dejar que motivos egoístas se enreden con buenos motivos en cualquier cosa que hagan; nunca debe ser, siempre y cuando a los cristianos se les permita sostener un interés separado de los suyos, distinto del interés de Jesucristo. Si se sienten que tienen un interés aparte, es imposible librarlos de considerarlo, y tener una mirada en eso como también en el interés de Cristo, en muchas cosas que hacen. Es sólo por volverse enteramente consagrados a Dios, y darle todo para su servicio que pueden mantener una sola mirada y sus motivos puros.

9. Deben demostrar determinación para apuntar a ser útiles en el grado más alto posible. No deben quedar satisfechos con meramente ser útiles, o permanecer en una situación donde pueden hacer algo de bien, sino que vean una oportunidad donde pueden hacer más bien, para tomarla, cual sea el sacrificio para sí mismos. No importa cuánto les pueda costar, no importa qué peligro, o cuál sufrimiento, no importa qué cambio en las circunstancias externas, o hábitos, o empleos los pueda llevar. Si están satisfechos que ellos quieran en general hacer más bien, no deben ni siquiera titubear. ¿De qué otro modo pueden ellos ser como Dios? ¿Cómo pueden creer que llevan la imagen de Jesucristo si no están preparados para hacer todo el bien en su poder? Cuando un hombre se convierte, llega a un mundo nuevo, debe considerarse a sí mismo como un hombre nuevo. Si encuentra que puede hacer todo el bien al permanecer en su antiguo empleo, que sea así, pero si puede hacer más bien en alguna ora forma, está destinado a cambiar. Es por la falta de atención en este asunto, en el comienzo, que los cristianos tienen ideas pobres en el asunto del deber. Y ésa es la razón por la que hay tantos miembros inútiles en nuestras iglesias.

10. Se les tiene que enseñar a no apuntar a la comodidad, sino a la utilidad en la religión. Hay muchos epicúreos espirituales en las iglesias, que todo el tiempo están buscando ser felices en la religión, mientras que se toman muy pocas molestias para ser útiles. Prefieren pasar el tiempo cantando himnos de gozo, y derramar sus sentimientos felices en un torrente de júbilo y triunfo, que pasarlo en oración agonizante por los pecadores, o de salir y sacar a hombres moribundos del fuego. Parecen sentir como si fueran nacidos para pasarla bien, pero no creo que tales cristianos muestren tales frutos para ser ejemplo de imitación. Tal no fue el carácter de los apóstoles. Se esforzaron por las almas y trabajaron con aflicción y dolor, a menudo en muerte, para salvar a pecadores. Ni tampoco es seguro. Generalmente, los cristianos no están calificados para beber en la fuente de gozo. En casos comunes, una profunda agonía de oración por las almas es más remunerador que los altos vuelos de gozo. Que a los recién convertidos se les enseñe, sencillamente, a no calcular en la vida de gozo y triunfo. Pueden ser llamados a ir por pruebas intensas. Satanás los podrá sacudir como trigo, pero tienen que ir adelante, sin calcular tanto por ser felices como ser útiles, a no hablar sobre el consuelo, sino sobre el deber, a no desear vuelos de gozo y triunfo, sino padecer hambre y sed de justicia, a no estudiar cómo crear nuevos vuelos de arrebato, sino cómo saber la voluntad de Dios, y hacerla. Serán lo bastante felices en el cielo. Ahí pueden cantar la canción de Moisés y el cordero. Y de hecho disfrutarán una felicidad más sólida y racional sin pensar en nada al respecto, sino pacientemente dedicarse a cumplir la voluntad de Dios.

11. Deben ser enseñados a tener valentía moral, y no tener miedo de ir adelante en el deber. La Biblia insiste en la valentía y audacia cristianas en acción como un deber. No quiero decir que deban permitirse bravuconerías, como Pedro, diciendo qué harán, y alardeándose de su valor. El que se alardea es generalmente un cobarde se corazón, sino quiero decir por valentía moral, una decisión fija y humilde de propósito, que irá por delante en cualquier deber, sin enojarse y sin asombrarse, con la mansedumbre y firmeza del Hijo de Dios.

12. Deben ser muy instruidos para que sean sensatos en la fe. Esto es, deben hacerse desde un inicio, en lo posible, completos y ser correctos en cuanto a la creencia doctrinal. Tan pronto como puedan ser, sin distraer sus mentes de sus deberes prácticos, en promover la gloria de Dios y la salvación de los hombres, deben ser enseñados plena y sencillamente, toda la dirección de doctrinas de la Biblia. El conocimiento doctrinal es indispensable para el crecimiento en gracia. El conocimiento es el alimento de la mente. Dice el sabio; "el alma sin ciencia no es buena". El alma no puede crecer sin conocimiento al igual que el cuerpo sin alimento. Y por tanto, es importante que los recién convertidos deban exhaustivamente ser adoctrinados y que entiendan la Biblia. Por adoctrinamiento no quiero decir el catecismo, sino enseñarles a sacar el conocimiento de la fuente de origen. Crear en las mentes tal apetito por el conocimiento que se devoren la Biblia, la amen y la amen toda. Toda la escritura es remuneradora, que el hombre de Dios pueda ser perfecto, exhaustivamente provisto para buenas obras.

13. Se deben tomar grandes molestias de guardar a los recién convertidos de censura. Los recién convertidos, cuando se pasan al lado del Señor, y son cálidos y fervientes, a veces encuentran a los profesantes de tiempo tan fríos y muertos que son fuertemente tentados a ser censuradores. Eso debe corregirse inmediatamente, de otro modo el hábito envenenará a sus mentes y destruirá su religión.

14. Tienen que aprender a decir que no. Esto es para muchos una lección muy difícil. Vean a esa señorita. Antes, le encantaba el círculo alegre, y disfrutó de muchos placeres. Ingresó a la iglesia, y se encontró apartada de sus antiguas amistades. No la invitaron a sus fiestas y bailes, porque sabían que no iría, y quizá la tendrían alejada por un tiempo por temor a que ella hablara con ellos sobre sus almas, pero poco a poco se volvieron más atrevidos, y uno de ellos se aventura a pedirle a salir para dar la vuelta con unos amigos. No le gusta decir que no. Son viejas amistades, sólo algunos van a ir, y seguramente el paseo es una recreación tan inocente, que acepta la invitación, pero ahora que ha empezado a ceder el hielo se rompe, y la tienen de nuevo como uno de ellos. Y sigue y empieza a asistir a sus visitas sociales--"sólo unas pocas amistades", hasta que poco a poco es el baile, y lo que sigue, quizá, es que va a ir a un paseo en trineo el sábado en la noche y llega a casa después de la media noche, y entonces se duerme hasta el mediodía del domingo para reponerse, y quizá de la comunión dominical también. Todo por la falta de aprender a decir que no.

Vean a ese joven. Por un tiempo siempre estaba en su lugar, en la escuela dominical, y en la reunión de oración, pero poco a poco sus amigos empezaron a prestarle atención de nuevo, y poco a poco lo alejaron. Cada una parece una pequeñez, y se vería como mala educación negar algo tan pequeño. Razona que si se rehúsa a salir con ellos en las cosas que son inocentes, perderá su influencia en ellos. Y entonces sigue, hasta que son descuidadas la reunión de oración, la clase bíblica, e incluso la Biblia y la oración. ¡Ah, joven, detente ahí! Ir sólo un poco más allá sin aprender a decir que no, y te habrás ido. Si no deseas dejar la causa de Cristo para desprecio e indiferencia, aprende a resistir los principios de la tentación. De otro modo, vendrá a ti, poco a poco, como dejar salir el agua.

15. Se les debe enseñar lo que es y lo que no es la experiencia cristiana. Es necesario, para su consuelo y su utilidad, que deban entender eso, para que no tengan que estar en angustia innecesaria por la falta de aquello, que es por ningún motivo esencial para la experiencia cristiana, ni se halaguen de que tienen más religión que la que realmente ejercitan, pero no puedo ahondar en ese tema esta noche.

16. Enséñenles a no considerar cualquier cosa un sacrificio que hacen para Dios. Algunas personas siempre están hablando de los sacrificios que hacen por la religión. No tengo confianza en esa piedad. ¿Por qué seguir contando sus sacrificios, como si todo lo que hicieran para Dios fuera un sacrificio? Si aman a Dios, no hablarían así. Si consideran idénticos sus propios intereses y los de Cristo, no hablarían de hacer sacrificios para Cristo; sería como hablar de hacer sacrificios para ellos mismos.

17. Es de gran importancia que los recién convertidos deban ser enseñados a ser estrictamente honestos. Quiero decir más de lo que quizá piensan ustedes. Es muy bueno ser estrictamente honestos. Es ser muy diferente del mundo y muy diferente incluso del gran cuerpo de profesantes de religión. El hombre más santo que he conocido, y uno quien ha sido cristiano y ministro, una vez me hizo el comentario: "hermano, es muy bueno ser estrictamente honesto, recto y derecho en todo para que el ojo puro de Dios pueda ver que la mente es perfectamente recta".

Es de suma importancia que los recién convertidos entiendan lo que es ser estrictamente honesto en todo para que puedan mantener una conciencia libre de ofensa, tanto hacia Dios como hacia los hombres. ¡Ay, ay! Cuán poca conciencia hay. Cuán poco de esa honestidad real, esa rectitud pura y simple, que debe marcar la vida de un hijo de Dios. Cómo es que individuos que se suscriben a la Sociedad Antiesclavista, ni la mitad de ellos pagan sus suscripciones. El argumento es que firmaron cuando estaban bajo entusiasmo, y eligen no pagar. Así como si el estar emocionado los libera de la obligación de mantener su promesa. Pues es tan deshonesto como si se rehusara a pagar un pagaré. Prometieron, firmaron sus nombres, y ¿ahora pagarán? ¡Le llaman a eso honestidad!

He oído que hay un número de hombres en la ciudad que firmaron miles de dólares por el Instituto de Oneida, prometiendo pagar el dinero cuando los llamaran, y cuando fueron llamados, se rehusaron a pagar el dinero. Y la razón fue que se habían vuelto abolicionistas en el Instituto. Muy bien. Supongan que lo hicieron. ¿Altera eso la promesa? ¿Acaso firmaron una condición de que si se introducía el abolicionismo quedarían libres? Si lo hicieron, están libres, pero si dieron su promesa sin ninguna condición, es tan deshonesto rehusarse como si hubieran dado un pagaré. Y sin embargo, algunos de ustedes se pueden enojar si alguien les culpa por rehusar pagar el dinero que prometieron.

Veamos esto seriamente. ¿A quién le dice Dios que se irá al cielo? Lean el salmo 15 y vean. "El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia". ¿Qué piensan de eso? Si un hombre prometió cualquier cosa, excepto para cometer pecado, que cumpla su promesa, si tiene la intención de ser honesto o ir al cielo, pero he aquí esa gente que hace promesas, y porque no pueden ser procesados, las rompen tan fácilmente como si fueran nada. No dejarían un pagaré vencer en el banco. ¿Por qué? Porque perderían crédito, y serían demandados, pero el Instituto de Oneida, la Sociedad Antiesclavista, y otras sociedades, no harán demandas por el dinero, y por tanto esas personas se ofenden y rehúsan pagar, ¿Acaso eso es honesto? ¿Acaso una honestidad como ésa los llevará al cielo? ¿Qué? ¿Romper sus promesas y llevar una mentira en su mano ante Dios? Si se rehúsan a cumplir una promesa, son unos mentirosos, y si persisten en eso, serán parte del lago de azufre y fuego. Yo no moriría ni por miles de mundos con dinero en mis manos que injustamente haya retenido de cualquier cosa que hubiera prometido. Ese dinero te comerá como cáncer.

Si no pueden pagar el dinero, ésa es una buena excusa; entonces díganlo. Pero si rehúsan pagar lo que han prometido, porque han cambiado de parecer, dependiendo en ella, son culpables. No pueden orar hasta que hayan pagado ese dinero. ¿Qué orarán? Oh Señor, prometí dar ese dinero, cambié de parecer y rompí mi promesa, pero aún, oh Señor, te pido que me bendigas y perdones mi pecado, aunque mantengo mi dinero y me hace feliz en tu amor". ¿Oraciones así serán oídas? Nunca.

Pero, hermanos, encuentro imposible tocar todos los puntos que intento hablar; entonces, lo dejaré aquí y terminaré ese tema en otra ocasión.

 

 

 

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