LA VERDAD DEL EVANGELIO

CONFERENCIAS SOBRE AVIVAMIENTOS DE RELIGIÓN

por el Rdo. CHARLES G. FINNEY

 

CONFERENCIA X

EL GANAR ALMAS REQUIERE SABIDURÍA

 

TEXTO.-- El que gana almas es sabio. -- PROVERBIOS 11:30.

La definición más común de sabiduría es la elección del mejor fin y la selección de los medios más apropiados para el logro de ese fin--la mejor adaptación de los medios para asegurar el fin deseado. "El que gana almas", dice Dios, "es sabio". El objetivo de la conferencia de esta noche es dirigir a los cristianos en el uso de los medios para lograr su fin infinitamente deseable, la salvación de las almas. Esta noche dedicaré mi atención a los esfuerzos privados de los individuos para la conversión y salvación de los hombres. En otra ocasión, quizá, use el mismo texto para hablar de lo que es sabio en la predicación pública del Evangelio y los trabajos de los ministros. Para dar más dirección para ayudar a los cristianos privados en su obra, propongo:

I. Mostrar a los cristianos cómo deben tratar a pecadores despreocupados.

II. Cómo deben tratar a pecadores despiertos.

III. Cómo deben tratar a pecadores redargüidos.

 

I. La manera de tratar a pecadores despreocupados

1. En cuanto al tiempo. Es importante que deban seleccionar un tiempo apropiado para tratar de hacer una impresión seria en la mente de un pecador despreocupado. Mucho depende de repartir el tiempo de sus esfuerzos correctamente, pues si fallan en seleccionar el tiempo apropiado, muy probablemente serán derrotados. Es cierto, pueden decir, es nuestro deber en todo momento de advertir a los pecadores y tratar de despertarlos para pensar en sus almas. Y así es, pero si no le dan su tiempo y oportunidad merecidos, su esperanza de éxito puede ser muy dudosa.

(1.) Es deseable, en lo posible, dirigirse a la persona despreocupada, cuando está desocupada de otros trabajos. En proporción a la atención en que esté interesada en algo más, será difícil despertarlo a la religión. La gente despreocupada e indiferente a la religión con frecuencia se ofende en vez de beneficiarse al ser llamada a aplazar un asunto importante y legítimo. Por ejemplo, un ministro quizá visite a la familia de un comerciante, o mecánico, o granjero, y encuentra al hombre ocupado en su trabajo; quizá le dice que posponga su trabajo cuando es urgente, y el hombre se pone intranquilo e irritable, y siente como si fuera una intrusión. En tal caso, hay muy poco lugar para esperar algo bueno. Sin embargo, es cierto que la religión es infinitamente más importante que cualquier asunto mundano, y debería posponer todo para la salvación de su alma, pero no la siente, pues si la sintiera, ya no más sería un pecador despreocupado, y por lo tanto, considera el asunto como injustificable. Deben tomarlo como lo encuentren, un pecador despreocupado e impenitente, y tratar con él según el caso. Está ocupado en otras cosas y muy propenso a ofenderse si ustedes toman ese tiempo para interferir y llamar su atención a la religión.

(2.) Es importante tomar una persona, en lo posible, en un momento que no está fuertemente entusiasmada en cualquier otro asunto. Si fuera el caso, es un cuadro poco apto para ser dirigida al asunto de la religión. En proporción a la fuerza de ese entusiasmo, sería la probabilidad de que no haría bien. Posiblemente puedan alcanzarla; personas han tenido sus mentes atraídas y se han vuelto a la religión en medio de un entusiasmo poderoso en otros temas, pero no es probable.

(3.) Asegúrense que la persona esté perfectamente sobria. Era más común que ahora que la gente tomara licor todos los días, y estuviera más o menos intoxicada. Precisamente en proporción como están, se le considera no apta para tratar el tema de religión. Si ha estado tomando cerveza, sidra, o vino, y perciben su aliento, pueden saber si hay más que poca oportunidad de producir un efecto perdurable en ella. He tenido profesantes que traen personas a mí fingiendo estar bajo convicción, pues ustedes saben que la gente con licor con frecuencia son muy afectas a hablar de religión, pero tan pronto me acerqué a ellas para oler su aliento, les pregunté, ¿por qué me traes a este borracho? Pues, dijeron, no está borrachos, sólo han tomado un poco. Bien, ese poco lo ha hecho un poco borrachos. Están ebrios si pueden ustedes oler su aliento. Los casos son excesivamente raros cuando una persona ha sido redargüida que haya tomado licor.

(4.) En lo posible, donde deseen conversar con un hombre en el tema de la salvación, háganlo cuando esté de buen humor. Si no lo está, muy probablemente se enoje y agreda. Mejor déjenlo en paz por un tiempo, o es probable que apaguen al Espíritu. Es posible que hablen de tal forma como para enfriar su humor, pero es poco probable. La verdad es que los hombres odian a Dios, y a través de su odio puedan estar dormidos, se alborotan fácilmente, y si llevan a Dios plenamente ante sus mentes cuando estén ya enojados, será mucho más fácil que surja su enemistad para violentarse.

(5.) En lo posible, siempre tomen la oportunidad de conversar con los pecadores despreocupados cuando estén solos. La mayoría de los hombres es muy orgulloso para platicar con liberalidad respecto a ellos mismos en la presencia de otros, incluso su propia familia. Un hombre en tales circunstancias fortalecerá todos sus poderes para defenderse él mismo, mientras si está solo se derretirá bajo la verdad. Resistirá la verdad, o se reirá de ella, por temor a que si manifiesta cualquier sentimiento, alguien irá y dirá que él es serio.

En visitar a las familias, en lugar de reunir a la familia al mismo tiempo para hablarles, la mejor forma es verlos uno por uno. Hubo un caso de este tipo. Varias señoritas, de un carácter orgulloso, alegre, elegante, vivían juntas en una familia elegante. Dos hombres estaban fuertemente deseosos de hablarles de religión, pero no sabían cómo lograrlo, pues temían que todas se juntaran y contraatacaran o resistieran toda impresión seria. Al fin, tomaron esa opción. Enviaron su tarjeta a una de las jóvenes por nombre. Hablaron con ella sobre el tema de su salvación, y como estaba sola, no sólo los trató con amabilidad, sino también pareció recibir la verdad con seriedad. Luego de uno o dos días, de la misma forma visitaron a una y a otra hasta que conversaron con cada una por separado. Al poco tiempo, todas, creo yo, fueron esperanzadamente convertidas. Esto fue como debe ser porque no pudieron apoyarse una a la otra. Y entonces la impresión hecha siguió con las otras para que ninguna se quedara para ejercer una mala influencia en las demás.

Había una mujer piadosa que tenía un internado de jóvenes; tenía 21 en su familia, y a la larga se volvió muy ansiosa por la salvación de ellos; fueron motivo de oración, pero no veía seriedad en ellos. Al fin, vio que tenía que hacer algo además de orar, y sin embargo no sabía qué hacer. Una mañana luego del desayuno, mientras se estaban retirando, le pidió a uno de ellos quedarse por unos minutos. Lo llevó a su cuarto, y platicó con él tiernamente sobre el tema de religión, y oró con él. Continuó con la impresión hecha, y muy pronto él fue convertido esperanzadamente. Entonces hubo dos, y se dirigieron a otro y así sucesivamente, sin que los demás supieran qué estaba pasando, para no alarmarlos, hasta que cada uno de estos jóvenes se convirtió a Dios. Ahora bien, si hubiera ella sacado el tema delante todos ellos, muy probable no la hubieran tomado en serio, o quizá se hubieran ofendido y dejado la casa, y entonces no hubiera tenido más influencia en ellos, pero el tomar a uno solo, y tratarlo respetuosa y amablemente, no tenía él ningún motivo de resistencia como surge de la presencia de otros.

(6.) Traten de aprovechar la oportunidad para conversar con el pecador despreocupado cuando los eventos de la Providencia parecen favorecer el plan de ustedes. Si cualquier evento en particular ocurriera, calculado para hacer una impresión seria, asegúrense de mejorar la ocasión fielmente.

(7.) Tomen la oportunidad más pronta para conversar con aquellos alrededor de ustedes que sean despreocupados. No lo pospongan día con día, pensando que vendrá una mejor oportunidad. Deben buscar la oportunidad, y si ninguna se presenta, hagan una. Indiquen la hora y lugar, y reúnanse con su amigo o vecino, donde puedan hablar con él libremente. Envíenle una nota, vayan a él a propósito, háganlo como un asunto de negocios, como si fueran en serio a intentar promover la salvación de su alma. Entonces se sentirá que es un asunto importante, por lo menos para ustedes. Denle seguimiento hasta que sean exitosos o se convenzan de que nada se puede hacer.

(8.) Si tienen cualquier sentimiento por un individuo en particular, tomen la oportunidad de conversar con aquél mientras ese sentimiento siga. Es verdaderamente un sentimiento benevolente; tienen razón de creer que el Espíritu de Dios los está moviendo para desear la salvación de su alma, y que Dios está listo para bendecir sus esfuerzos para su conversión. En un caso así, háganlo el tema de oración especial e insistente, y busquen una oportunidad pronta para derramar su corazón a él y llevarlo a Cristo.

2. En cuanto a la manera de hacer eso.

(1.) Cuando se acerquen a un individuo despreocupado para intentar despertarlo a las preocupaciones de su alma, asegúrense de tratarlo amablemente. Déjenlo ver que se dirigen a él no porque busquen discutir con él, sino porque aman su alma, y desean lo mejor en el tiempo y la eternidad. Si son ásperos y agobian en la manera de ustedes, probablemente lo ofenderán y harán que se aleje del modo de vivir.

(2.) Sean solemnes. Eviten toda ligereza en el modo o lenguaje. La frivolidad no producirá nada más que una impresión incorrecta. Deben sentir que están comprometidos en cada trabajo solemne, el cual va a afectar el carácter de su amigo o vecino, y probablemente determinará su destino por la eternidad. ¿Quién hará una nimiedad o usará la frivolidad en tales circunstancias si el corazón de él es sincero?

(3.) Sean respetuosos. Algunos parecen suponer que es necesario ser abrupto y grosero, y tosco en la interacción con el despreocupado e impenitente. Nada puede ser un error más grande. El apóstol Pedro nos ha dado una regla mejor sobre el asunto, donde dice, "sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo".

(4.) Asegúrense de ser sencillos. No sufran por cubrir alguna circunstancia del carácter de una persona, y sus relaciones con Dios. Que sea todo abierto, no con el propósito de herirlo, sino porque es necesario. Antes de que curen una herida, deben sondearla hasta el fondo. No retengan nada de la verdad, sino déjenla que salga simplemente ante él.

(5.) Asegúrense de dirigirse a su conciencia. En sus discursos, los ministros se enfocan en los sentimientos solamente y así despiertan a la mente. Pero en la conversación privada no pueden hacer eso. No pueden derramar la verdad de una manera apasionada y vehemente. Y a menos que se dirijan a la conciencia enfáticamente, no podrán llegar a la mente.

(6.) Traigan las verdades grandes y fundamentales para ponerlas en la mente de la persona. Los pecadores son muy proclives a zafarse con algún pretexto o algún punto subordinado, especialmente algún punto de sectarismo. Por ejemplo, si es presbiteriano, tratará de que la conversación sea sobre puntos de diferencia entre presbiterianos y metodistas, o se peleará con una antigua escuela de divinidad. No le hagan caso, ni hablen con él de eso; hará más daño que bien. Díganle que el asunto presente va a salvar su alma, y no se metan en asuntos controvertidos de teología. Manténgalo en los grandes puntos fundamentales por los que debe salvarse o perderse.

(7.) Sean muy pacientes. Si tiene una dificultad real en su mente, sean muy pacientes hasta que sepan qué es y aclárenla. Si lo que dice es una objeción trivial, háganle ver eso. No traten de responderla con argumento, sino muéstrenle que no es sincero al hacerla. No vale la pena pasar el tiempo discutiendo por eso, sino háganlo sentir que está cometiendo pecado por alegar, y así aseguren su conciencia hacia el lado de ustedes.

(8.) Tengan cuidado de guardar su espíritu. Hay mucha gente que no tiene la suficiente compostura para conversar con aquellos que están muy opuestos a la religión. Y esa gente no quiere más triunfo que verlos enojados. Se irá contento porque ha hecho enojar a uno de esos santos.

(9.) Si el pecador se inclina a atrincherarse contra Dios, tengan cuidado de no tomar parte en nada. Si dice que no puede cumplir su deber, no tomen partido con él, o no digan nada para aprobar su falsedad. No le digan que no pueden, o que le ayudan a mantenerse en controversia contra su Creador. A veces un pecador despreocupado buscará alguna falta en los cristianos. No busquen estar de su lado o tomar partido con él contra cristianos. Sólo díganle que no tiene él por qué responder por los pecados de otros, y que mejor vea lo que le atañe. Si lo hacen, sentirá que están ustedes de su lado. Muéstrenle que su espíritu es censurador y perverso que lo mueve a hacer tales observaciones, y que no considera el honor de la religión o las leyes de Jesucristo.

(10.) Mencionen los pecados particulares del individuo. Hablar en términos generales contra el pecado no produce ningún resultado. Deben hacer al hombre sentir lo que quieren decir. Un ministro que no puede hacer sentir a su público lo que quiere decir no puede esperar lograr mucho. Algunas personas son muy cuidadosas para evitar mencionar los pecados particulares, de los cuales saben que el individuo es culpable por temor a lastimar sus sentimientos. Eso está mal. Si saben su historia, mencionen sus pecados particulares, amable pero claramente, sin ofender, para despertar la conciencia y darle fuerza total a la verdad.

(11.) Es generalmente lo mejor ser conciso y no divagar en lo que tenemos que decir. Tengan la atención tan pronto como puedan para cada punto, digan pocas cosas, y sean claros y enfáticos, y lleven el asunto a algo importante. Si es posible, hagan que se arrepientan y se entreguen a Cristo. Éste es el asunto apropiado. Cuidadosamente eviten hacer una impresión de que no esperan que se arrepienta AHORA.

(12.) En lo posible, cuando conversen con los pecadores, asegúrense de orar con ellos. Si conversan con ellos, y los dejan sin oración, dejan la obra inconclusa.

II. Cómo deben tratar a pecadores despiertos

1. Deben tener cuidado de distinguir entre un pecador despierto y uno que está bajo convicción. Cuando encuentren a una persona que siente poco sobre el tema de religión, no den por sentado que es redargüido de pecado, y así omitir el uso de los medios para mostrarle su pecado. Las personas con frecuencia son despertadas por alguna circunstancia providencial, como enfermedad, tormenta, peste, muerte en la familia, desilusión, o similares, o por el Espíritu de Dios, para que sus oídos sean abiertos, y estén listos para oír del tema de religión con atención y seriedad, y algo de sentimiento. Si una es persona despertada, sin importar los medios, no pierdan tiempo en derramar luz sobre su mente. No tengan miedo, sino muéstrenle la anchura de la ley Divina, y la rigurosidad excesiva de sus preceptos. Háganle ver cómo condena sus pensamientos y vida. Escudriñen su corazón, encuentren qué hay ahí, y llévenlo a su mente, tanto como puedan. En lo posible, derrítanlo de inmediato. Cuando tengan la atención del pecador, muy frecuente su convicción y conversión es obra de unos cuantos momentos. Pueden a veces hacer más en cinco minutos que en años o una vida entera mientras es despreocupado e indiferente.

Me he sorprendido por la conducta de aquellos padres crueles y aquellas cabezas de familia, que dejan a un pecador despertado estar en sus familias por días y semanas, y no dicen ni una palabra del tema. Pues, dicen, si el Espíritu de Dios ha empezado una obra en él, ¡ciertamente la continuará! Quizá la persona está ansiosa por conversar, y ponerse en el camino de los cristianos, tan frecuente como sea posible, esperando que conversen con él, y no dicen ni una palabra. ¡Increíble! Tal persona debería estar alerta de inmediato, tan pronto como se despierte, y deje que el destello de luz sea derramado en su mente sin demora. Cuando tienen razón para creer que una persona dentro del alcance se despierta, no duerman hasta que hayan derramado la luz en su mente, y hayan tratado de llevarlo al arrepentimiento. Es el tiempo de instar el tema con efecto. Si se pierde ese momento favorable, nunca podrá ser recuperado.

Con frecuencia he visto a cristianos en avivamientos constantemente alertas para ver si cualquier persona parece despierta, Y tan pronto como ven a cualquiera que empiece a manifestar el sentimiento bajo la predicación, lo tienen presente, y tan pronto termina la reunión, lo invitan a una habitación y hablan y oran con él; en lo posible no lo dejan hasta que se haya convertido. Un caso notable de este tipo sucedió en un pueblo en el oeste. Un comerciante llegó de lejos a comprar productos. Era el tiempo de avivamiento poderoso, pero estaba determinado a mantenerse fuera de su influencia, de modo que no iría a ninguna reunión. Encontró a todos, y en todos lados, muy ocupados con la religión; se enfadó y juró que se iría a casa. Decía que había mucha religión y que no podía hacer ningún negocio, que no se quedaría. Compró su pasaje de la diligencia, que saldría a las 6 de la mañana siguiente. Como habló de irse, un caballero que pertenecía a la casa, que era uno de los jóvenes convertidos, le pidió si iba con él a una reunión antes de que se fuera del pueblo. Finalmente accedió y fue. El sermón agarró su mente, pero no con el poder suficiente para llevarlo al reino. Regresó a sus aposentos, y llamó al dueño para pagarle la cuenta. El dueño, quien había recientemente experimentado la religión, vio que estaba agitado. Habló con él sobre el tema de religión, y el hombre irrumpió en lágrimas. El dueño inmediatamente llamó a varios de los recién convertidos; oraron y le exhortaron; a las cuatro de la mañana, cuando llamó la diligencia, ¡se fue regocijándose en Dios! Cuando llegó a casa, llamó a su familia y les confesó sus pecados pasados, y determinó vivir de modo diferente, y oró con ellos por primera vez. Fue tan inesperado que pronto se corrió el rumor, la gente empezó a preguntar y un avivamiento irrumpió en el lugar. ¿Ahora supóngase que estos cristianos hubieran hecho como hacen algunos, ser despreocupados, y dejarlos ir ligeramente impresionados? No es probable que hubiera sido salvo. Tales oportunidades se pierden para siempre cuando un momento favorable se pasa.

III. Cómo deben tratar a pecadores redargüidos

Por un pecador redargüido quiero decir alguien que se siente condenado por la ley de Dios, como un pecador culpable. Tiene tanta instrucción para entender algo de la extensión de la ley de Dios; ve y siente su estado culpable y sabe cuál es el remedio. Tratar con éstos con frecuencia requiere gran sabiduría. Hay algunos casos exasperantes que ocurren, cuando es extremadamente difícil saber qué hacer con ellos.

1. Cuando una persona es redargüida y no se convierte, sino que permanece en un estado ansioso, hay generalmente alguna razón específica. En tales casos, no es bueno exhortarlo a que se arrepienta o explicarle la ley. Lo sabe, entiende todos esos puntos generales. Pero aún no se arrepiente. Ahora bien, debe haber alguna dificultad en particular que vencer. Pueden predicar y orar, exhortar hasta el día del juicio y no obtener nada.

Deben entonces averiguar cuál es esa dificultad en particular. Un doctor, cuando ve a su paciente, y lo encuentra mal con alguna enfermedad en particular, primero administra los remedios generales que son aplicables. Si no surten efecto, y sigue la enfermedad, debe examinar el caso, y aprender de la constitución de la persona y sus hábitos, dieta, modo de vivir, y demás, y ver por qué la medicina no hace efecto. Lo mismo es con el caso de un pecador redargüido pero sin convertir. Si las instrucciones y exhortaciones ordinarias de ustedes fallan, debe haber alguna dificultad. Esa dificultad en particular la sabe con frecuencia la persona, aunque la mantenga oculta. A veces es algo que se ha escapado incluso a las propias observaciones de ella.

(1.) A veces el individuo tiene algún ídolo, algo que ama más que a Dios, que lo previene de rendirse. Deben indagar y ver qué es lo que no rendirá. Quizá sea la riqueza, quizá algún amigo terrenal, quizá el vestido alegre, o la compañía alegre, o algún entretenimiento favorito. En cualquier caso hay algo en el que su corazón está tan puesto que no se someterá a Dios.

(2.) Quizá ha hecho algún daño a alguien, que llama para resarcimiento, y no está dispuesto a confesarlo o hacer la compensación justa. Ahora, hasta que confiesa y deja ese pecado, no podrá encontrar misericordia. Si ha lastimado a la persona en propiedad, o carácter, o se ha aprovechado de ella, debe resarcir. Si no pueden averiguarlo, díganle simple y llanamente que no hay esperanza en él hasta que esté dispuesto a confesarlo y hacer lo que es correcto.

(3.) A veces hay un pecado en particular, que no abandonará. Finge que es pequeño, o trata de persuadirse él mismo que no es pecado. No importa cuán pequeño sea, nunca va a entrar en el reino de Dios hasta que se rinda. A veces un individuo ha visto que es pecado usar tabaco y nunca puede encontrar la paz verdadera hasta que lo rinda. Quizá lo está viendo como un pecado pequeño.

Pero Dios no sabe nada de pecadores pequeños en tal caso. ¿Qué es pecado? Pues es el daño a la salud de ustedes, poner un mal ejemplo, tomar del dinero de Dios, que está destinado para usarse en su servicio, y gastarlo en tabaco. ¿Qué diría un comerciante si encontrara a uno de sus empleados en el hábito de usar el dinero del cajón y tomar el dinero suficiente para mantener sus cigarros? ¿Lo llamaría una ofensa pequeña? No, diría que merece ser enviado a la prisión estatal. Menciono este pecado en particular porque lo he encontrado que es una las cosas a la que se aferran los hombres que son redargüidos cuando saben que está mal, y entonces se preguntan por qué no tienen paz.

(4.) Vean si no hay algún trabajo de remuneración, que está destinado a hacer. Quizá ha defraudado a alguien en el comercio, o ha tomado ventaja injusta, contraria a la regla de oro de hacer como haría, y está indispuesto a dar satisfacción. Éste es un pecado muy común entre los comerciantes y hombres de negocios. He sabido de muchas instancias tristes, donde los hombres han ahuyentado al Espíritu de Dios, o han sido llevados a la desesperación absoluta porque no estuvieron dispuestos a dar satisfacción donde habían hecho tales cosas. Ahora es claro que tales personas nunca tienen perdón hasta que lo hacen.

(5.) Pueden haberse atrincherado en alguna parte y fortificado sus mentes en cuanto a un punto en particular, que no están determinados a someterse. Por ejemplo, han tomado una posición fuerte que no harán algo en particular. Conocí a un abogado que estaba determinado a no ir a ninguna arboleda a orar. Varias otras personas durante el avivamiento habían ido a la arboleda, y ahí, mediante oración y meditación, se habían rendido a Dios. Su propio empleado se había convertido ahí. Él mismo fue despertado, pero estaba determinado de que no iría a la arboleda. Tenía convicciones poderosas, y así pasaron las semanas, sin ningún alivio. Trató de hacer a Dios creer que no era el orgullo que lo alejaba de Cristo; entonces, cuando se estaba yendo a casa de una reunión, se arrodilló en la calle y oró. Y no sólo eso, sino que buscó una parte lodosa en la cual arrodillarse, para mostrar que no era orgulloso. Una vez oró toda la noche en la sala, pero no fue a la arboleda. Su angustia fue grande, y estaba muy enojado con Dios, que estuvo tentado a salirse con la suya, que alejó su cuchillo por temor a degollarse. Por fin, decidió ir a la arboleda y orar, tan pronto llegó ahí se convirtió, derramó su corazón entero a Dios.

Entonces, los individuos a veces están atrincherados en una determinación de que no irán a una reunión en particular, quizá a la reunión de estudio, o alguna reunión de oración, o no tendrán a una cierta persona que ore con ellos, o no se sentarán en un lugar en particular, como la banca ansiosa. Dicen que pueden ser convertidos igual que sin rendir ese punto en particular, pues la religión no consiste en eso, yendo a una reunión en especial, o tomar una cierta actitud en oración, o un asiento en particular. Eso es cierto, pero al tomar esa posición la hacen el punto material. Y mientras estén atrincherados ahí, y determinados a llevar a Dios a los términos de ellos, nunca se convertirán. Los pecadores con frecuencia se someterán a cualquier otra cosa, y harán cualquier cosa en el mundo, excepto rendir el punto sobre el que se han comprometido ellos mismos, y han tomado una postura contra Dios. No pueden humillarse hasta que rindan ese punto, cual sea. Y sin rendirlo tienen una esperanza, una esperanza falsa.

(6.) Quizá tiene un prejuicio contra alguien, quizá un miembro de la iglesia, a causa de algún trato fiel con su alma, o algo que no le gusta, y se agarra de ahí, y nunca se convertirá hasta que se rinda. Lo que sea, deben ustedes de explorarlo y decirle la verdad plena y fielmente.

(7.) Puede estar molesto con alguien, o enojado, y tener fuertes sentimientos de resentimiento, que lo previenen de obtener la misericordia de Dios. "Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas".

(8.) Quizá abriga ciertos errores en la doctrina, o algunas nociones equivocadas de aquello para realizarse, o la manera de hacerlo, que puede alejarlo del reino. Quizá está esperando a Dios. Está convencido que merece ir al infierno, y a menos que sea convertido, debe ir allí, pero está esperando a que Dios haga algo por él antes de que se entregue. Está de hecho esperando a Dios para que haga algo por él lo que se requiere al pecador que haga.

Puede estar esperando más convicción. La gente frecuentemente no sabe lo que es la convicción, y cree que no está bajo convicción. Seguido cree que nada es convicción a menos de que tenga grandes temores del infierno. Pero el hecho es que los individuos frecuentemente tienen convicciones fuertes, que casi no tienen miedo del infierno. Muéstrenles lo que es la verdad y dejen que vean que no tienen necesidad de esperar.

Quizá puede estar esperando ciertos sentimientos, que alguien más tuvo antes de obtener misericordia. Esto es muy común en los avivamientos donde algunos de los convertidos han contado de experiencias increíbles. Otros que son despertados son muy proclives a pensar en creer que deben esperar para tener esos sentimientos. Conocí a un hombre que fue despertado así; su compañero había sido convertido de una forma notable, y éste estaba esperando los mismos sentimientos. Decía que estaba usando los medios y orando por ellos, pero finalmente supo que era cristiano, aunque no había pasado por los sentimientos que esperaba.

Los pecadores a veces trazan un plan de la manera que esperan sentir, y cómo esperan ser convertidos y de hecho arreglan la obra para Dios, determinados de que irán en esa senda o de plano no irán. Díganles que eso está equivocado; ellos no deben trazar de antemano ninguna senda, sino dejar que Dios los guíe como él considera mejor. Dios siempre guía al ciego por un camino que no conoce. Nunca ningún pecador ha sido llevado al reino a través de tal curso de sentimiento que esperaba. Muy frecuentemente son sorprendidos en encontrarse que están dentro, y que no han tenido tales prácticas como esperaban.

Es muy común que las personas estén esperando ser hechas sujetos de oración, o por algún medio particular para usarse, o ver si no pueden ellas mismas ser mejores. Son tan malos, dicen, que no pueden ir a Cristo. Quieren tratar, por humillación, sufrimiento y oración, para estar aptas para ir. Tienen que sacarlas de todos esos refugios. Es sorprendente hacia cuantos rincones con frecuencia corren ellas antes de ir a Cristo. He conocido a personas casi trastornadas por la falta de un poco de correcta instrucción.

A veces tales personas creen que sus pecados son muy grandes para ser perdonados, o que han lastimado al Espíritu de Dios, cuando ese Espíritu está redarguyéndolos. Fingen que sus pecados son mayores que las misericordias de Cristo, de ese modo insultan de hecho al Señor Jesucristo.

A veces los pecadores tienen la idea que Dios los ha desistido, y que no puede ser salvos. Con frecuencia es difícil sacarlos de esa idea. Mucho de los casos más perturbadores que he visto han sido de ese carácter, donde las personas insisten que los han dado por vencidos y que nada los cambiará.

En un lugar donde estaba trabajando en un avivamiento, fui un día a la reunión, y antes de que empezaran los ejercicios oí un ruido perturbador, del más allá, un quejido quedo. Vi a varias mujeres juntas alrededor de la persona que lo hizo. Dijeron que era una mujer en desesperación. Ya había estado mucho tiempo en ese estado. Su esposo era un borracho. La había llevado a la reunión y se había ido él a la taberna. Conversé con ella y vi su estado; su caso era muy difícil de tratar. Al estarme yendo para comenzar los ejercicios dijo que tenía que irse, pues no podía oír la oración o el canto. Le dije que no se fuera, y le pedí a las señoras que la detuvieran, si fuera necesario, por la fuerza. Sentí que el diablo la tenía agarrada, Dios era más fuerte que el diablo, y que podía liberarla. Los ejercicios empezaron, y ella hizo el mismo ruido que al principio, pero poco a poco volteó. El tema escogido fue especialmente para el caso de ella, y mientras proseguía el tema, se obtuvo su atención, sus ojos estaban fijos--nunca olvidaré cómo se veía, sus ojos y boca abiertos, su cabeza sin agacharse, y casi se levanta de su asiento, mientras la verdad se derramaba en su mente. Finalmente, mientras la verdad derribaba cada cimiento en el que descansaba su desesperación, dio un grito, agachó su cabeza, y se sentó perfectamente quieta hasta que terminó la reunión. Fui a ella, la encontré perfectamente calmada y feliz en Dios. La vi tiempo después y así permanecía. De ese modo la Providencia la arrojó donde ella nunca esperaba estar, y la forzó a escuchar la instrucción adaptada para su caso. Ustedes pueden hacer bien incalculable al encontrar precisamente donde yace la dificultad y entonces llevar la verdad directamente a ese punto.

A veces las personas sostendrán tenazmente que han cometido el pecado imperdonable. Cuando tienen la idea en sus mentes, pondrán todo en su contra. En tales casos, es una buena forma llevarlos a su posición, y razonar con ellos de esa forma: "supongan que han cometido el pecado imperdonable, ¿entonces qué? Es razonable que se rindan a Dios, y se lamenten por sus pecados, y rompan con ellos, y todo el bien que puedan, incluso si Dios nos los perdona. Incluso si van al infierno, deben hacer eso". Insistan en ese pensamiento y voltéenlo hasta que ellos entiendan y accedan a él.

Es común que las personas en esos casos tengan sus ojos en ellos mismos; se encerrarán ellos mismos, y mantendrán su vista hacia su propia oscuridad, en vez de ponerla en Cristo. Ahora si pueden tomar sus mentes lejos de ellos mismos, y hacer que piensen en Cristo, pueden alejarlos de la cavilación de sus sentimientos presentes, y que se agarren de las esperanza puesta ante ellos en el Evangelio.

2. Tengan cuidado de conversar con pecadores redargüidos, de no comprometerse con ellos sobre cualquier punto donde tengan ellos dificultad. Si lo hacen, se asegurarán ellos de tomar ventaja de eso, y así tener una esperanza falsa. Los pecadores redargüidos con frecuencia se meten en dificultad para rendir un pecado muy querido, o someter algún punto donde la conciencia y el Espíritu Santo están en guerra con ellos. Si se encuentran con un individuo que rendirá el punto, se sentirá mejor y estará feliz, y creerá que ha sido convertido. El joven que vino a Cristo era de ese carácter. Tenía una dificultad, Jesucristo sabía qué era. Sabía que amaba su dinero, y en vez de acomodar el asunto, y así tratar de consolarlo, sólo puso su dedo en el mero lugar y le dijo, "vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme". ¿Cuál fue el efecto? Pues, el joven se fue triste. Muy probable, si Cristo le hubiera dicho que hiciera cualquier otra cosa, se hubiera sentido aliviado, y hubiera tenido una esperanza, hubiera profesado ser un discípulo, pertenecer a la iglesia, e irse al infierno.

La gente con frecuencia se pone ansiosa para hacer un compromiso. Harán preguntas como ésta, ¿si no creen que una persona pueda ser cristiana y sin embargo hace tales y tales cosas; o si pueda no ser cristiana y no hace tales y tales cosas? Ahora, no cedan ni un centímetro a tales preguntas. Esas preguntas en sí pueden con frecuencia mostrarles el mero punto en el que sus mentes están trabajando. Les mostrará que es orgullo, o amor al mundo, o algo parecido, que previene que se vuelvan cristianos.

Tengan cuidado de hacer trabajo minucioso en este punto, el amor al mundo. Creo que ha habido más falsas esperanzas construidas en instrucciones equivocadas aquí que en cualquier otra manera. Una vez oí que un doctor en divinidad trataba de persuadir a su público de renunciar al mundo; y les dijo: "si tan sólo renunciaran a él, Dios se los devolvería de inmediato otra vez. Está dispuesto a que ustedes disfruten el mundo". ¡Miserable! Dios nunca devuelve el mundo al cristiano, en el mismo sentido que requiere a un pecador redargüido que renuncie a él. Nos requiere rendir la propiedad de todo a él para que nunca más por un momento la consideremos como nuestra. Un hombre no debe pensar que tiene el derecho de juzgar por él mismo cuánto de su propiedad debe poner para Dios. Un hombre cree que puede gastar 20 mil dólares al año para mantener a su familia; tiene el derecho de hacerlo porque tiene los medios suyos. Otro cree que puede poner 5 mil dólares. El otro día un hombre dijo que había prometido que no daría nada de su propiedad para educar a jóvenes para el ministerio. Cuando se le pide, sólo responde: "he dicho que nunca daré para eso, y nunca lo voy a hacer". ¡Hombre! ¿Acaso Cristo te dijo qué hacer con el dinero de él? ¿Ha puesto alguna regla? Recuerden que es su dinero del que estamos hablando, y si lo quiere para educar ministros, lo retienen ustedes para su perdición. Ese hombre tiene aún que aprender el primer principio de religión, que no se pertenece, y que el dinero que posee es de Jesucristo.

He aquí la gran razón por la que la iglesia está tan llena de falsas esperanzas. Los hombres han sido dejados para suponer que podrían ser cristianos mientras se agarran ellos de su dinero. Y esto ha servido de traba para cada empresa. Es un hecho indudable que la iglesia tiene fondos suficientes para suministrar al mundo con Biblias, folletos y misioneros, inmediatamente. Pero la verdad es que los profesantes de religión no creen que "del Señor es la tierra y su plenitud". Cada hombre supone que tiene un derecho de decidir cómo asignará su dinero. Y no tienen idea que Jesucristo les dictará a ellos sobre el tema.

Asegúrense de tratar minuciosamente este punto. La iglesia está ahora llena de hipócritas porque nunca han hecho renunciar al mundo. Nunca fueron hechos para ver que a menos que hicieran una consagración entera de todo a Cristo, todo su dinero, todos sus talentos, toda su influencia, todas sus posesiones, nunca irán al cielo. Muchos creen que pueden ser cristianos, y aún soñar durante su vida, y usar todo su tiempo y propiedad para ellos, sólo dando un poco de vez en cuando, para guardar las apariencias, cuando pueden hacerlo con perfecta conveniencia. Pero es un triste error, y se darán cuenta, si no emplean sus energías para Dios. Y cuando mueran, en vez de ir al cielo al final del camino que están andando, encontrarán el infierno ahí.

Al tratar con un pecador redargüido, asegúrense de alejarlo de cualquier refugio, y no lo dejen con un centímetro del fundamento en el que se ponen, en tanto resistan a Dios. Esta necesidad no toma tiempo hacerlo. Cuando el Espíritu de Dios está operando al contender con un pecador, es fácil sacarlo de sus refugios. Encontrarán la verdad ser como un martillo, aplastando donde golpee. Hagan un trabajo limpio con él, para que rinda él todo a Dios.

Hagan que el pecador vea claramente la naturaleza y extensión de la ley Divina, e insistan en la cuestión principal de la sumisión entera a Dios. Ataquen ese punto tan pronto como hayan hecho claramente que entienda lo que buscan y no cambien el rumbo a otra cosa.

Tengan cuidado en ilustrar el tema, no confundan la mente para dejar la impresión de que una sumisión egoísta responderá, o una aceptación egoísta de la expiación, o una rendición y un recibimiento egoístas a Cristo, como si un hombre estuviera haciendo un negocio, rindiendo sus pecados y recibiendo la salvación a cambio. Esto es puro trueque y no sumisión a Dios. No dejen terreno en sus explicaciones o ejemplos por una postura del asunto. El corazón egoísta del hombre con ansias tomará tal postura de religión, si se le presenta, y muy probable se encerrará en ella, y así obtendrá una esperanza falsa.

En otra ocasión llamaré su atención a ciertas cosas que son evitadas al tratar con los pecadores.

OBSERVACIONES

1. Háganlo un objeto de constante estudio, de reflexión y oración diarias, para aprender cómo tratar a los pecadores para promover su conversión. Es de suma importancia en la tierra de cada cristiano el de salvar almas. Las personas con frecuencia se quejan que no saben cómo tomar este asunto. Pues la razón es bastante sencilla; nunca lo han estudiado. Nunca se han tomado las molestias para calificarse ellas mismas para la obra de salvar almas. Si las personas lo hicieran más que un asunto de atención y pensamiento para calificarse ellas mismas para sus asuntos mundanos que lo que hacen para salvar almas, ¿cómo creen que tendrán éxito? Ahora, si están así descuidando el asunto principal de la vida, ¿para qué viven? Si no lo hacen un asunto de estudio, cómo pueden actuar exitosamente en construir para el reino de Cristo, están actuando una parte muy perversa y absurda como cristianos.

2. Muchos profesantes de religión hacen más mal que bien cuando intentan hablar con pecadores impenitentes. Tienen tan poco conocimiento y habilidad que sus observaciones más bien desvían la atención que aumentarla.

3. Tengan cuidado de hallar el punto donde el Espíritu de Dios está insistiendo al pecador, e insistan en el mismo punto en todas sus observaciones. Si desvían su atención de ese punto, correrán gran riesgo de destruir sus convicciones. Tómense la molestia de aprender de su estado mental, qué está pensando, cómo se siente, y en qué siente más hondamente, e insistan totalmente, y no desvíen la mente de él al hablar de otra cosa. No teman de insistir en un punto en el que la mente está trémulamente con vida, no sea que la lastimen, pese a que el Espíritu de Dios está evidentemente debatiendo en ese punto con el pecador. Esto es un intento de ser más sabio que Dios. Deben aclarar el punto, arrojar la luz de la verdad alrededor de ella, y llevar al alma a la rendición y la mente descansará.

4. Grandes males han surgido, y muchas esperanzas falsas han sido creadas al no discriminar entre un pecador despierto y uno redargüido. Por la falta de eso, las personas que están sólo despiertas se les insiste inmediatamente a entregarse; "deben arrepentirse" "rendirse a Dios", cuando no están de hecho convencidas de su culpa, ni instruidas como incluso para saber qué significa sumisión. Ésta es una forma en la que los avivamientos han sido grandemente lastimados por exhortaciones indiscriminadas para arrepentirse, sin la compañía de una instrucción apropiada.

5. Pecadores ansiosos van a ser considerados como que están en un estado solemne y crítico. Han llegado de hecho a un punto de cambio. Es un tiempo cuando su destino es probable que se ponga en orden por siempre. El Espíritu de Dios no contendrá siempre. Los cristianos deben sentir profundamente por ellos. En muchos aspectos sus circunstancias son más solemnes que el día del juicio. Aquí su destino es puesto en orden. El día del juicio lo revela. Y el tiempo particular cuando es hecho es cuando el Espíritu contiende con ellos. Los cristianos deben recordar su tremenda responsabilidad en tales tiempos. El doctor, si sabe su deber, a veces se siente bajo una responsabilidad muy seria. Su paciente está en un estado crítico, donde un pequeño error destruirá su vida, y cuelga temblorosamente entre la vida y la muerte. Si tal responsabilidad se siente en relación al cuerpo, qué tremenda responsabilidad debe sentirse en relación al alma cuando es vista colgarse temblorosamente en un punto, y su destino va a decidirse ahora. Una impresión falsa, un comentario indiscreto, una oración malentendida, una desviación pequeña de la mente puede llevarlo al camino equivocado, y su alma se pierde. Nunca un ángel ha sido empleado en una obra más solemne que aquella de tratar con pecadores que no están bajo convicción. ¡Cuán solemne y cuidadosamente deben entonces los cristianos caminar, cuán sabia y hábilmente trabajar si no tienen la intención de ser los medios de condenar un alma!

FINALMENTE, si hay un pecador en esta casa, déjeme decirle que abandone todas sus excusas. Se le ha dicho esta noche que todo es en vano. Esta noche será dicho en el infierno, y dicho en el cielo, y hecho eco desde los rincones del universo, lo que deciden hacer. Esta misma hora pueden sellar su destino eterno. ¿Se rendirán a Dios esta noche AHORA?

 

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