LA VERDAD DEL EVANGELIO

TEOLOGÍA SISTEMÁTICA

por Charles G. Finney

 

 Capítulo 34

Santificación

Pablo Completamente Santificado

 

Podría insistir muchas otras grandes consideraciones, y como he dicho, llenar un libro con versículos, y argumentos y demostraciones, de la obtenibilidad de la santificación completa en esta vida.

Pero me abstendré, y presentaré sólo una consideración más: una consideración que tiene gran peso en algunas mentes. Es un asunto de gran importancia, si alguien de hecho obtuvo este estado. Algunos que creen en su obtenibilidad no la consideran de mucha importancia para demostrar que de hecho ha sido lograda. Ahora admitiré libremente que puede ser obtenible, incluso si nunca ha sido lograda. Pero me parece que, como una fuente de motivación para la iglesia, es de gran importancia, si, en realidad, un estado de santidad completa y continua se ha logrado en esta vida. El asunto cubre mucho terreno. Pero por causa de la brevedad, intento examinar un solo caso, y ver si no hay razón para creer que se ha logrado, por lo menos, en una instancia. El caso al que aludo es el del apóstol Pablo. Y propongo tomar y examinar los pasajes que hablan de él con el propósito de establecer si hay evidencia de que haya logrado ese estado en esta vida.

Y aquí permítaseme decir que me parece claro que Pablo y Juan, por no mencionar a los otros apóstoles, intentaron y esperaron que la iglesia los entendiera al hablar de la experiencia, y habiendo recibido de esa plenitud que enseñaron que era de Cristo y su evangelio.

Y deseo decir de nuevo y más claramente que no descanso en la utilidad de obtener un estado de santidad continua y completa sobre el asunto, de que si alguien la ha obtenido, como tampoco descansaré en la cuestión de que si el mundo será convertido en el hecho de que si se ha convertido alguna vez. Me he sorprendido cuando el hecho de que un estado de santidad completa se ha logrado se insta como un argumento entre muchos para probar su obtenibilidad, y que también, meramente como una motivación que los cristianos se agarren de esa bendición--que los objetores y críticos se agarran de eso, como la doctrina de la santificación, como si al poner en duda este asunto particular, arrojaran toda las otras pruebas de su obtenibilidad. Ahora esto es totalmente absurdo. Cuando, entonces, examine el carácter de Pablo con este objetivo a la vista, si pareciera claro a ustedes de que él no logró ese estado, no van a pasar por alto el hecho, que su obtenibilidad es aclarada por otros argumentos, en fundamentos totalmente independientes del asunto, si se ha logrado o no; y que meramente uso yo esto como un argumento, simplemente porque para mí me parece forzoso y apto proporcionar gran motivación a los cristianos para presionar por ese estado.

Primero haré algunas observaciones tocantes a la manera en que debe entenderse el lenguaje de Pablo cuando habla de él mismo, y entonces procederé al análisis de los pasajes que hablan de su carácter cristiano.

Su carácter, como se revela en su vida, demanda que debamos entenderle todo lo que dice, cuando se habla a su favor. El Espíritu de inspiración le guardará de alabarse él mismo. Ningún hombre parece haber tenido gran modestia y sentirse más indispuesto a exaltar sus propios logros. Si se consideró él mismo como no haber logrado un estado de santificación completa, y tan a menudo, si no en todas las cosas, no cumplir con todo su deber, podemos esperar encontrarlo reconociendo esto con la más profunda humildad. Si se le culpa de vivir en pecado, y de ser perverso en cualquier cosa, podemos esperar de él, cuando habla bajo inspiración, no para justificar, sino sin equivocación condenarse él mismo en esas cosas, si realmente era culpable.

Ahora en vista de estos hechos, examinemos aquellas escrituras en donde él habla de él mismo y otros hablan de él.

1 Ts. 2:10: "Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes". Aquí él completamente ratifica su propia santidad. Este lenguaje es muy fuerte, "cuán santa, justa e irreprensiblemente". Si ser santo, justo, e irreprensible, no es santificación completa, ¿qué es? Apela al Dios que escudriña corazones para la verdad de lo que él dice, y para la propia observación de ellos, acudiendo a Dios y a ellos también para ser testigos de que ha sido santo y sin culpa. Aquí tenemos el testimonio de un apóstol inspirado en el lenguaje más completo, ratificando su propia santidad total. ¿Fue engañado? ¿Puede ser que se conocía él mismo todo el tiempo para haber estado viviendo en pecado? Si tal lenguaje como éste no equipara una ratificación absoluta de que él había vivido entre ellos sin pecado, ¿qué puede saberse por el uso del lenguaje humano?

2 Co. 6:3-7: "No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea vituperado; antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, en palabra de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra". Sobre estos versículos observo: Pablo ratifica que no ofendió a nadie en nada, sino en todas las cosas aprobado él mismo como ministro de Dios. Entre otras cosas, hizo esto: "en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero" y "con armas de justicia a diestra y a siniestra". ¿Cómo pudo un hombre tan modesto como Pablo hablar de él mismo de ese modo a menos que él mismo supiera que estaba en un estado de santificación completa y pensara que era de gran importancia que lo supiera la iglesia?

2 Co. 1:12: "Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros". Este pasaje simplemente implica lo mismo, y fue claramente dicho para el mismo propósito--para declarar la grandeza de la gracia de Dios como se manifestó en él mismo.

Hch. 24:16: "Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres". Pablo sin duda en ese momento tenía una conciencia iluminada. Si un apóstol inspirado podía afirmar que él procuraba "tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres", ¿acaso no debió haber estado en un estado de santificación completa?

2 Ti. 1:3: "Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día". Aquí de nuevo afirma que sirve a Dios con la conciencia limpia. ¿Podría ser esto, si él estaba con frecuencia, y quizá todos los días, como algunos suponen, violando su conciencia?

Gá. 2:20: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". Esto no ratifica, sino implica fuertemente que vivió sin pecado, y también se consideraba él mismo como muerto al pecado en el sentido de estar permanentemente santificado.

Gá. 6:14: "Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo". Este texto también proporciona la misma inferencia que la de arriba.

Fil. 1:21: "Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia". Aquí Pablo afirma que para él vivir era como si Cristo viviera en la iglesia, esto es, por su doctrina ejemplificada en su vida, era como si Cristo viviera de nuevo y predicara su propio evangelio a los pecadores y a la iglesia; o por él vivir era dar a Cristo a conocer como si Cristo viviera para darse él mismo a conocer. ¿Cómo podía decir eso, a menos que su ejemplo, y doctrina y espíritu, fueran los de Cristo?

Hch. 20:26: "Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos". Este pasaje, tomado en su conexión, muestra claramente la impresión que Pablo deseó hacer en las mentes de aquellos a quienes él se dirigía. Es seguro que no podía en un sentido apropiado estar "limpio de la sangre de todos", a menos que hubiera cumplido con todo su deber. Si él hubiera estado faltando pecaminosamente en cualquier gracia, o virtud, o labor, ¿podía haber dicho eso? Ciertamente no.

1 Co. 2:16-17: "Por tanto, os ruego que me imitéis. Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias". Aquí claramente Pablo se pone como ejemplo para la iglesia. ¿Cómo pudo hacer eso si estaba viviendo en pecado? Mandó a Timoteo a ellos para refrescar sus memorias tocante a su doctrina y práctica, implicando aquello que enseñó en cada iglesia que él mismo practicó.

1 Co. 11:1: "Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo". Aquí Pablo les ordena que lo imiten como él imitó a Cristo, no en cuanto a que él imitara a Cristo, como algunos lo entienden, sino imitarlo porque él imitó a Cristo. ¿Cómo pudo de esta manera absoluta ordenar a la iglesia que copiara su ejemplo, a menos que supiera que estaba sin culpa?

Fil. 3:17, 20: "Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros… Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo". Aquí de nuevo, Pablo llama a la iglesia a imitarlo, y particularmente a observar a aquellos que imitan su ejemplo, y asigna como razón porque "nuestra ciudadanía está en los cielos".

Fil. 4:9: "Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz será con vosotros". Se le ordenaba a los filipenses hacer las cosas que habían aprendido y recibido y visto en él. Y añade que si ellos las hacen, el Dios de paz estará con ellos. Ahora, ¿puede ser que quiso él decir que ellos debían entender algo menos de lo que él hubiera vivido sin pecado entre ellos?

Ahora examinaré esos pasajes que muchos suponen que implican que Pablo no estaba en un estado de santificación completa.

Hch. 15:36-40: "Después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están. Y Bernabé quería que llevasen consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos; pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde Panfilia, y no había ido con ellos a la obra. Y hubo tal desacuerdo entre ellos, que se separaron el uno del otro; Bernabé, tomando a Marcos, navegó a Chipre, y Pablo, escogiendo a Silas, salió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor".

El desacuerdo entre Pablo y Bernabé surgió del hecho de que Juan, quien era sobrino de Bernabé, los había dejado abruptamente en sus travesías, parecería, sin ninguna razón justificable, que había regresado a casa. Parece que la confianza de Bernabé en su sobrino fue restaurada. Pero Pablo no estaba aún satisfecho de la estabilidad de su carácter, y pensó que era peligroso confiar en él como compañero de viaje y colaborador. No se insinúa, ni puede justamente inferirse, que hubieran pecado los dos por este desacuerdo. Si se culpara a alguien, parece que sería a Bernabé, en vez de Pablo, porque estaba decidido a llevarse a Juan con él, sin haber consultado a Pablo. Y persistió en esta decisión hasta que se topó con la resistencia de parte de Pablo, que se llevó a Juan y zarparon para Chipre, mientras Pablo escogió a Silas como su compañero, que fue recomendado por los hermanos para la gracia de Dios, y partieron. Ahora ciertamente no hay nada que podamos descubrir en este intercambio, que Pablo, o algún otro hombre bueno, o un ángel, bajo las circunstancias necesite haber estado avergonzado. No parece que Pablo actuara más por un asunto de la gloria de Dios y la buena religión que por ese intercambio. Humildemente yo preguntaría, ¿qué espíritu es ése que encuentra evidencia suficiente en este caso para culpar a un apóstol inspirado de rebelión contra Dios?

Hch. 23:1-5: "Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy. El sumo sacerdote Ananías ordenó entonces a los que estaban junto a él, que le golpeasen en la boca. Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y quebrantando la ley me mandas golpear? Los que estaban presentes dijeron: ¿Al sumo sacerdote de Dios injurias? Pablo dijo: No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; pues escrito está: No maldecirás a un príncipe de tu pueblo". En este caso se le ha imputado a Pablo ira pecaminosa. Pero, como yo veo, sin ninguna justa razón. Para mí que Pablo no estaba personalmente familiarizado con el entonces sumo sacerdote en servicio. Y manifestó la consideración más elevada de la autoridad de Dios al citar del Antiguo Testamento, "no maldecirás a un príncipe de tu pueblo", implicando que a pesar del abuso que había recibido, no hubiera respondido, si se le hubiera hecho saber que era el sumo sacerdote.

Ro. 7, del versículo décimo catorce al vigésimo quinto, se ha supuesto por muchos que es un epítome de la experiencia de Pablo al momento de que escribió la epístola. Sobre esto observo:

1. La conexión y rumbo del razonamiento de Pablo muestran que el caso del cual estaba hablando, sea el suyo o el caso de alguien más, fue aducido por él para ilustrar la influencia de la ley en la mente carnal. Éste es un caso en el que el pecado tuvo dominio completo y dominó todos sus propósitos de obediencia.

2. El uso de Pablo de pronombre singular, y en la primera persona, no prueba nada en relación al punto, si estaba o no hablando de él mismo, pues esto es común en él, y en otros escritores, cuando se usan ejemplos. Mantiene el pronombre personal, y pasa al capítulo octavo, al principio del cual él se representa a sí mismo, o la persona de quien está hablando, como siendo no sólo distinto, sino exactamente en estado mental opuesto. Ahora, si el capítulo séptimo contiene la experiencia de Pablo, ¿de quién es esta experiencia en el capítulo octavo? ¿Acaso vamos a entender estos dos capítulos como la experiencia de Pablo? Si así es, debemos entenderle a él primero hablando antes de su experiencia, y entonces después que fue santificado. Empieza el capítulo octavo diciendo: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu". La ley del pecado y la muerte fue esa ley en sus miembros, o la influencia de la carne, de la cual se había quejado amargamente en el capítulo séptimo. Pero ahora, parece que ha pasado a un estado en el que es hecho libre de esta influencia de la carne--está emancipado y muerto al mundo y a la carne, y está en un estado en el que no hay ninguna condenación. Ahora, si no hubo condenación del estado en el que estaba, debió haber sido, ya sea porque no pecó, o si pecó, porque la ley no lo condenó, o porque la ley de Dios fue repelida o abrogada. Ahora, si la pena de la ley era hacer a un lado su caso del que no pudiera pecar sin condenación, esto sería una abrogación real de la ley. Pero como la ley no fue hecha a un lado, y no podía hacerse a un lado, su pena no fue y no pudo ser así abrogada, como para no condenar cada pecado. Si Pablo vivió sin condenación, debió ser porque vivió sin pecado.

Para mí no parece que Pablo hable de su propia experiencia en el capítulo séptimo de Romanos, sino que meramente supone un caso como ejemplo, y habla en primera persona, y en el tiempo presente, simplemente porque era conveniente y apropiado para su propósito. Su objeto era claramente, en esto y en el principio del capítulo octavo, contrastar la influencia de la ley y del evangelio--describir en el capítulo séptimo el estado de un hombre que estaba viviendo en pecado, y cada día era condenado por la ley, acusado y constantemente luchando contra sus propias corrupciones, sino continuamente venciendo, --y en el capítulo octavo para exhibir a una persona en el disfrute de la libertad del evangelio, donde la rectitud de la ley se cumplía en el corazón por la gracia de Cristo. El capítulo séptimo puede bien aplicarse a una persona en un estado de apostasía, o una persona acusada que nunca se ha convertido. El capítulo octavo no puede ser claramente aplicable a nadie, sino a aquellos que están en un estado de santificación completa.

Ya he dicho que el capítulo séptimo contiene la historia de alguien sobre quien el pecado se enseñorea. Ahora supóngase que ésta fue la experiencia de Pablo cuando escribió la epístola, o de cualquiera que estaba en la libertad del evangelio. Y más aún, esto está tan claramente en contradicción con el capítulo sexto. Como dije, el capítulo séptimo exhibe a alguien sobre quien el pecado tiene dominio: pero Dios dijo en el capítulo sexto en el versículo catorce, "porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia". Observo finalmente sobre este pasaje que si Pablo estaba hablando de él mismo en el capítulo séptimo de Romanos, y realmente estaba relatando una historia de su propia experiencia, no prueba nada tocante a su santificación subsecuente, puesto que el capítulo octavo muestra concluyentemente que no era su experiencia al momento de que escribió la epístola. El hecho de que los capítulos séptimo y octavo hayan sido separados desde que se hizo la traducción, como he dicho antes, ha llevado a mucho error en el entendimiento de este pasaje. No hay nada más cierto que los dos capítulos fueron diseñados para describir no sólo experiencias distintas, sino experiencias opuestas una con otra. Y es claramente imposible que las dos experiencias deban pertenecer a la misma persona en ese momento. Si por tanto Pablo está hablando de esta conexión de su propia experiencia, estamos obligados a entender el capítulo séptimo como que describe su experiencia al momento de que escribió la epístola, y el capítulo octavo como una descripción de su experiencia pasada.

Ahora, por tanto, si uno entiende el capítulo séptimo como la descripción de una experiencia cristiana, debe entenderlo como que da los ejercicios de uno en un estado imperfecto, y el capítulo octavo como que describe un alma en un estado de santificación completa. De modo que este capítulo, en vez de militar contra la idea de la santificación completa de Pablo, sobre la suposición de que estaba hablando de él mismo, plenamente establece el hecho de que estaba en ese estado. ¿Qué quieren decir esos hermanos que toman partido del capítulo séptimo como completamente desconectado del que precede y del que sigue, y hacen una historia triste sobre el tema de atadura legal y pecaminosa de un apóstol inspirado? ¿Qué no puede probarse de esta manera de la Biblia? ¿Acaso no es una regla sana e indispensable de interpretación bíblica que un pasaje se tome en su conexión y que el enfoque e intención central del escritor sea tenerla continuamente en mente para decidir sobre el significado de cualquier pasaje?

Fil. 3:10-15: "a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios".

Aquí es una alusión clara a los juegos olímpicos en el que los hombres corrían por un premio, y no se les coronaba hasta el final de la carrera a pesar de lo bien que corrieran. Pablo habla de dos tipos de perfección aquí, una que dice haber obtenido, y la otra que no. La perfección que él no ha obtenido fue la que no esperaba lograr hasta el final de su carrera, ni en efecto hasta que no haya alcanzado la resurrección de entre los muertos. Hasta que no lo fuera, y no esperaba ser perfecto en el sentido de que debería asirse de "aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús". Pero todo esto no implica que no estaba viviendo sin pecado, ni más ni menos que implique que Cristo estaba viviendo en pecado cuando dijo "hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra. Sin embargo, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino…" (Lc. 13:32-33). Aquí Cristo habla de una perfección que no había obtenido.

Ahora es claro que fue un estado glorificado el cual Pablo no había obtenido, y de la perfección de la que él iba en pos, pero en el versículo 15 habla de otro tipo de perfección la cual él profesó haber obtenido. "Así que", él dice, "todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos", esto es, vayamos en pos de un estado más elevado de perfección en gloria "si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos". Se debe tener en mente continuamente la figura del juego en este pasaje. El premio en esas carreras era la corona. Era dada sólo al final de carrera. Y además, un hombre no era coronado excepto que corriera legítimamente, es decir, de acuerdo con la regla. Pablo estaba corriendo por el premio, esto es la corona, y no por la santificación completa como algunos suponen sino por una corona de gloria. No esperaba él esto sino hasta que hubiera completado la carrera. Exhorta a aquellos que eran perfectos, esto es, aquellos quienes estaban corriendo legítimamente o según la regla, a olvidar las cosas que están atrás y llegar a la marca, es decir, a la meta, por el premio, o la corona de gloria que el Señor el juez justo, quien estaba presenciando su carrera para premiar con la corona al ganador, le daría ese día.

Ahora es claro para mí que Pablo en este pasaje no enseña expresa o implícitamente que estaba viviendo en pecado, sino totalmente lo opuesto, quería decir, como había dicho en otros lugares, que estaba sin culpa con respecto al pecado, pero que estaba aspirando a logros más elevados y pensaba quedar satisfecho con nada menos que la gloria eterna.

De nuevo, Fil. 4:11-13: "No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece". Aquí Pablo sin duda quiso afirmar, no nada más su habilidad abstracta de cumplir con todo su deber, sino que había aprendido por experiencia que de hecho y en realidad él mismo podía hacer todas las cosas requeridas a él.

En relación al carácter de Pablo, permítaseme decir: si Pablo no estaba sin pecado, era un jactancioso exagerado, y tal lenguaje usado por cualquier ministro en estos días sería considerado como el lenguaje de un jactancioso exagerado. Ponerse él mismo como ejemplo tan frecuente y plenamente, sin la precaución o calificación, era muy peligroso para los intereses de la iglesia, si no iba a estar en un estado de santificación completa.

Su lenguaje en apelación a Dios de que en vida y corazón era intachable, era blasfemo a menos que realmente fuera lo que profesaba ser, y si era lo que profesaba ser, estaba en un estado de santificación completa. Es deshonrar a Dios el mantener, bajo estas circunstancias, que Pablo no había obtenido la bendición de la santificación completa. En ningún lado confiesa pecado después de volverse apóstol, sino invariablemente se justifica a sí mismo, apelando al hombre y a Dios por su integridad completa y corazón y vida intachables. Mantener la pecaminosidad de este apóstol es negar la gracia del evangelio y acusar a Dios neciamente. Y no puedo más que preguntar ¿por qué este grande esfuerzo en la iglesia de mantener que Pablo vivió en pecado y que nunca fue completamente santificado hasta su muerte?

 

Dos cosas me parecen sorprendentes:

1. Que muchos cristianos parecen pensar ellos mismos honrar a Dios elevadamente al extender exigencias de la ley, y sin embargo negar que la gracia del evangelio es igual a las demandas de la ley.

2. Que muchas personas parecen tener un punto de vista fariseo del tema de santificación. Con respecto a la primera de estas opiniones, muchas molestias se han tomado para extender las exigencias más grandes de la ley de Dios. Mucho se ha dicho de su rigidez excesiva e infinita, y la gran amplitud y grosor y altura y profundidad de sus exigencias. Multitudes se han ocupado en defender las exigencias de la ley, como si grandemente temieran que la pureza de la ley fuese mancillada, su rigidez y espiritualidad pasada por alto, y sus exigencias santas y elevadas puestas a un lado, o echadas de alguna manera a un nivel de pasión humana y egoísmo. Pero mientras se ocupan en su celo por defender la ley, hablan y predican, y escriben, como si la supusieran indispensable a fin de sostener sus altas exigencias de la ley, negar la gracia y poder del evangelio, y su suficiencia para permitir a los seres humanos cumplir con los requisitos de la ley. Así me parece, sin querer, entrar a las listas contra la gracia de Cristo y con la seriedad más grande e incluso vehemencia, para negar que la gracia de Cristo no sea suficiente para vencer el pecado y cumplir en nosotros la justicia de la ley. Sí, en su celo por la ley me parece que descuidan, o niegan de plano, la gracia del evangelio.

Ahora que se exalte la ley. Que sea magnificada y sea hecha honorable. Que se muestre ser estricta y pura y perfecta, como su Autor; propáguense sus exigencias a toda los campos de responsabilidad humana y angélica; llévese como una llamarada de fuego los rincones más profundos de cada corazón humano; exáltese tan alto como el cielo; y hágase estruendo su autoridad y exigencia en las profundidades del infierno; despliéguese su línea sobre el universo de la mente; y que truene, como se pueda y deba, a los muertos y la condenación terrible contra cada grado y tipo de iniquidad. Sin embargo, recuérdese por siempre que la gracia del evangelio es co-extensiva con las exigencias de la ley. Que ningún hombre, por tanto, en su lucha por mantener la autoridad de la ley, insulte al Salvador, ejercite incredulidad, o eche fuera la fe de la iglesia, al sostener la idea profana de que el glorioso evangelio del Dios bendito enviado a casa y considerado poderoso por la aplicación eficaz del Espíritu Santo, no sea suficiente para cumplir en nosotros "la justicia de la ley" (Ro. 8:4) para estar "firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere" (Col. 4:12).

Con respecto al segundo punto que me parece sorprendente, por así decirlo, que muchos parecen tener una postura farisea de la doctrina de la santificación, permítaseme decir, que parecen tener miedo de admitir que cualquiera que esté completa y perfectamente santificado en esta vida, a menos que se alardee de orgullo humano, que den por hecho, que si somos completamente santificados para gloria, como si hubieran hecho algo, y fueran en sí mismos mejores que otros. Mientras que la doctrina de la santificación completa totalmente aborrece la idea de mérito humano, la repudia toda junta como una abominación a Dios y al alma santificada. Esta doctrina, como se enseña en la Biblia, y como la entiendo, está tan lejos como posible de reunirse en el grado más ínfimo a la idea de cualquier cosa naturalmente buena en santos y pecadores. Atribuye el todo de la salvación y santificación del primero al último, no sólo hasta que el alma se santifique, sino en cada momento mientras permanezca en ese estado, al Espíritu morador, la influencia y gracia de Cristo.

 

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