LA VERDAD DEL EVANGELIO

 LA SANTIDAD DE LOS CRISTIANOS EN LA VIDA PRESENTE

 The Oberlin Evangelist.

1 de marzo de 1843

Conferencia por el profesor Finney.

Reportada para el Evangelist por el Rev. S.D. Cochran.

#5

  GUERRA CRISTIANA.

 

Digo pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis la concupiscencia de la carne. Porque la carne codicia contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne: y estas cosas se oponen la una á la otra, para que no hagáis lo que quisieres.' -- Gá. 5:16, 17 (RVA).

 

Este pasaje ha sido grandemente malentendido, o de lo contrario el Apóstol se ha contradicho a sí mismo. Poniendo a un lado el versículo 16, y que el diseño del 17 es para asignar las bases de la afirmación en el 16, muchos exponentes de la escritura han entendido el 17 para declarar que en consecuencia de la carne que codicia contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne, las personas que realmente desean ser santas no pueden. Así ha sido generalmente entendido. Ahora, repito que, si esta interpretación fuera cierta, el Apóstol se contradiría. El versículo 16 positivamente afirma que aquellos que andan en el Espíritu no satisfacen las concupiscencias de la carne. Esta interpretación del versículo 17, lo hace decir que, en consecuencia, de la oposición entre la carne y el Espíritu, aquellos que andan en el Espíritu, después de todo, no pueden más que satisfacer los deseos de la carne, pero esta interpretación completamente pasa por alto el hecho que el versículo 17 está diseñado para establecer la afirmación hecha en el versículo 16. En ese versículo, el Apóstol dice "Andad en el Espíritu, y no satisfagáis la concupiscencia de la carne". ¿Por qué? "Porque", dice él, "la carne codicia contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne: y estas cosas se oponen la una á la otra"; es decir, son opuestos. ¿Entonces qué? Pues la inferencia obvia "para que no hagáis (esto es, aquellos que andan en el Espíritu) lo que quisieres", en caso de que no estén andando en el Espíritu. En otras palabras, ustedes que andan en el Espíritu no pueden satisfacer las concupiscencias de la carne. El principio simple es que no pueden ir pos del Espíritu y satisfacer las concupiscencias de la carne al mismo tiempo, porque es imposible realizar dos opuestos a la vez.

Al hacer observaciones sobre el texto, planeo mostrar:

 

I. EN LO QUE NO CONSISTE LA GUERRA CRISTIANA.

II. EN LO QUE CONSISTE.

III. LA DIFERENCIA ENTRE PECADORES DESPREOCUPADOS Y PECADORES COMPUNGIDOS.

IV. LA DIFERENCIA ENRE SANTOS Y PECADORES COMPUNGIDOS, PERO PROFESANTES INCONVERSOS.

V. QUE UNA GUERRA HABRÍA EXISTIDO SI EL HOMBRE NUNCA HUBIERA PECADO.

VI. SEÑALAR LAS CAUSAS DEL AGRAVAMIENTO DE ESTA GUERRA DESDE LA CAÍDA.

VII. CÓMO PUEDE SER MODIFICADA Y AMAINADA.

VIII. QUE CONTINUARÁ, BAJO UNA FORMA MÁS O MENOS MODIFICADA, MIENTRAS ESTEMOS EN EL CUERPO.

 

I. En lo que no consiste la guerra cristiana.

1. No consiste en un conflicto entre la voluntad y el corazón y la conciencia, pues el cristiano tiene un corazón nuevo, y el corazón nuevo y la conciencia están a la par. El nuevo nacimiento consiste en el rechazo de la voluntad a la gratificación de uno mismo como el fin supremo, y la adopción de la ley de la razón. Por tanto, la regeneración armoniza la voluntad y la conciencia, puesto que la conciencia no es nada más que la razón en una función dada.

2. No consiste en una guerra con el pecado interno, sino con la tentación. Algunas personas hablan sobre pelear con el pecado innato, pero ¿qué quieren decir por un lenguaje así? No tengo objeción hacia tales personas que usan un lenguaje así, si tan sólo dicen lo que quieren decir, pero la verdad es, hablar de una pelea cristiana con el pecado innato es completamente una tontería. ¿Qué es pecado? El pecado es un acto de la voluntad. Es escoger la gratificación de uno mismo en preferencia a la voluntad de Dios. Esto, y nada más, es pecado. Hablar, por tanto, de pelear contra el pecado innato es hablar de la voluntad que pelea a sí misma. Es una elección guerreando sobre sí misma; nada puede ser más absurdo. Podemos pelear con la tentación, pero no con el pecado en nosotros mismos.

 

II. En lo que consiste la guerra cristiana.

1. Consiste en un conflicto entre la voluntad y la sensibilidad. Por sensibilidad, como he reiteradamente dicho, se propone esa facultad primaria de la mente a la que pertenecen los sentimientos, los deseos y las pasiones. Los deseos y las pasiones de la sensibilidad son generalmente llamados propensiones. La guerra de los cristianos es una guerra mantenida entre la voluntad y éstas. Por ejemplo, el apetito por la comida busca su propia gratificación, y de ese modo las otras propensiones de la mente. Ya que la gratificación es el único fin a lo que la sensibilidad apunta, desde luego está ciega para todo lo demás. No sabe de medida o grado. Para que la voluntad se rinda a la gratificación de éstas, por tanto, es sujetarla a un poder ilícito, y completamente hacer a un lado la ley de Dios como está revelada en la razón. Eso es pecado, es rendir la voluntad para buscar la gratificación por su propia causa. Eso es todo el asunto de los pecadores, pero en la regeneración, la voluntad rechaza la gratificación de éstas por su propia causa, como un fin, y se rinde al fin demandado por la razón: esto es, al bienestar universal. Toma terreno contras éstas, pero aún existen, y deben ser resistidas. El que la sensibilidad y sus susceptibilidades aún necesiten un freno, luego de la regeneración, es un asunto de experiencia universal con los cristianos, y está directamente afirmado en la Biblia. En el texto, el Apóstol dice: "Andad en el Espíritu, y no satisfagáis la concupiscencia de la carne". El término carne en el tiempo del apóstol representaba lo que conocemos ahora por la sensibilidad. La razón por la que uso ese término es que expresa la idea propuesta más definitivamente en el presente. Cuando un término que alguna vez definitivamente expresaba una idea, con el paso del tiempo, se ha vuelto menos exacto, es nuestro deber adoptarlo al lenguaje moderno que represente la misma idea. Expresar la idea del texto, diría yo, "Andad en el Espíritu, y no satisfagáis las propensiones de la sensibilidad".

2. La guerra cristiana es una guerra entre la voluntad y Satanás. Es su gran objetivo mantener la voluntad en sujeción a las propensiones de la sensibilidad. De modo que dirige todos sus esfuerzos para despertar estas propensiones y a través de ellas esclavizar la voluntad.

3. Esta guerra es una guerra entre el corazón y el mundo. El mundo presenta miles de atracciones en cada lado, adaptadas para despertar propensiones y llevar la voluntad a gratificarlas. Contra estas atracciones, por tanto, una guerra debe mantenerse.

4. Es una guerra contra el temperamento constitucional. Cuántas tentaciones se originan en temperamentos peculiares; por ejemplo, en personas de peculiaridad sanguínea y temperamento impetuoso, o de temperamento nervioso. Pocos han fallado en observar la influencia de la tentación que surge de esta fuente.

5. Es una guerra con el hábito. Cuando se han formado los hábitos, todos sabemos la dificultad de vencerlos. ¿Por qué es esto? Porque el hábito naturalmente origina tentación y esta tentación es grande en proporción a la fuerza del hábito.

6. Es una guerra con una imaginación contaminada. Muchas personas han mantenido su imaginación en tales objetos, y los han incubado por mucho tiempo, que casi espontáneamente crea los retratos más contaminados y presenta a la voluntad las concepciones más seductoras. ¿Quién no sabe eso? Una guerra debe ser constantemente mantenida contras estas creaciones de una imaginación contaminada.

7. Es una guerra con tentaciones que se levantan de una ley de asociación. Por la ley de asociación, quiero decir esa capacidad de la mente por la cual un pensamiento sugiere otro, y ese a otro, hasta que una serie completa ha pasado ante la mente. Ahora, donde las asociaciones están corruptas, presentan tentaciones poderosas a la voluntad, y con éstas una guerra debe mantenerse.

8. Es una guerra por el control de la atención y los pensamientos. Cuántas cosas hay en el mundo como esa, dentro o no, para atrapar la atención y llevar los pensamientos, y través de ellos despertar tentaciones demandantes. Todos están conscientes, mucho o poco, del esfuerzo que cuesta, en ciertas circunstancias y relaciones, para restringir y mantener bajo control los pensamientos y la atención. Todas estas tentaciones, en el último análisis, surgen en la sensibilidad, y Satanás, el mundo, el temperamento constitucional, la imaginación contaminada, la ley de la asociación, y los pensamientos que deambulan, son más que formas diferentes en las que las susceptibilidades de la sensibilidad son peculiarmente despertadas y exacerbadas.

 

III. La diferencia entre pecadores despreocupados y compungidos.

1. El pecador despreocupado y compungido. El pecador despreocupado no tiene guerra entre su voluntad y sensibilidad en lo absoluto. No está compungido de sus males de la gratificación de sí mismo y no ve dónde las propensiones lo están llevando. De ese modo, es llevado sin incluso intentar resistencia. El pecador compungido, por el contrario, ve el mal del pecado--que el reino de sus propensiones es un despotismo ruin del que debe tener liberación. De ahí, los intentos para resistir sus demandas, pero es continuamente vencido. Todos sus esfuerzos no son exitosos y sus resoluciones son llevadas como la hojarasca por el viento.

2. El pecador despreocupado no sabe lo que es tentación. Mientras flota sobre la corriente, no está consciente de su fuerza, y porque se mueve con ella, incluso considera que no se mueve en lo absoluto, pero el pecador compungido ha aprendido su naturaleza. Se ha vuelto consciente que está flotando en la corriente de muerte, y de la necesidad de escapar de su corriente. Por tanto, intenta detenerla, pero se da cuenta que es en vano. Se da cuenta que cuando haría bien, el mal está presente con él.

3. Los pecadores despreocupados no hacen ningún esfuerzo por enmendar, y consecuentemente no saben con qué resistencia se encontrarían si debieran hacerlo. Son como un hombre que ha estado atado a su sueño, quien incluso cuando despierta permanece ignorante de lo que ha hecho, y como consecuencia no hace ningún intento para romper sus vínculos, pero el pecador compungido hace esfuerzos extenuantes. Se ve a sí mismo de pie en un lugar resbaloso del cual debe inmediatamente escapar o perecer. Está en un plano inclinado, moviéndose rápido hacia el borde, desde cual debe sumergirse en las profundidades del infierno. Por tanto, hace resoluciones poderosas de enmienda, pero sin éxito. Se resbala hacia abajo con un radio acelerado, encontrando que el mandamiento que fue ordenado para la vida es para muerte, pues el pecado que toma la ocasión lo engaña y lo mata.

4. Ambos son esclavos, pero el pecador despreocupado no está consciente de su servidumbre. No sabe lo que es un tirano imperioso al que es súbdito, pero el pecador compungido sabe. Ve que es un cautivo vendido bajo el pecado. Está alarmado, y se esfuerza por escapar de su servidumbre. Se levanta y huye, pero es alcanzado por su amo, y llevado de vuelta a rastras a su servicio.

Tales son las diferencias prominentes entre el pecador despreocupado y el pecador compungido. Romanos 7 es un ejemplo de la guerra de un pecador compungido.

 

IV. La diferencia entre santos, y profesantes compungidos, pero inconversos y apóstatas.

1. Ambos tienen apetitos, pasiones y propensiones constitucionales, que están sujetos a ser incitados en la presencia de esos objetos a los que están correlacionados. De ahí que ambos estén sujetos a tentación por estos medios. Estos apetitos y propensiones no tienen en sí mismos carácter moral en ningún caso. Ya que son totalmente involuntarios, cómo es que deben ser pecaminosos. A un hombre se le llamaría perturbado, que hablara del apetito por la comida como pecaminoso, pero es así como cualquier otro apetito, deseo o propensión cual sea. El pecado, por tanto, ni en el profesante verdadero o engañado, no consiste en éstos, sino en consentir la indulgencia bajo circunstancias prohibidas.

2. Ambos ven la necesidad de resistir sus apetitos y propensiones incitados, y ambos hacen resistencia de algún tipo, pero la resistencia del cristiano es eficaz. Los mantiene en sujeción. Esto es la representación uniforme en la Biblia. El texto dice: "Andad en el Espíritu, y no satisfagáis la concupiscencia de la carne". Lo mismo en Romanos 6:14: "El pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la Ley, sino bajo la gracia". Por el contrario, los esfuerzos del profesante inconverso o el apóstata son ineficaces, y sus tentaciones continuamente lo vencen. En el capítulo 7 de Romanos, el Apóstol está hablando exactamente de ese estado. Está poniendo un caso para mostrar las luchas ineficaces de la mente que intenta vencer el pecado por resoluciones, pero sin amor, por tanto, es uniformemente vencido. No puede ser nada más cierto que el Apóstol aquí planeó mostrar que la ley no podía santificar la mente. Manifiestamente está hablando, a lo largo del capítulo, de las relaciones de la ley con la mente egoísta. Cuando dice "yo", meramente supone que es su propio caso como un ejemplo, así como lo hace con frecuencia cualquier otro hablante o escritor. Decimos "yo", no para intentar describir nuestro estado presente de hecho, sino para poner el caso ante la mente de aquellos a los que nos dirigimos. La representación innegablemente es que continuamente es vencido de la tentación, que en el capítulo 8, y en un sinfín de lugares en la Biblia, se niega que sea cierto de un cristiano real. La verdad es que este capítulo es una historia exacta de la experiencia de cada mente que se esfuerza bajo convicción, y puedo añadir que es el opuesto exacto de la experiencia del evangelio.

3. El profesante inconverso o apóstata de corazón es con la tentación. Ésta es la dificultad real con él, y su conciencia sólo lo angustia y lo lleva a desear y resolver, en oposición a la elección real de su corazón. Ahora, mientras su corazón permanece devoto a la gratificación de sí mismo, desde luego todas las resoluciones y los esfuerzos que hace en oposición a eso, debe ser sin amor, y por tanto legal. Están totalmente vacíos de él por la acción de su conciencia que despierta sus temores, y ya que su corazón permanece sin cambio, y ya que el corazón o la intención principal siempre gobierna la conducta, sus resoluciones siempre fallan desde luego. Es imposible que cualquier resolución o esfuerzo deba estar de pie y ser eficaz contra la preferencia suprema de la voluntad, pero el corazón cristiano, por el contrario, es con su conciencia, y por tanto su resistencia es efectiva. Ya que realmente escoge lo que su razón demanda, la tentación está en oposición directa a su elección suprema, y si se rinde a ella, debe ser por un cambio radical de su intención principal. Por tanto, es capaz de someter la tentación y mantenerla bajo sus pies.

4. El profesante compungido resuelve y trata en la ausencia de amor, y desde luego falla y es vencido, pero el cristiano no toma resoluciones. Las ha tratado efectivamente y ha encontrado que no valen nada. Quizá nunca hubo un pecador convertido, ni un apóstata restaurado, hasta que hubo intentando resoluciones y esfuerzos legales tan minuciosamente como para ser compelido a cederlos, absolutamente desesperado por escapar por ellos, pero cuando ha usado todas sus acciones y se encuentra totalmente en bancarrota, entonces, va a Cristo por capital--va directamente a él sólo como libertador. Esto lo lleva lejos de él mismo, Cristo lo considera benevolente y lo libera. Mientras, por tanto, el legalista depende de la observancia, la oración y las resoluciones, para no caer en tentación, el cristiano sabe mejor y depende enteramente de la fortaleza de Cristo.

5. El profesante inconverso o apóstata invoca a Cristo, y cree que depende de él, pero, de hecho, no sabe realmente lo que es dependencia, mientras el verdadero cristiano de hecho depende de Cristo. Es increíble que aquellos que no tienen fe se llaman a sí mismos en sus oraciones pobres criaturas, hacen sus promesas, le dicen a Cristo que confiarán en él, y sin embargo después de todo no vencen, pero el verdadero cristiano sabe que una vez cometió ese error, y ahora no lo comete más. Sabe ahora lo que es depender de Cristo por fe, y por amor a servirle a él, es sostenido por el amor de Dios derramado a lo ancho de su corazón por el Espíritu Santo.

 

V. Una Guerra habría existido si el hombre nunca hubiera pecado.

1. Porque los apetitos y susceptibilidades constitucionales habrían existido. Existieron antes de la caída, de otro modo nuestros primeros padres no pudieron haber caído. En nuestra madre Eva, por ejemplo, estos apetitos pudieron ser incitados para tentación por sus objetos apropiados; de otra manera, los objetos de tentación hubieran mejor sido presentados a esta mesa. Estas susceptibilidades incitadas no tenían carácter moral en sí mismas, fueron incitadas en ellas, en su estado puro, y si las hubieran resistido, no habrían pecado. Entonces, habrían existido en toda la humanidad si nunca hubiéramos caído, y en la presencia de sus objetos apropiados habría invitado a la voluntad a buscar gratificación. Son una parte inherente de la constitución, y todos los seres morales, sin duda, lo encuentran necesario frenarlos en conformidad a las demandas de su naturaleza más elevada. Satanás y todos sus ángeles de hecho cayeron bajo la tentación que se les presentó, y como mostré en mi conferencia pasada, todo niño, al empezar a actuar moralmente, hace lo mismo.

2. La tentación, bajo cualquier forma, y sin duda existirá por siempre. Mientras los seres morales tengan constitución, esto debe ser así siempre, y en todos los mundos. Como hemos dicho, Satanás y todos sus ángeles, y nuestros primeros padres fueron de hecho tentados en su estado santo, y sabemos que Jesucristo fue, y tuvo una guerra portentosa, a tal grado como para no tener apetito por la comida, y para buscar el desierto en su angustia, así como ustedes han hecho con frecuencia, bajo circunstancias similares, han ido al bosque o algún otro lugar aislado para estar a solas. ¿Acaso los cristianos no se han sentido así con frecuencia? Son asolados tan vigorosamente, y en una lucha tan así se ha creado, que no pueden tener paz ni día ni noche, y seguido buscan un lugar donde se puedan desahogar a solas en sus oraciones y gemidos. De ese modo, Cristo fue tentado, y así en su lucha, huyó del rostro del hombre y buscó la soledad del desierto, donde pudiera contender el punto incluso hasta la muerte. Parece que tuvo que haber sido atacado en sus puntos débiles de naturaleza humana, y cuando, en su agonía, había ayunado hasta que estaba hambriento, entonces fue asediado mediante el apetito por la comida, y en cualquier otra forma que el diablo pudiera inventar, hasta que vio que era en vano y lo dejó. El apóstol dice: "que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado". Es en vano, entonces, pensar que la tentación es particular de un estado caído, si los hombres hubieran entendido eso, nunca habrían caído en ese error rebelde y garrafal de llamar las susceptibilidades constitucionales pecado que mora dentro. Les hubieran enseñado a los hombres a controlar y regular, en vez de llamar pecaminosa la naturaleza que Dios les ha dado.

 

VI. Varias causas que han agravado esta guerra.

1. La sensibilidad originalmente respondía con integridad igual que todas las percepciones de la mente, sea de sentido o razón. Eran igual de susceptibles a todos sus objetos. Todos sabemos que cuando vemos ciertos objetos, empiezan a resplandecer los sentimientos correspondientes en la sensibilidad. Por ejemplo, si miramos un objeto hermoso, los sentimientos correspondientes naturalmente serán despertados. Ahora, toda la susceptibilidad de la constitución, si fuera ligada igualmente a sus objetos, e incitada con igual facilidad, por la percepción de estos objetos, la sensibilidad respondería con igual prontitud a una afirmación del deber, como para un objeto de deseo sensual. No sería clamoroso y turbulento en cualquier forma, sino debida y dulcemente balanceado.

2. Pero es capaz de desarrollos repentinos y monstruosos en cualquier dirección dada. Explico: supongan que una madre pierde a su hijo. Hay un choque repentino, en un momento su pequeño yace en cama ante su rostro pálido de muerte. Ahora, ¿cuáles serán los efectos de eso? Pues, siempre después, la vista de un hijo muerto producirá un efecto mayor en la sensibilidad de ella, como nunca antes. En efecto ella solía ser afectada--incluso hasta el llanto, pero ahora tal vista parece absorber toda su sensibilidad--se pone de pie convulsionada por donde mire, y llora, y derrama sus lágrimas abrasantes como lluvia. Ahora, ¿por qué esto? Porque hay un desarrollo tal de su sensibilidad en esa dirección que sobrepasa todo lo demás. Se sienta pensando y sollozando, y se lamenta por toda la casa, y cada objeto en ella pone su mirada conectada a su querido hijo, ocasiona de nuevo su dolor. Así es en otras cosas. La susceptibilidad al temor puede ser ocasionada. Un hombre es tirado de un caballo, o atropellado por su carreta, en circunstancias de gran temor, y es particularmente temeroso en circunstancias parecidas toda su vida después. Quizá su casa está envuelta en llamas cuando despierta en la noche, y escapa con gran dificultad. Ahora, ese evento puede llevar a su sensibilidad a una relación tal con los incendios que toda su vida posterior, cuando la alarma de incendio suena, es arrojado a una tempestad de agitación, y busca controlarse lo más que se pueda. Se dice de un joven, uno de aquellos que escapó del incidente del Erie, que se incendió en el Lago Erie hace algunos meses, que no puede ni siquiera escuchar nombrarlo, sin apesadumbrarse. Estoy hablando de hechos que todo el mundo conoce con respecto a desarrollos monstruosos de la sensibilidad, y estos hechos irrefutablemente prueban que el balance de la sensibilidad puede ser destruido. Ahora, cuando un desarrollo así existe, parece poner los ojos de la sensibilidad en otros objetos para que tales personas no sientan tanto con respecto a ellos como anteriormente. La madre, en el supuesto caso, nunca sentirá hacia multitudes de otras cosas como anteriormente sintió, y así es en cada caso, en proporción exacta a la fuerza de esta particularidad absorbente de sentimiento.

3. En la mayoría de los casos, la sensibilidad es grandemente desarrollada con respecto a objetos del sentido, y muy ligeramente con respecto a verdades reveladas por la razón. En presencia de objetos del sentido, cada uno sabe cuán prestos los sentimientos responden a tales objetos. No necesito detenerme para ilustrar esto. Por otro lado, es igualmente sabido que la razón en sí misma es más que ligeramente desarrollada, y la sensibilidad que originalmente fue diseñada para despertar y responder, con prontitud instantánea, a la voz de la razón, es apenas perturbada a inquietud por su voz más fuerte. Ahora, ¿por qué es esto? Porque el desarrollo monstruoso de la sensibilidad, con respecto a objetos del sentido, ha puesto sus ojos lejos de la razón y sus demandas. Le ha dado todo su amor a los objetos sensuales, y esto ha grandemente agravado el poder de la tentación que surge de tales objetos.

4. En algunos, un apetito o pasión es más grandemente desarrollado, y en otros, algún otro; de ahí, uno tiene, como decimos, una pasión por alguna cosa, y otro, por otra. Uno, por ejemplo, tiene una pasión por el dinero, o por la compañía, o la por lectura novedosa, o por el juego, pero le importa muy poco el viajar, o la bebida, o el libertinaje, pero casi todos tienen un objeto gobernante de gratificación a la que su sensibilidad particularmente responde, y a más fuerte esa pasión o más monstruoso se vuelva su desarrollo, mayor es la certeza que está poderosamente para influir la voluntad, y desde luego para ser una tentación agravada.

5. La imaginación de algunos está grandemente contaminada. Han permitido leer tales libros para platicar sobre esos temas, y reflexionan al respecto, o quizá inmiscuirse en tales escenas, como para haber llenado sus asociaciones de los combustibles más fuertes, que el incidente más insignificante enciende la sensibilidad, mediante éstos, a una llamarada, y la tentación es así grandemente agravada.

6. Un sistema nervioso morboso es con frecuencia la fuente de grandes tentaciones. Quizá casi no hay quien cuyo sistema nervioso no sea, en algún grado, morboso, pero en algunos es particularmente así. Ahora, ya que la mente se desarrolla a sí misma mediante el sistema nervioso, y una conexión íntima existe entre ellos, con frecuencia sucede que los nervios se vuelven la fuente de las tentaciones más feroces. Casos han llegado bajo mi observación muy impresionantemente que ilustran este punto.

7. Otra fuente de tentación agravada es que la voluntad no ha sujetado los pensamientos, apetitos, deseos y pasiones a su control. En vez de controlar, los ha consentido en casi todas sus demandas, excepto cuando entran en conflicto uno con otro, para que la mente sea compelida a elegir entre ellos. Ahora, es de suma importancia que la voluntad deba temprano adquirir la ascendencia y control de todas las susceptibilidades, y esto puede ser enseñado a hacer tan prestamente como cualquier otra cosa que la voluntad logre. Muchos no parecen ver esto. Ahora, ¿cómo la voluntad de un ser humano obtiene posesión de cualquiera de sus propios poderes y susceptibilidades? El proceso es fácilmente visto. Vean a un niño--primero apenas sabe cómo mover cualquiera de sus músculos, y no es hasta que luego de varios esfuerzos que puede controlar sus manitas. Luego, intenta caminar, pero no sabe cómo, y debe aprender cómo controlar sus músculos voluntarios, pero mediante muchos esfuerzos por fin tiene éxito en tenerlos bajo su control voluntario. Así es con el uso de su lengua. Todos los usos y movimientos varios de los que la lengua se apropia son de hecho aprendidos, y para controlarlos por la voluntad, es tanto como un arte, como es un arte el movimiento de los dedos de un organista. De ese modo, un esfuerzo continuo sucede en el niño para estar él mismo bajo su control, y tiene éxito con respecto a los poderes físicos, pero no obtiene el control de sus susceptibilidades mentales. ¿Cómo es esto? Porque hay un defecto en su entrenamiento, y no porque haya una dificultad natural insuperable en un caso más que el otro. Es bien sabido que puede, hasta cierto punto, adquirir control de sus poderes mentales. ¿Cuál es el objetivo de enviar al niño a la escuela? Para disciplinar su mente. Una de las grandes dificultades con mentes indisciplinadas es que no se han dominado a sí mismas, pero en el proceso del tiempo adquirirán tal control de sí mismos para concentrar su atención durante horas en los problemas matemáticos más áridos. Mas el haber nunca intentado ni adquirido el arte de controlar varias propensiones de la sensibilidad, el hombre maduro se encuentra a sí mismo ante un gran rompecabezas para regularlas, como el niño es para controlar sus músculos. No ha aprendido el arte, y de ahí sus brotes turbulentos son tentaciones continuas.

8. Como ya he profundizado, el hecho de que la razón sea tan ligeramente desarrollada da a la sensibilidad con todos sus desarrollos monstruosos un menear pleno. Por razón quiero decir ese poder de la mente por el que revela e impone la ley de la benevolencia sobre sí misma, y también la aplicación de esta ley tan rápido como las nuevas relaciones son descubiertas. Ahora, donde las relaciones morales no son buscadas, una atención dada a las afirmaciones de la razón, desde luego, debe permanecer en desarrollo muy leve. Desearía aquí observar un asunto que todos ven, pero no por la razón. Un cierto señor le dijo a su esposa, si deseo ganar su voluntad, no puedo hacerlo razonando con ella, pero debo siempre apelar a sus sentimientos. La pregunta es ¿por qué es esto? No porque ellas no tengan raciocinio, no porque no pueda ser desarrollado en ellas para operar tan poderosamente como en el otro sexo, sino porque, por siglos, todo su entrenamiento ha sido directamente calculado para desarrollar su sensibilidad, hasta, se dice, son un montón de nervios, y su razón es dejada a permanecer sin cultivar y desarrollar. Ahora, es lo mismo en los hombres. Si su razón fuera desarrollada como debe ser, podrían sacar una serie de proposiciones evidentes en sí mismas, tan rápido como una subasta daría el artículo al mejor postor, y lo harían sin dificultad, si de inmediato se percibiera la verdad, pero como son las cosas no las perciben. ¿Por qué? Porque mientras haya un desarrollo monstruoso de su sensibilidad, su desarrollo racional es casi totalmente descuidado, y ahora en vez de influirles por simplemente para apelar a su razón, encuentran en vano tal labor, a menos que también puedan poderosamente despertar su sensibilidad a favor del objeto que están imponiendo.

9. Otra cosa que ha agravado esta guerra es la manera en la que los padres educan a sus hijos. En la mayoría de los casos, su educación está exactamente adaptada para desarrollar monstruosamente ciertos apetitos y pasiones. En vez que los padres, y otros que tienen niños bajo su cuidado y los mantienen de las circunstancias, y los conducen para despertar su sensibilidad indebidamente, les dan casi cualquier incitación como sea posible, hasta que la sensibilidad se vuelve tan escandalosa en sus demandas para llevar a la voluntad a favor de cualquier demanda.

10. Éstas y otras cosas que podría mencionar muestran cuán temerosamente esa guerra se agrava, que el cristiano, en volverse tal, entra en tentación. Y puedo añadir a las especificaciones de arriba el hecho que los padres han ocasionado desórdenes en sus hijos, que continuamente operan para tentar su voluntad para pecar.

 

VII. Cómo esta guerra puede ser modificada y amainada.

1. Por la restauración de la salud. Si la salud es restaurada, desde luego todas las tentaciones que surgen del desorden desaparecerán.

2. Por el desarrollo de la razón. En tanto la razón despierta, la sensibilidad empieza también a ser desarrollada en la misma dirección. Esto es la forma en que las personas se vuelven despiertas y compungidas, y después de su conversión, en proporción como la razón pone freno en el camino de las propensiones sensuales, es su fuerza y tendencia rota y sometida.

3. Esta guerra puede ser especialmente amainada y modificada por un gran desarrollo de la sensibilidad, producida por una revelación del amor de Cristo. Es con frecuencia el caso cuando el carácter de Dios en Cristo llega a ser aprehendido en su luz verdadera que no deja lugar para cualquier otra cosa. La razón se pone de pie de puntas, viendo fijamente con su ojo intuitivo, y la sensibilidad pone toda su superficie para recibir la impresión plena de esa visión gloriosa. Recuerdo el caso de un impío, quien parecía deleitarse en manifestar el desdén más elevado por la religión. Su esposa era profesante de religión, pero él se oponía y le prohibía asistir a reuniones en el tiempo de avivamiento en la iglesia. Llegó muy lejos, y las cosas se dieron de tal manera que no podía más encontrar material y oportunidad para mantenerse entretenido, y finalmente un día pensó que iría a la reunión de esa tarde y ver si podía encontrar algo ahí para entretenerse, especialmente al oír que grandes cosas sobre la reunión que parecía que le prometería un resultado así. Poco antes de la hora de la reunión, su esposa fue a su lugar de oración y derramó su corazón a Dios, y pidió a él que abriera el camino para que ella fuera a la reunión. Al salir, se encontró con su esposo, y él le preguntó si quería ir a la reunión esa noche. Sorprendida y gozosa, se apresuró y se fueron. Mientras el ministro estaba predicando, la atención del hombre fue capturada, y en medio del sermón, gimió y cayó de su asiento. Estaba en una agonía tal que parecía que se iba a morir, y el sermón fue suspendido. Exclamaba él una y otra vez: "¡Oh Jesús!, ¡cómo te he maltratado!"--hasta que por fin su agitación pasó. Dejándolo en un estado de casi sumisión perfecta. Ahora, aquí había un caso, donde por la manifestación de su carácter, Dios, por así decirlo, casi de inmediato revolucionó a un hombre. Dijo él que fue una vista del carácter de Dios en Cristo que produjo el efecto. Por grados sus convicciones rápidamente se levantaron, hasta que no lo soportó más, y cuando doblegó su voluntad como si Dios dijera a todas sus propensiones que antes lo gobernaban--"cálmense y sosiéguense", y desde entonces él ha sido una luz ardiente. Su lengua parece estar en tono con las alabanzas de Dios. Lo conozco ya de tiempo y siempre parece el mismo. Sin duda, su guerra fue grandemente amainada por esa aprehensión del carácter de Dios en Cristo. Conozco el efecto de esto por mi propia experiencia. Cuando me convertí, por algún tiempo no sabía que me había quedado algún apetito. Todas mis susceptibilidades parecían perfectamente absorbidas en las cosas del evangelio. Y en todo esto no hay nada de raro. Es perfectamente natural y justo lo que se puede esperar.

4. Hay una verdad particularmente que cuando el Espíritu lo ha revelado a la mente parece que de ahí por siempre ejerce una influencia poderosa en la sensibilidad, y eso es la relación de la muerte de Cristo con nuestros pecados. La gente seguido habla sobre la Expiación sin parecer entender su significado real, y especialmente su relación con sus propios pecados, pero dejen que una vez vean que sus propios pecados de hecho causaron su muerte, y ¿dónde está la mente que pueda ver el hecho inamovible? He sabido que un solo pensamiento incita todos los nervios a un estremecimiento, y por así decirlo, incendia toda la sensibilidad como para aventar a un hombre fuerte casi a un ataque de apoplejía.

 

VIII. Esta guerra, bajo una forma más o menos modificada, continuará mientras estemos en el cuerpo.

Algunos han supuesto que cuando las personas son enteramente santificadas todas las pasiones, los deseos y los apetitos de la sensibilidad impelerán la voluntad en la misma dirección que la razón impele, invariablemente, pero tales personas no saben lo que dicen, pues todas las propensiones buscan objetos por su propia causa, y están ciegas a todo lo demás. Siempre y necesariamente urgen a la voluntad a buscar sus objetos respectivos por causa de la gratificación. Esto es tentación y crea una guerra. El apetito por la comida, por ejemplo, busca alimento por su propia causa y también el deseo de conocimiento. Es absurdo, entonces, decir que no solicitarán a la voluntad gratificarlos bajo circunstancias impropias, pero cuando la mente está enteramente santificada, en vez de varias propensiones que crean una guerra feroz y turbulenta cuando son incitadas, la voluntad las tendrá bajo un control tal como para fácilmente mantener sus lugares para que todas las acciones sean imperturbables y tranquilizadas. Lo más que puede hacerse y se hará es armonizarlas, y es por ningún motivo deseable que sean aniquiladas. Supongan, por ejemplo, que fuera aniquilado el deseo por el conocimiento. ¿Qué calamidad eso sería? O el deseo por la comida. La verdad es que todos los deseos constitucionales deben permanecer. Todos fueron dados para propósitos útiles, y todos piden sus objetos apropiados, por conocimiento, comida, etc., y están así constantemente sintiendo aquellas cosas que son esenciales para nuestra existencia y nuestra especie. Además, regularlos es un buen ejercicio para la voluntad, y es difícil ver cómo la mente sería virtuosa si todas las susceptibilidades de su sensibilidad se destruyeran, y si alguna de ellas fuera removida, sin duda sería un gran mal, de otro modo Dios no fue benevolente en nuestra creación y no nos hizo de la mejor manera.

 

OBSERVACIONES

1. La noción común de guerrear con el pecado interior es absurdo e imposible. Aquellos que usan ese lenguaje confunden tentación con pecado. Les llaman a nuestros apetitos y propensiones naturales pecaminosos, y cuando resisten a éstos, dicen que tienen pecado interior, y muchísimos, sin duda, equivocan las acciones de la conciencia, sus advertencias y reprimendas, por la resistencia del corazón a la tentación. La verdad es que la guerra cristiana consiste en una lucha entre la voluntad y las tentaciones desde dentro y fuera, y en nada más.

2. La guerra del profesante engañado es entre su corazón y su razón o conciencia. Su corazón está dedicado a la gratificación de sí mismo, y la razón constantemente desaprueba y denuncia el servicio como malo, y así se mantiene una lucha continua dentro, entre su corazón y la razón, y esto llama él guerra cristiana. Si así es, todo pecador tiene la guerra cristiana, y sin duda también el diablo.

3. El cristiano vence en su guerra. Esto es un hecho habitual. Romanos 6:14: "Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia". También, Romanos 8:1-4. Vean también el texto y contexto, además de un sinfín de otros pasajes que directamente afirman lo mismo.

4. Qué error ruin es suponer que Romanos 7 es la experiencia cristiana. No titubeo en decir que ha sido la ocasión de la destrucción de más almas que casi otro error en el mundo. Es fundamentalmente errar la mera naturaleza de la religión verdadera.

5. La guerra del verdadero cristiano grandemente fortalece su virtud. Cuando es grandemente tratado y obligado a juntar toda su energía para mantener su integridad, cuando lucha, hasta que está todo en sudoración, con alguna prueba feroz, como es a veces necesario para que él haga, debe ser que cuando sale de una situación como esa, su virtud es grandemente fortalecida y mejorada.

6. Podemos ver por este tema por qué los pecadores seguido dudan la realidad de la tentación, y cuando ellos oyen hablar a los cristianos de sus tentaciones, creen que los cristianos deben ser peores que ellos, pues no experimentan tales, pero la razón por qué no están conscientes de las tentaciones es porque no han intentado regular sus propensiones por la ley de Dios. Un hombre que flota en una corriente no está consciente de su fuerza hasta que da la vuelta e intenta detenerla. El mismo principio aplica a esos profesantes de religión que tienen las mismas dudas. ¡Hablar de la tentación! Pues, dicen, no soy tan tentado. ¡De veras! Quizá nunca han hecho algo más que rendirse a ella.

7. Vean por qué el Apóstol dijo tanto de la oposición a la carne y el Espíritu. Las representa como en hostilidad, por todas sus epístolas, especialmente en los capítulos 6, 7 y 8 de Romanos.

8. Muchos luchan por un tiempo en su propia fuerza, y mediante fracasos continuos, se desaniman y se rinden. Las tentaciones de sus apetitos y propensiones son demasiado fuertes para ellos, mientras que no han aprendido por fe para que provenga fuerza de Cristo.

9. Muchos desesperan de ser santificados porque suponen que sus propensiones constitucionales son en sí mismas pecaminosos. Dicen que es en vano hablar de santificación completa en esta vida, y bien pueden decirlo, si sus apetitos y propensiones constitucionales son pecaminosos, pues no sabemos de ninguna promesa que nuestra naturaleza será revolucionada en esta vida o la siguiente.

10. Otros son llevados a angustia y desesperación porque no pueden controlar sus pensamientos cuando la voluntad está agotada. La voluntad es ese poder de la mente que origina todo ese control que es posible para que la mente ejerza sobre sí misma, pero se fatiga, o quizá sería más correcto decir, que el cerebro, a través del cual actúa, se fatiga y quiere descansar. En el sueño, la voluntad está suspendida, de ahí en los sueños los pensamientos corren sin ley y sin dirección. Es un asunto de experiencia con estudiantes que estudian mucho, y por mucho tiempo, encuentran muy difícil, luego de una aplicación larga y severa de mantener su atención y sus pensamientos en sus estudios. ¿Por qué? Porque la voluntad está agotada y necesita descanso. Lo mismo es con los cristianos que emprenden orar cuando son llenos de agotamiento. Sus pensamientos vuelan por todos lados. Tratan de restringir sus divagaciones; luchan y, por un momento parece que obtienen el control, y entonces lo pierden de nuevo. Tratan una y otra vez, pero sin éxito, hasta que están al borde de la desesperación. Ahora, ¿qué pasa? Necesitan descanso, y deben tomarlo en vez de intentar forzar su voluntad cansada hacia la acción. Dejen su voluntad descansar. Dios tendrá misericordia y no sacrificio. ¿De qué sirve, cuando un hombre ha caminado sesenta millas en un día, y su voluntad apenas fuerza sus músculos extenuados a más acción, de su intento de usarlos más lejos, y se culpa a sí mismo por no poder? Supongan que un hombre nunca deba irse a dormir por temor a que sueñe y sus pensamientos vaguen sin escuchar a su voluntad. ¿Por qué llamar estas cosas pecado? No mistifiquen y mezclen el pecado y la santidad, la luz y la oscuridad, el cielo y el infierno para que la gente no pueda saber cuál es cuál.

11. Algunos ponen el hecho que esta guerra es presentada como continua, como un argumento contra la doctrina de la santificación. ¡Así como si un alma a fin de ser santificada debe ir más allá de una guerra! ¡Qué! Entonces, Adán no fue santificado antes de que pecara, ni Satanás, ni lo fue Jesucristo mientras estuvo en la tierra, pues es un simple hecho que tuvo tentación. ¿Qué pensarían del argumento, si se debiera decir que Jesucristo tuvo una guerra y por tanto no fue completamente santificado? Y, sin embargo, sería tan bueno como éste.

12. Pese al conflicto agudo, si el alma prevalece no hay pecado. ¿Qué pruebas tuvo Jesucristo? Pero él prevaleció. "Fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado". Entonces, si la tentación se apresura como un tornado sobre cualquiera de ustedes, si ustedes se agarran y pelean, no han pecado. A más agudeza de conflicto, mayor la virtud de resistencia.

13. Los santos sin duda se están preparando en este mundo para algunas posiciones elevadas de utilidad, y donde pueden ser expuestos a tentaciones fuertes, infiero esto por el hecho que son puestos aquí en tales circunstancias como están exactamente calculadas para madurarlos y adaptarlos para un destino así. Dios nunca actúa sin diseño, y seguramente tiene algún plan en esto.

14. Los santificados a veces están en pesadumbre mediante tentaciones diversas si se necesita. Ahora, no infieran, si las ven así, que no son santos. Cristo tuvo sus penas, y sabía qué había de resistir incluso en sangre, esforzándose contra la tentación al pecado, y el siervo no necesita esperar le vaya mejor que a su Señor. La verdad es que estas pruebas son útiles--son más que por un momento, pero nos preparan para un peso más superable y eterno de gloria. Las penas duran por una noche, pero el gozo viene en la mañana. Bajo la presión de las tentaciones el alma está en una agonía, y gime: "Socorro, oh Señor, socorro", y él viene y dispersa al enemigo insultante, y el alma se ata como un cohete, dando la gloria a Dios.

15. Muchos han supuesto por un tiempo que sus enemigos estaban muertos, pero estaban errados. El hecho es que nunca están muertos en un sentido tal que no necesitamos vigilar para no caer en tentación, pero nunca pasemos por alto la distinción entre tentación y pecado, y tengamos en cuenta siempre que la guerra cristiana no es con el pecado, sino con la tentación. Ni tampoco olviden que Cristo solo puede darnos la victoria. Oh, por el Espíritu de Cristo para bautizar los ministros y las iglesias.

 

 

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