LA VERDAD DEL EVANGELIO

LA NOVIA DE CRISTO

Por Charles G. Finney 

"Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios." &endash;Romanos 7:4.

El matrimonio puesto en la Biblia es descrito como la relación entre Cristo y la Iglesia. Se habla con frecuencia de Jesús como el novio de la Iglesia: "Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado" (Isaías 54:5). "Convertíos, hijos rebeldes, dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo" (Jeremías 3:14).

Se habla de la Iglesia como la novia, la esposa del cordero: "Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven" (Apocalipsis 22:17). Esto es, Cristo y la Iglesia dicen, "Ven". El apóstol Pablo dice, "Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo" (2 Corintios 11:2).

 

ESPOSOS FIELES Y ESPOSAS DEVOTAS

En la mayoría de los matrimonios, la esposa pierde su nombre y asume el del esposo. Y la Iglesia asume el nombre de Cristo y es bautizada en su nombre. Una mujer casada no tiene ningún interés aparte. Así la Iglesia no tiene derecho a tener un interés separado del Señor. Si la esposa tiene una propiedad, se une al del esposo.

La reputación de la esposa es unida a la del esposo; la reputación de él es de ella, y la reputación de ella como la de él. Lo que afecta el carácter de ella afecta el de él, y lo que afecta su carácter afecta el de ella. La reputación de ellos es una, y los intereses son uno. Lo que concierne a la Iglesia es tanto del mismo interés de Cristo como si fuera personalmente asunto suyo. Como el esposo de la Iglesia, es tan responsable de hacer todo lo necesario para promover el interés de la Iglesia como un esposo es responsable de promover el bienestar de su esposa.

Un esposo fiel rinde su tiempo, su trabajo y sus talentos para promover el interés y la felicidad de su esposa. Jesucristo se dio a sí mismo para promover el bienestar de su Iglesia. Es tan celoso de la reputación de la Iglesia como cualquier esposo es de la reputación de su esposa. Nunca hubo un ser humano tan comprometido y devoto al interés de su esposa como Jesucristo siente cuando su Iglesia tiene su reputación y los sentimientos lastimados. Declara que sería mejor que un hombre se colgara de la piedra de un molino en su cuello y fuera echado al mar que ofender a uno de sus pequeños (Véase Mateo 18:6).

Jesús siente todos los sufrimientos de la Iglesia, y la Iglesia siente todos los sufrimientos de Jesús. Cuando un creyente tiene algún entendimiento de los sufrimientos de Cristo, nada en el universo afecta y disuelve su mente con tristeza. Ninguna esposa sintió tal angustia y dolor de corazón roto que cuando ella ha causado la muerte de su esposo. El cristiano siente ese remordimiento cuando ve su pecado como la ocasión de la muerte de Jesucristo. ¿Cómo se sentirían si su esposo o esposa se ofreciera para sufrir y morir por ustedes para salvar su vida? Tan sólo ser recordado de ello los derretiría en un dolor de corazón roto.

¿Han entendido que sus pecados causaron la muerte de Cristo y que murió por ustedes tan absolutamente como si hubieran sido el único pecador en el mundo de Dios? Padeció dolor, desprecio y muerte por ustedes. Amó a su iglesia y se dio a sí mismo por ella. La compró con su propia sangre.

En matrimonios cristianos, la esposa promete rendirse a la voluntad de su esposo. No tiene ningún interés aparte y no debe tener ninguna voluntad conflictiva. La Biblia lo hace un deber cristiano para que la esposa se adapte en todas las cosas a la voluntad de su esposo. La voluntad del esposo se vuelve para la esposa fiel la fuente principal de su actividad. Su vida entera es sólo realizar la voluntad de su esposo.

La relación de la Iglesia con Jesús es precisamente la misma. La Iglesia es gobernada por la voluntad de él. Cuando los creyentes ejercen la fe, la voluntad del Señor se vuelve la causa móvil de toda la conducta de ellos. La esposa reconoce a su esposo como su cabeza y la Biblia declara que así es. La Cabeza gobierna la Iglesia.

EL SEÑOR DE LA IGLESIA

Cada creyente se coloca a sí mismo tan absolutamente bajo la protección de Cristo como una mujer casada está bajo la protección de su esposo. La mujer naturalmente ve a su esposo para preservarla de daño, insulto y carencia. Pone su felicidad en él y espera que él la proteja, y está comprometido a hacerlo.

Jesús promete proteger a su Iglesia de todo enemigo. Con frecuencia los poderes del infierno han tratado de poner abajo la Iglesia, pero Él nunca la ha abandonado. Ninguna arma forjada contra la iglesia se le ha permitido que prospere, y nunca se le permitirá. Nunca se olvidará el Señor su relación con la Iglesia y dejará a su novia desprotegida. Que toda la tierra conspire contra la Iglesia y ella estará a salvo.

Cada creyente está tan a salvo como si fuera el único creyente en la tierra y tuviera a Jesús verdaderamente comprometido para su preservación. El diablo no puede destruir más a un solo creyente como pueda derrotar al Dios Todopoderoso. Puede matarlos, pero eso no es ningún daño.

Vencer a un creyente al quitarle la vida no le da ningún triunfo a Satanás. Ni tampoco la tumba ni el infierno tiene más poder de lastimar a uno de los pequeños del Señor que éstos tengan para lastimar a Jesús mismo.

Jesús dice: "porque yo vivo, vosotros también viviréis" (Juan 14:19). Y "el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente" (Juan 11:25-26). Ningún poder en el universo puede destruir a ni solo creyente. Jesucristo es el Señor de todas las cosas y la Iglesia está a salvo.

Jesucristo es el Señor de toda su Iglesia, y si no impide a su iglesia de pecar, es llevado a un gran problema y reproche por la mala conducta de su gente. Por las leyes humanas, el esposo no es responsable de los pecados capitales cometidos por la esposa y la ley reconocía su existencia por separado.

Mas Jesús ha asumido la responsabilidad de toda la conducta de la Iglesia. Tomó el lugar de su gente cuando fue acusado y sentenciado a la condenación eterna. Y ahora es su asunto hacerse cargo de la Iglesia y mantenerla lejos de pecar. Jesucristo es responsable y tiene que responder por cada pecado de cada miembro.

Y él responde por ellos. Ha hecho una expiación para cubrir todo esto, y vive para hacer intercesión por su pueblo. Es responsable ante Dios por toda la conducta de la Iglesia. Cada creyente está tan perfectamente unido a él que lo que haga cualquiera que pueda ser culpable Jesús se responsabiliza. Esto es abundantemente enseñado en la Biblia.

¡Qué relación increíble! El Señor ha asumido la responsabilidad de todo los crímenes civiles y capitales de rebelión contra Dios. Hay un sentido, por tanto, en el que la Iglesia está perdida en Cristo y no tiene existencia por separado sabida en la ley. Dios ha rendido tanto la Iglesia a Cristo, por el pacto de gracia, que la Iglesia no es sabida en la ley. No quiero decir que los crímenes cometidos por los creyentes contra la ley moral no sean pecado, sino que la ley no puede agarrarse ellos para condenación. No hay condenación para los que están en Cristo. (Véase Romanos 8:1).

La pena de la ley es remitida por siempre. Los crímenes del creyente no se van a tomar en cuenta. Lo que es hecho recae en Cristo. Ha asumido la responsabilidad de llevar a los cristianos fuera de estar bajo el poder del pecado, como también bajo la ley. Está comprometido para dar a sus hijos toda la ayuda que necesitan para ganar una victoria completa.

LLEVANDO FRUTO

Un diseño principal de la institución del matrimonio es la propagación de la especie. Lo mismo es cierto tocante a la Iglesia. A través de la instrumentalidad de la Iglesia, los hijos son nacidos a Cristo, y él está para ver su semilla multiplicada como las gotas del rocío de la mañana. A través de los dolores de parto del alma del Redentor y de la Iglesia, los creyentes son nacidos a Cristo. Tan pronto Sion está con dolores de parto, da a luz hijos.

Otro objetivo de la institución del matrimonio es la protección y apoyo de aquellos que son naturalmente desamparados y dependientes. Si la ley de poder prevaleciera en la sociedad, las mujeres serían universalmente esclavizadas. La institución del matrimonio asegura protección y apoyo de aquellos que son más frágiles. Jesús sostiene su Iglesia y le ofrece toda la protección que necesita contra los poderes del infierno.

La felicidad mutua de las parejas es otra razón del matrimonio. Quizá ustedes lo consideren extraño si les digo que la felicidad de Cristo es aumentada por el amor de la Iglesia, pero ¿qué dice la Biblia? "El cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio" (Hebreos 12:2). ¿Cuál fue el gozo puesto delante de él si el amor de la Iglesia no fuera parte de esto? Sería extraño oír de un esposo que contribuye a la felicidad de su esposa que él no lo disfrutara. Jesucristo disfruta la felicidad de su Iglesia tanto como la ama--que es infinitamente mayor que cualquier esposo amara a su esposa.

Compartir las tristezas de otros es un gran alivio. Jesucristo y su Iglesia comparten las tristezas de uno al otro. El apóstol Pablo dice que siempre está llevando en su cuerpo la muerte del Señor Jesús: "Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación" (2 Corintios 1:5). Y declaró que un fin de sus trabajos y negaciones de sí mismo era para que pudiera conocer "la participación de sus padecimientos" (Filipenses 3:10). Pablo se regocijó en todos sus sufrimientos. La Iglesia con entusiasmo siente cada reproche echado a Cristo y siente cada herida infligida en la Iglesia.

VESTIDURAS BLANCAS Y ADULTERIO

La razón principal de esta unión entre Jesús y su Iglesia es que él pueda santificarla: "Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha" (Efesios 5:22-27).

Éste es el diseño de Cristo en casarse con la Iglesia--que pueda santificarla y limpiarla, y que sea perfectamente santa y sin mancha. En Apocalipsis, Juan nos informa que vio aquellos que habían lavado sus vestiduras y las habían hecho blancas con la sangre del Cordero. Qué bella se describe la esposa del Cordero en el capítulo veintiuno, descendiendo de Dios del cielo preparada como una novia ataviada para su esposo.

Multitudes de aquellos que profesan ser parte de la Novia de Cristo son hipócritas. Fingen unir su interés propio con el de Cristo, pero obviamente mantienen un interés separado. Cualquier intento para hacerles entender que no tienen interés separado claramente mostrarán que no tienen tal diseño.

Todos saben qué cosa abominable es para una esposa que esté satisfecha con el amor de su esposo, sino que continuamente busca otros amantes. Sin embargo, la Iglesia no está satisfecha con el amor de Cristo y siempre busca otros amoríos. ¿Qué vamos a pensar de los miembros de la Iglesia que no están enamorados de Cristo, sino que tienen que tener riquezas y honores del mundo para hacerlos felices?

Incluso sería más horrible que una esposa escogiera sus amantes de los enemigos de su esposo y los hiciera sus amigos escogidos. Sin embargo, ¿cuántos cristianos profesantes dan sus afectos a los enemigos de Cristo? ¡Algunos hasta se casan con los que detestan a Dios! ¿Acaso es la forma que debe actuar una novia?

Todos saben que es algo deshonroso para una esposa que la haga de ramera. Sin embargo, ¡con frecuencia Dios habla de su Iglesia como desviándose y cometiendo prostitución espiritual! ¡Y es cierto! No hace él esta acusación falsamente, sino la hace con dolor tierno y súplica para que ella vuelva.

¿Qué pensarían de una mujer casada que esperara, cada momento de su matrimonio, cansarse de su esposo, dejarlo y hacerle de ramera?

Muchos "cristianos", cuando hicieron una declaración, no tuvieron más expectativa de vivir sin pecado que la que ellos esperaron para tener alas y volar. Han llegado a la casa de Dios, prometiendo vivir enteramente para él, y se casan con él en esta manera pública. Prometen dejar el pecado, vivir solamente para Cristo, satisfacerse con su amor y no tener otros amantes--pero todo el tiempo lo están haciendo, en sus mentes esperan cometer pecado y deshonrar a Cristo.

¿Qué vamos a pensar de una mujer que, en el mero momento de su matrimonio, esperaba seguir en adulterio mientras viviera pese a todos las órdenes y protestas de su esposo? Entonces, ¿qué vamos a pensar de los "cristianos" que deliberadamente esperan cometer adulterio espiritual y seguir en él mientras vivan?

Mas la parte más abominable de la perversidad de una esposa es ¡cuando ella se da la vuelta y culpa por su conducta a su esposo fiel! La Iglesia hace eso. Aunque Cristo ha hecho todo lo que pudo hacer, falto de fuerza absoluta, para alejar a su Iglesia de pecar, la Iglesia le achaca su pecado a él. Actúa como si él no hubiera hecho las provisiones adecuadas para alejar a su pueblo contra la tentación.

Se horrorizan ante el nombre de perfección cristiana, como si estuviera deshonrando a Cristo por creer eso que él puede alejar a su pueblo de cometer pecado y caer en el lazo del diablo. Y así por cientos de años la mayor parte de la Iglesia no ha enseñado que Cristo realmente ha dado una manera para que su pueblo viva libre de pecado. La gente se maravilla que alguien enseñe que a la Novia del Señor Jesucristo se le espera hacer como se le ordenó hacer. ¿Acaso se ha casado él con una novia y no le ha dado la provisión de protegerla contra las artes y seducciones del diablo?

LA PACIENCIA AMOROSA DE JESÚS

La reputación del esposo y la esposa es una. Lo que deshonre a uno, deshonra al otro. La Iglesia, en vez de evitar cada apariencia de maldad, continuamente abre oportunidades para los enemigos de Dios para blasfemar contra el Señor.

¿Qué otro esposo, en tales circunstancias, podría sufrir para permanecer y llevar lo que Jesús lleva? Sin embargo, aún ofrece él reconciliarse y se esfuerza para volver a obtener el afecto de su Novia. A veces un esposo pierde su afecto hacia su esposa y la trata como un bruto, y ella pierde el amor por él, pero ¿dónde puede encontrarse algo en el carácter y conducta de Jesús para justificar el tratamiento que recibe? Se ha dado él mismo para capturar los afectos de la Iglesia.

¿Qué más pudo haber hecho? ¿Puede alguna falta o deficiencia encontrarse en él? Después de todo lo que la Iglesia ha hecho contra él, ¿qué está haciendo él ahora? Supongan que un esposo deba por años seguir a su esposa errante y culpable de ciudad en ciudad suplicándole con lágrimas para que vuelva a casa, y persiste tras los amantes mientras sigue él llorando por ella y le ofrece que vuelva. ¿Hay tal paciencia y humildad conocidas entre los hombres?

Los pecados de ustedes deshonran, afligen y lastiman a Cristo--y entonces lo hacen responsable por ellos. Sostienen tal relación con él, y deben saber el efecto de su pecado.

¿Cómo se siente una esposa cuando ha deshonrado a su esposo? ¡Su rostro se sonroja y lágrimas llenan sus ojos! Cuando su esposo ofendido viene a la presencia de ella, se cae con un corazón lleno, confiesa su culpa, y derrama lágrimas en el hombro de él. Está afligida y humillada, y aunque lo ama, su misma presencia es un dolor hasta que se quebranta y siente que él la ha perdonado.

¿Cómo puede un cristiano fallar en reconocer esto? Cuando es traicionado en pecado y ha lastimado a Jesús, ¿cómo puede dormir? ¡Cómo es que no pueden saber ustedes que sus pecados se aferran a Jesucristo y lo hieren!

Si un individuo espera vivir en pecado, desde luego que vivirá en pecado. Muchos cristianos profesantes nunca realmente tienen la intención de vivir sin pecado. Pablo insiste que los creyentes deben considerarse ellos mismos muertos al pecado (Véase Romanos 6:11). Deben de ahora en adelante no esperar más pecar que un hombre muerto deba esperar caminar. Deben arrojarse ellos mismos a Cristo, recibirlo en todas sus instrucciones, y esperar ser preservados, santificados, y salvados por él. Si hacen eso, ¡se mantendrán alejados de pecar tan ciertamente como ellos creen en Cristo por ello!

Creer que Jesús los mantendrá asegura que lo hará. La razón que muchos cristianos no reciben la gracia que preserva en todo tiempo es que ellos no la esperan o confían que Cristo que los preserva en amor perfecto. El hombre trata de preservarse él mismo. En vez de arrojarse a Cristo, se arroja a sus propios recursos. Entonces en su debilidad espera pecar--¡desde luego que peca! Si supiera que su propio vacío y se arrojara a Cristo, descansaría confiadamente para santidad y justificación.

JESÚS ES NUESTRA SANTIDAD

Nadie que confió en Dios por cualquier cosa que ha prometido nunca ha fallado en recibir, según la fe de él, por aquello que ha confiado. Si confían en Dios por lo que no ha prometido, esto es tentar a Dios.

Si Pedro no hubiera sido llamado a salir sobre el agua, hubiera sido tentar a Dios para que saliera de la barca. Hubiera perdido su vida por su presunción y locura, pero tan pronto Cristo le dijo que viniera, fue meramente un acto de fe sana y racional para que él lo hiciera. Fue una promesa de parte de Cristo que Pedro sería sostenido--y fue sostenido, en tanto tuvo fe.

Si la Biblia ha prometido que aquellos que reciben a Cristo como su santificación serán santificados, entonces ustedes creen en él pues esto tienen tanta razón de espéralo como Pedro tuvo de esperar caminar sobre el agua. No esperamos milagros para sostener al creyente, pero se promete que será sostenido, y Dios moverá el universo y cambiaría el curso de la naturaleza de cabeza antes que una de sus promesas falle a aquellos que confían en él.

¿Ha prometido Dios santidad a ellos que confían en Dios por ella? Si no la ha prometido, entonces es tentar a Dios el ir a él en fe para la preservación de la tentación y pecado. Es fanatismo. Si Dios nos ha dejado seguir en nuestra observancia, firmeza y fortaleza, entonces tenemos que someternos y hacer lo mejor que podamos, pero si ha hecho algunas promesas, las redimirá a lo sumo, aunque toda la tierra e infierno se le opongan.

Esto es cierto en cuanto a los errores en los que caen los cristianos. Si no hay promesa que serán guiados y llevados a la verdad y paz, entonces es tentar a Dios que un cristiano vea a Dios por conocimiento, sabiduría, guía y dirección, pero si hay promesas sobre este tema, dependan de eso--se cumplirán en el creyente que confía en ellas y ejerce confianza en la Palabra de Dios.

Creo que la gran dificultad de la Iglesia en el tema de la perfección cristiana yace aquí--no se ha entendido plenamente cómo el Señor Jesús es prometido en todas estas relaciones. La Iglesia tiene tanta razón y está tan obligada en confiar en él para santidad como para justificación.

¿Qué dicen las escrituras? "Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención" (1 Corintios 1:30).

Claramente, Jesús ha prometido y dar su palabra para sabiduría y santificación a todos que lo reciben. ¿Ha prometido que, si a cualquiera le falta sabiduría, puede pedir a Dios, y si la pide en fe, Dios se la dará? ¿Qué entonces? ¿No hay entonces tal cosa como ser preservado por Cristo de caer en engaño y error? Dios ha dado una promesa amplia, y Jesús es tan prometido para nuestra sabiduría y nuestra santificación, si sólo confiamos en él, como es para nuestra justificación.

RINDIÉNDOSE AL REY

La Iglesia tiene que renunciar a cualquier expectativa de ella misma y morir tan absolutamente a su sabiduría y fortaleza como lo hace para su propia justicia. Jesucristo es prometido para una como a la otra. La razón por la que la Iglesia no se da cuenta de los mismos resultados es que a Cristo se le confía para justificación, pero no se le confía para sabiduría y santificación.

La verdad es que la mayoría de los creyentes, habiendo empezado en el Espíritu, ahora están tratando de ser hechos perfectos por la carne. Nos hemos arrojado a Cristo para justificación, pero hemos intentando hacernos nosotros mismos santos. Si es cierto, como Pablo afirma, que Cristo es para la Iglesia tanto sabiduría y santificación, ¿qué excusa tenemos por no ser santificados?

Si los individuos no esperan vivir sin pecado contra Dios, tiene que ser por unas de las tres razones:

Amamos a nuestro prójimo mejor que a Cristo y estamos menos dispuestos para causarles algún daño.

Estamos sujetos a una consideración de nuestra propia reputación--y esto prueba que amamos más la reputación que a Cristo.

Creemos que Podemos preservarnos a nosotros mismos de estos crímenes.

Supongan que le fuera preguntar a uno de ustedes si esperan cometer asesinato o adulterio. Dirían: "¡Horrible!" Pero ¿por qué no? ¿Acaso son tan virtuosos que pueden resistir cualquier tentación que el diablo pueda ofrecer? Si dicen que sí, no se conocen. Si tienen el poder real para abstenerse de pecados deshonrosos abiertamente, en su propia fuerza, tienen el poder de abstenerse de todos los pecados. Mas si su confianza es en Jesucristo para evitar que cometan asesinato y adulterio, ¿por qué no creen que no es igualmente capaz de alejarlos de todos los pecados?

¡Qué horrible reproche es la Iglesia para Jesucristo! Ella está en un estado tal que no es de maravillarse que aquellos que son llevados a ella, con pocas excepciones, son una deshonra para cristianismo. ¿Cómo puede ser de otra manera? ¿Cómo puede la Iglesia, vivir de esa manera, dar fruto que honre a Cristo? La Iglesia no recibe, y los creyentes generalmente tampoco, a Cristo en todos sus oficios como es él ofrecido en la Biblia. Si lo hicieran, sería imposible que ellos vivieran como unas rameras repugnantes

Si los creyentes tan solo se arrojaran enteramente a Cristo y lo hicieran responsable al ponerse totalmente a su control, entonces conocerían su poder de salvar y vivirían sin pecado.

Jesús ama su Iglesia. Los ama él a ustedes y hará cualquier cosa por ustedes. Pónganse en sus manos y que los haga transparentes, amorosos y santos. No les fallará.

 

 

 Retorno a Indice