LA VERDAD DEL EVANGELIO

 IDOLATRÍA Y TEMOR DE DIOS

Por Charles G. Finney

 

"Temían a Jehová, y honraban a sus dioses"--2 Reyes 17:33

Cuando las diez tribus de Israel fueron llevadas por el rey de Asiria, su tierra fue poblada con extranjeros de diferentes naciones idólatras que no sabían nada de la religión de los judíos. Muy pronto, las bestias salvajes aumentaron en la región, y los leones mataban a multitudes de gente. Pensaron que era porque no conocían al dios de ese lugar y por tanto lo habían transgredido con desconocimiento y lo habían ofendido

Entonces apelaron al rey, quien les dijo que trajeran a uno de los sacerdotes de los israelitas para enseñarles la manera del dios de esa tierra. Siguieron su consejo y trajeron a uno de los sacerdotes para que viniera a Betel y les enseñara las ceremonias religiosas y modos de culto que se habían practicado ahí. Y les enseñó el temor a Jehová como el dios de ese país, pero aún no lo recibieron como el único Dios. Le temían, es decir, le temían a su enojo y juicios, y para evitarlos realizaron los ritos prescritos.

Pero sirvieron a sus propios dioses. Mantuvieron su culto idólatra, y eso fue lo que ellos amaban y preferían, aunque se sintieron obligados a rendir algo de reverencia a Jehová como un dios de ese país. Multitudes de personas aún profesan un cierto tipo de temor del Señor, quienes no obstante sirven a sus propios dioses--otras cosas a las que sus corazones se dedican supremamente y en las que ponen principalmente su confianza.

EN SERVIDUMBRE Y EGOÍSMO

Hay dos tipos de temor. El temor del Señor, que es el comienzo de la sabiduría y está fundado en amor. Hay también un temor servil, que es una mera intimidación del mal y es puramente egoísta. Este tipo de temor que tenían aquellas gentes a las que se refiere el texto. Tenían ellos miedo que Jehová enviara sus juicios sobre ellos si no realizaban ciertos ritos, y eso era el motivo que tenían de darle culto a él. Aquellos que tienen ese temor son supremamente egoístas y, mientras profesan reverencia a Jehová, tienen otros dioses que aman y sirven.

Servir a una persona es ser obediente a la voluntad y dedicarse a los intereses de ese individuo. Servir a Dios es hacer del cristianismo el asunto principal de vida y dedicarse uno mismo, vida, corazón, poderes, tiempo, influencia y todo para la edificación del Reino de Dios y promoción de su gloria. ¿Quiénes son que profesan el temor del Señor pero sirven a sus propios dioses? Cualquiera que no ha renunciado sincera y prácticamente a sus posesiones y las ha dado al Señor.

Supongan a una persona que fuera emplear a alguien que siguiera atendiendo su propio negocio. Cuando se le pide que lo que es necesario para su empleador, que le paga su salario, contesta: "Tengo mi negocio que atender y no tengo tiempo para hacer esas cosas". Un sirviente así no está sirviendo a su empleador. Su tiempo fue pagado por otro, pero se sirvió a sí mismo, no sólo en pensamiento, sino prácticamente no ha dado el primer paso en el cristianismo. No está sirviendo al Señor sino a sus propios dioses.

El hombre que no hace sus asuntos parte de su cristianismo no sirve a Dios. A veces los hombres dicen que están ocupados todos el día en sus asuntos y no tienen tiempo para servir a Dios. Creen que sirven a Dios un poco en la mañana y luego atienden sus asuntos del mundo. No están sirviendo a Dios. Es una lástima que ellos finjan servir a Dios. Están dispuestos a dar a Dios el tiempo antes del desayuno, o antes de irse a trabajar, pero tan pronto todo termina, se van. Temen al Señor lo suficiente para orar en la mañana y en la noche pero sirven a sus propios dioses.

Su religión es un hazmerreír del inferno. Mientras oran devotamente, se sirven a ellos mismos en vez de ocuparse en los asuntos para Dios. Sin duda los ídolos están bien satisfechos con el arreglo, pero Dios está totalmente molesto.

Para muchos de ustedes la religión consiste en ciertos actos de piedad que no interfieran con su egoísmo. Oran en la mañana con su familia porque lo pueden hacer convenientemente, sin interferir en el servicio de su propio dios, o sin estorbar el camino para que se hagan ricos y disfruten del mundo. Los dioses que sirven no se quejan de que se les desaire o descuide para el servicio de Dios.

CRISTIANOS DE DOMINGO

Multitudes de gente suponen que la semana es el tiempo del hombre y el domingo es de Dios. Creen que tienen derecho de hacer su trabajo durante la semana y promover sus propios intereses si sólo sirven a Dios el domingo.

Un predicador célebre ejemplifica la maldad de romper el Día del Señor: "Supongan que un hombre con siete dólares en su bolsillo se encuentra con un mendigo en gran apuración y le da seis dólares, guardándose uno para él. Y el mendigo, viendo que se guardó un dólar, se vuelve y se lo roba--¿no se despreciaría su bajeza? Esta ilustración personifica la idea que es de malagradecidos romper el Día del Señor, ya que Dios da a los hombres seis días para sus cosas y sólo reserva ese día para él.

Ustedes que hacen eso no sirven a Dios. Si son egoístas durante la semana, son egoístas en general. Suponer que tuvieran cualquier piedad verdadera implicaría que fueran convertidos cada domingo e inconversos cada lunes, pero ¿acaso es el Día del Señor para servir a Dios, excluye otros días? ¿Acaso está Dios en necesidad de los servicios de ustedes en domingo para continuar su obra?

¡Dios requiere todos los servicios de ustedes tanto los seis días como en el Día del Señor! Se ha apropiado de su día para deberes particulares y requiere su observancia como un día del resto de las labores, cuidados y trabajos que conciernen el mundo presente, pero porque Dios usa a los hombres para lograr su propósito, y el evangelio se propague y sostenga por las cosas de este mundo, Dios les requiere a ustedes que realicen todos los seis días sus empleos seculares. Es todo para su servicio tanto como el culto del Día del Señor.

El domingo para el servicio de Dios no es diferente del lunes. No tienen más derecho de servirse a ustedes mismos el lunes que el domingo. Si cualquiera de ustedes se ha imaginado que el tiempo de los seis días de la semana es de ustedes, muestra que son supremamente egoístas. No consideren que en oración y en domingo están sirviendo a Dios si el resto del tiempo se están sirviendo a sí mismos. Nunca han conocido el principio radical de servir al Señor.

Cualquiera que se sirva a sí mismo o a sus dioses hará pocos sacrificios de comodidad personal y tranquilidad. Cuando un hombre entra al servicio, rinde su tranquilidad y comodidad por el interés de su empleador. ¿Es un hombre supremamente devoto al servicio de Dios cuando muestra que su propia tranquilidad y comodidad es más querida que el Reino de Jesucristo? ¡Preferiría sacrificar la salvación de los pecadores que sentarse en una banca dura o separarse de su familia por una hora o dos!

¿Dan su dinero y tiempo al servicio de Dios de mala gana o por coacción? ¿Qué pensarían de su sirviente si tuvieran que insistirle todo el tiempo para que haga cualquier cosa del interés de ustedes?

Mucha gente hace todo a regañadientes. Si hacen algo, les es difícil. Si acuden a este tipo de gente y quieren su tiempo o dinero, es difícil que los hagan interesarse. No consideran más elevado los intereses del Reino de Cristo que el suyo. Pueden hacer demostraciones de temor al Señor, pero sirven a sus dioses.

ASUETO O SACRIFICIO

Quienes apuntan a elevar a sus familias a una esfera diferente al almacenar riqueza muestran que tienen otro objetivo de vida que el llevar al mundo bajo la autoridad de Jesucristo. Tienen a sus propios dioses que servir. Pueden fingir temer al Señor pero sirven a sus propios dioses.

Mucha gente profesa ser siervos de Dios, pero con ansia adquieren propiedades y planean retirarse al campo. ¿Acaso Dios les ha dado derecho de un día de reposo perpetuo tan pronto como hayan ganado mucho dinero? ¿Acaso les dijo Dios, cuando profesaron entrar a su servicio, de trabajar arduamente por muchos años y luego tener un asueto continuo? ¿Acaso prometió excusarlos luego de ocupar su tiempo y talentos para dejarlos vivir tranquilamente el resto de sus días? Si sus pensamientos están puestos en eso, no están sirviendo a Dios, sino a su egoísmo y pereza.

Pueden encontrar a gente que grandemente ama cosas que no les hace bien, y otros incluso con apetitos artificiales por cosas terriblemente detestables. Ningún argumento prevalecerá en ellas para abandonar sus hábitos por la causa de hacer el bien. ¿Acaso tales personas son absorbidas en el servicio de Dios? Ciertamente no. ¿Acaso sacrificarán sus vidas por el Reino de Dios? Pues no pueden hacer que ellas rindan sus malos hábitos para salvar un alma de la muerte.

El egoísmo reina en tales personas. Muestra la asombrosa fuerza del egoísmo. Con frecuencia ven el egoísmo mostrarse a sí mismo en cosas pequeñas. El verdadero estado de la mente de un hombre sobresale tan fuertemente que no dará lugar a aquellos grandes intereses por los que debe estar dispuesto a rendir su vida.

La gente que está presta a ser movida a la acción por las apelaciones de su propio egoísmo muestra que están sirviendo a sus propios dioses.

Supongan que quiero a un hombre que construya una iglesia. ¿Cómo lo convenzo? ¿Debo mostrarle cómo mejorará el valor de su propiedad, incrementará su negocio, o gratificará su egoísmo en alguna otra manera? Si está entusiasmado por esos motivos de lo que está por el deseo de salvar a almas perdidas y promover el Reino de Cristo, nunca se ha dado a sí mismo para servir al Señor. Aún se está sirviendo a sí mismo. Está más influido por intereses egoístas que por todos los principios benevolentes sobre los que el cristianismo gira. El carácter de un verdadero siervo de Dios se opone a eso.

Mucha gente está más entusiasmada por otras cosas que por el Señor. Los encuentran hablando de política o filosofía, y si hablan del cristianismo, la conversación termina. Preferirían hablar sobre sentimientos animales, y mostrar que el Señor no es el tema que está más cerca a sus corazones. Al hombre siempre se le entusiasma fácilmente por ese tema que está en su corazón. Cuando hablan ustedes día y noche de las noticias, y otros asuntos del mundo, pero no pueden estar interesados en el Señor, saben ustedes que su corazón no está ahí. Si fingen ser siervos de Dios, son hipócritas.

Cuando un hombre está más celoso por su propia fama que la gloria de Dios, muestra que vive para sí mismo y sirve a su propio Dios. ¿Quién es su dios, él mismo o el Señor? Imaginen un ministro ofendido porque alguien ha criticado su erudición o dignidad, mientras es tan frío como el hielo en todas las ofensas hechas al Dios bendito. ¿Acaso ese hombre es seguidor de Pablo, dispuesto a ser considerado un tonto por la causa de Cristo? Si entendiera a Cristo, se regocijaría de tener su nombre proscrito por la causa de Cristo.

BANCAS ACOLCHONADAS Y MANOS JUNTAS

Aquello que da valor a la institución cristiana es la salvación de los pecadores y la santificación de los santos. El fin por el que Cristo vive, y por el que ha dejado su iglesia en el mundo, es para atraer a los hombres a él. Éste es el motivo por el que Dios llama a sus siervos. Si algún hombre no está haciendo eso como el objetivo principal de su vida, no está sirviendo al Señor, sino está sirviendo sus propios dioses.

La gente que busca la felicidad en el cristianismo, en vez de la utilidad, está sirviendo a sus propios dioses. Su religión es enteramente egoísta. Quieren disfrutar la religión, y siempre preguntan cómo pueden ser felices y entusiasmarse placenteramente en ejercicios religiosos. No sólo irán a reuniones que los hagan felices, nunca preguntan si hacer el bien máximo o no. Están contentos de no hacer nada más que sentarse en sus bancas acolchonadas y que el ministro los alimente.

En vez de buscar cómo hacer el bien, sólo están buscando ser felices. Su oración diaria no es como esa de la conversión de Saulo de Tarso: "Señor, ¿qué quieres que yo haga? (Hch. 9:6), sino "Señor, dime cómo puedo ser feliz". ¿Acaso es ese el espíritu de Dios? No. Él dice: "El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado" (Salmo 40:8). ¿Es ese el espíritu del apóstol Pablo? No. Él echó sus vestiduras y se puso manos a la obra.

Aquellos que hacen de su salvación el objetivo supremo están sirviendo a sus propios dioses. Mucha gente en la Iglesia muestra por su conducta y lenguaje que su objetivo más importante es asegurar su propia salvación. Su gran determinación es hacer que su propia alma se plante en las almenas firmes de la Jerusalén celestial y camine en los campos dorados de Canaán arriba. Si la Biblia no está en error, todos esos personajes se irán al infierno, Su religión es puro egoísmo. "Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará" (Mateo 16:25).

Se logra muy poco en el mundo por Jesucristo porque muy pocos hacen algo por él. Jesús tiene pocos siervos reales en el mundo. ¿Cuánta gente creen ustedes que hay en la Iglesia que de veras trabaja para Dios y que se esfuerza por promover el Reino de Cristo? La razón que el cristianismo no se promueve más rápido es que hay muy pocos para promoverlo y muchos para obstaculizarlo.

Ven a la multitud en un incendio tratando de sacar los bienes de una tienda. Algunos están determinados en sacarlos, pero el resto no hace nada. Distraen su atención al hablar de otras cosas que obstruyen a los obreros al encontrar fallas en la manera de cómo lo hacen. La Iglesia es muy parecida. Aquellos que tratan de hacer la obra son grandemente obstruidos por el atraso, las objeciones y la resistencia de los demás.

Pocos cristianos tienen el espíritu de oración. ¿Cómo pueden tener el espíritu de oración? Y ¿por qué Dios debe dárselo? Supongan que Dios le da el espíritu de oración a un hombre ocupado en sus planes mundanos. Desde luego, orará por cosas muy cercanas a su corazón: sus planes mundanos para servir a sus propios dioses. ¿Le dará Dios el espíritu de oración para ese propósito? ¡Nunca!

¿EN DÓNDE SE ENCUENTRAN?

Muchos cristianos profesantes no han empezado a servir a Dios en lo absoluto. Un hombre le dijo a uno de ellos: "¿Sientes que tu casa y asuntos son todos de Dios, y los tienes y administras para Dios? "Este… no", dijo, "No he llegado ahí todavía". ¡No ha llegado más lejos que eso! ¡Ese hombre ha estado profesando el cristianismo por años y aún no considera todo lo que tiene que le pertenece a Dios! Sin duda estaba sirviendo a sus propios dioses.

Insisto que éste es el mismo comienzo del cristianismo. ¿Qué es la conversión más que volverse del servicio del mundo al servicio de Dios? Y sin embargo ese hombre no había descubierto que era siervo de Dios. Parecía que sería un gran paso sentir que todo lo que tenía era del Señor.

Ustedes que están realizando deberes religiosos por motivos egoístas están en realidad tratando de hacer de Dios su siervo. Si sus propios intereses son supremos, todos sus servicios se realizan para inducir a Dios a promover los intereses de ustedes. ¿Por qué oran, van a la iglesia, o dan dinero a las causas cristianas? Ustedes responden: "Por la causa de promover mi propia salvación". ¡En efecto! ¡No para glorificar a Dios sino para ir al cielo!

¿No creen que el diablo haría lo mismo si pensara que podría obtener su fin por eso--y seguir siendo diablo? El estilo más elevado de egoísmo es tratar de hacer que Dios, con todos sus atributos, se enliste en el servicio del poderoso yo de ustedes.

¿Están sirviendo al Señor o están sirviendo a sus dioses? ¿Cómo están? ¿Han hecho algo para Dios? ¿Han vivido como siervos de Dios? ¿Es el reino de Satanás debilitado por lo que han hecho? ¿Podrían decir ahora "ven conmigo, y te mostraré convertido a ese pecador, o recuperado a ese apóstata, o fortalecido y asistido a ese santo débil?

O sería su respuesta: "He estado en la iglesia todos los domingos y he oído muchas buenas predicaciones, y generalmente asistí a las reuniones de oración. He orado con mi familia y leído la Biblia". Y en todo eso, han estado pasivos. Han temido al Señor y servido a sus dioses.

"Sí, pero he vendido muchos productos y he ganado mucho dinero, del cual intento dar el diezmo para la causa misionera."

No se engañen. Si amaran a las almas y se esforzaran por servir a Dios, pensarían en las almas de aquí y harían la obra aquí. ¿Qué vamos a pensar de un misionero que se va a otro país y que nunca le ha dicho ni una palabra al pecador de aquí? ¿Ama las almas? El hombre que no hace nada en casa no está apto para el campo misionero. Y el que finge ahorrar dinero para las misiones mientras no trata de salvar a pecadores aquí es un tremendo hipócrita.

 

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