LA VERDAD DEL EVANGELIO

DESCUBRIENDO EL CAMINO DE LA SALVACIÓN

Por Charles G. Finney

 

"Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa" -- Hechos 16:30-31.

 

"Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención" -- 1 Corintios 1:30.

El plan de salvación es por fe, no por obras. Originalmente, la raza humana iba a ser salva por obediencia perfecta y eterna a la ley de Dios. Adán era la cabeza natural de la raza humana, y su pecado nos involucró en sus consecuencias, pero su pecado no da literalmente cuenta del nuestro. Él ese mantuvo como nuestra cabeza natural, y su pecado ha resultado en el pecado y ruina de sus descendientes.

"Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos" (Romanos 5:19). Cuando Adán cayó, la ley no ofreció ninguna esperanza de salvación.

Entonces, fue revelado el plan que había sido provisto por la previsión de Dios para salvar a la humanidad por mera gracia. La salvación fue ahora puesta en un nuevo cimiento por un pacto de redención. Encontrarán este pacto en el Salmo 86 y en otros lugares del Antiguo Testamento. Éste es un pacto entre el Padre y el Hijo concerniente a la salvación de la humanidad y es el fundamento de otro--el pacto de gracia.

EL PACTO DE RELACIÓN DE DIOS

En el pacto de redención, el hombre es meramente el sujeto del pacto. Las partes son Dios Padre y Dios Hijo. En este pacto, el Hijo es hecho la cabeza o el representante de su pueblo. Adán fue la cabeza natural de la familia humana, y Cristo es la cabeza del pacto de su Iglesia.

El pacto de gracia fue fundado sobre este pacto de la redención. Hecho con hombres y revelado a Adán luego de la caída, fue más plenamente revelado a Abraham. Con Jesucristo como Mediador de este pacto de gracia (opuesto al pacto original de obras), la salvación fue ahora por fe. La obediencia y muerte de Jesucristo fue considerada como la razón para que cualquier persona pueda ser salva, no la obediencia individual de la persona.

Pero la obediencia de Cristo no fue realizada para nosotros. Como hombre, tuvo que obedecer para sí mismo. Si no obedecía, se volvería personalmente un transgresor. Sin embargo, hay un sentido en el que puede decirse que su obediencia es considerada para dar cuenta de nosotros. Su obediencia ha altamente honrado la ley, y su muerte ha satisfecho plenamente las demandas de la justicia pública. La gracia (no la justicia) ha considerado la rectitud de él para nosotros. Si hubiera obedecido la ley estrictamente por nosotros, la justicia hubiera dado cuenta por nosotros. Hubiéramos obtenido la salvación por derecho en vez de pedirla a través de la gracia.

Sólo en este sentido la salvación da cuenta por nosotros: que él, siendo Dios y hombre, voluntariamente asumió nuestra naturaleza y dio su vida para hacer expiación. Esto arroja tal gloria en la ley de Dios que la gracia está dispuesta a considerar nuestra su obediencia, como si fuésemos rectos.

Cristo es también la cabeza del pacto de aquellos que creen. No es la cabeza natural, como fue Adán, pero nuestra relación del pacto a él es tal que lo que haya hecho, ya sea como Dios u hombre, es dado a nosotros por pacto. La Iglesia, como un cuerpo, nunca ha entendido la plenitud y riqueza de este pacto. Todo lo que hay en Cristo es nuestro en el pacto de gracia.

Recibimos esta gracia por fe. Nada que podamos hacer nos hace merecedores de esta justicia, pero tan pronto como ejercemos fe, todo eso es contenido en el pacto de gracia que se vuelve nuestro. Es por eso que los escritores inspirados hicieron tanto de la fe. La fe es nuestra parte del pacto. Es el ojo que discierne, la mano que toma, y el medio por el que nos volvemos poseedores de las bendiciones del pacto. Por fe, el alma de hecho se vuelve poseedora de todo lo que es abrazado en el acto de fe. Si no hay fe suficiente recibida para romper los vínculos de pecado y hacer libre el alma, es porque el acto no ha abrazado lo suficiente lo que Cristo es y lo que ha hecho.

BENEFICIOS DEL PACTO

 

Me he referido al versículo de Corintios con el propósito de discutir las cosas fundamentales contenidas en el pacto de gracia. "Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención". ¿Pero qué significa? ¿Cómo y en qué sentido es Cristo nuestra sabiduría, justificación, santificación y redención?

Jesús es a menudo llamado Sabiduría de Dios. En el libro de Proverbios, es llamado sabiduría, pero ¿cómo es hecho sabiduría a nosotros?

Primero, tenemos todos los beneficios de su sabiduría: y si ejercemos la fe, estamos seguros de ser dirigidos por ella. Él es nuestra fuente infinita de sabiduría y somos copartícipes de su sabiduría y la tenemos garantizada a nosotros. Si confiamos en él, podemos tenerla tan ciertamente como si originalmente la tuviéramos. Esto es lo que necesitamos del evangelio y lo que el evangelio tiene que proveer para suplir nuestras necesidades.

Cualquiera que piense que su propia teoría y especulación va llevarlo a cualquier conocimiento correcto de Dios no sabe nada. Su corazón carnal y terrenal no puede estudiar más las realidades del evangelio que el corazón de una bestia. "¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios" (1 Corintios 2:11). ¿Qué podemos saber, sin experiencia, sobre el carácter del Espíritu de Dios?

Dicen ustedes, ¿podemos razonar sobre Dios?" ¿Y si razonamos, qué podemos razonar aquí? Supongan que deba emprender para enseñar pura intelectualidad lo que es amar. Podría razonar y filosofar con ella sobre el amor, pero es imposible hacer un entendimiento puramente intelectual de lo que es el amor a menos que de hecho se haya experimentado. Es como hablar de colores a un ciego de nacimiento. Oye la palabra, pero ¿qué idea puede tener al respecto? Es imposible que la idea de la diferencia de colores en su mente. El término es pura palabra.

Alguien cuya mente no ha experimentado el cristianismo puede razonar al respecto. Puede probar las perfecciones de Dios como lo haría con la teoría de la gravedad, pero el espíritu y la vida del evangelio no puede más ser llevado a la mente por puras palabras, sin la experiencia, que el amor a un intelectual o colores a un ciego de nacimiento. Puede explicar la ley y aplastarlo con condenación, pero darle significado espiritual de las cosas sin el Espíritu de Dios es absurdo.

Jesús es hecho justicia a nosotros. La justicia significa santidad u obediencia a la ley, y santificación significa lo mismo. ¿Qué distinción, por tanto, tenía Pablo en mente?

Cristo es nuestra justicia externa. Su obediencia es, bajo el pacto de gracia, dado cuenta de nosotros. No obedeció por nosotros, y Dios no nos considera justos porque nuestro Sustituto haya obedecido, sino como asunto de gracia, somos tratados como si hubiéramos obedecido.

Algunas personas creen que la justicia de Cristo se atribuye a nosotros en tal forma que somos considerado como habiendo siempre sido santos. Una vez se argumentó que la justicia era imputada a nosotros y que teníamos un derecho a demandar salvación por la justicia. Mi punto de vista en el asunto es totalmente diferente: La justicia de Cristo se vuelve nuestra por don. Dios nos ha unido y por cuenta de él nos trata con favor.

Por ejemplo, imaginen que un padre ha servido a su país, y el gobierno lo recompense. Y no solo el individuo mismo es recompensado sino toda su familia porque son sus hijos. Los gobiernos humanos hacen eso, y la razón para eso es muy simple.

Los discípulos de Cristo son similarmente considerados uno con él. El Padre está altamente encantado con el servicio que él ha hecho al reino, y por la justicia de Cristo da cuenta a ellos como si fuese de ellos. En otras palabras, Dios los trata como él trataría a Cristo mismo.

Por favor, tengan en cuenta que ahora hablo de la justicia externa--la razón por la que Dios acepta y salva a creyentes en Cristo. La razón incluye por qué Dios acepta y salva a los creyentes en Cristo. Esta razón incluye la obediencia de Cristo a la ley y su obediencia hasta la muerte.

EL AUTOR DE SANTIDAD

La santificación es pureza interna. Jesús es nuestra pureza interna. El control que ejerce sobre nosotros--su Espíritu operando en nosotros--derrama su amor ampliamente en nuestros corazones, y a través de la fe somos hechos santos.

Cuando digo que Cristo es nuestra santificación o nuestra santidad, quiero decir que es el autor de nuestra santidad. No sólo la hace disponible a nosotros, por su expiación e intercesión, sino por su contacto directo con el alma él produce santidad. No es la causa remota sino inmediata de nuestro estar santificado. Obra en nosotros por las influencias de su Espíritu en una forma perfectamente consistente con nuestra libertad.

La santificación es recibida y está entronada como Rey en nuestros corazones. Cuando la mente se rinde a Cristo, es dirigida por su Espíritu, guiada y controlada por su mano. Es la fe el acto de la mente que arroja el alma hacia la mano de Cristo para santificación. Nada es necesario excepto para la mente que corte cualquier confianza en sí misma y se rinda a sí misma para ser guiada y controlada por él.

Imaginen a un hijo que ofrece su mano a su padre para que lo lleve adónde quiera. Si el hijo es desconfiado o no está dispuesto a ser guiado, o si tiene confianza en su propia sabiduría y fuerza, se soltará y tratará de correr solo, pero si toda esa confianza en sí mismo falla, irá él y se rendirá a su padre de nuevo para ser guiado enteramente a su voluntad. Igualmente, por fe un individuo rinde su mente para ser guiada y controlada por Jesucristo. Deja sus esfuerzos propios y se pone en las manos de Cristo para reconciliación.

Jesús es nuestra redención. Esto se refiere a la práctica judía de redimir propiedades o parientes que han sido vendidas por deuda. Cuando una propiedad se ha vendido de la familia o una persona ha sido privada de la libertad por la deuda, podían ser redimidos por pagar un precio. Hay alusiones frecuentes en la Biblia de esta práctica de la redención.

Mientras estemos en nuestros pecados, bajo la ley, somos vendidos como esclavos en la mano de la justicia pública. Estamos destinados a la muerte y no tenemos ninguna forma posible de redimirnos de la maldición de la ley, pero Cristo mismo es el precio de nuestra redención. Nos ha redimido de la maldición de la ley, siendo hecha una maldición para nosotros. Nos redime del poder del pecado.

EL FAVOR INMERECIDO DE DIOS

 

Bajo este pacto de gracia, las obras de la ley no tienen más nada que ver como si nunca hubiésemos existido. Uno tiene que diferenciar entre la salvación por obras y la salvación por gracia. La salvación por gracia está fundada en una razón enteramente separada de y fuera de nosotros mismos. Bajo la ley, la salvación dependía de nosotros mismos. Ahora recibimos la salvación como un don gratuito. Jesucristo es el único autor, fundador y la razón de nuestra salvación.

Nuestra santidad no entra en lo absoluto en la razón por nuestra aceptación y salvación. No estamos en deuda con Cristo por un tiempo, hasta que somos santificados, y entonces nos paramos en nuestra propia justicia. No obstante lo perfecto y santo que nos volvamos, Jesucristo por siempre será la única razón por la que no estemos en el infierno. No obstante lo santo que nos volvamos, será por siempre cierto que hemos pecado. Al ojo de la justicia, nada en nosotros más que la condena eterna puede satisfacer la ley, pero Cristo permanece el único fundamento de nuestra salvación.

La fe en Cristo nos pone en posesión de Jesús. Fue la bendición prometida en el pacto abrahámico. Por toda la escritura, él es puesto como la suma y la sustancia de todos los favores de Dios para el hombre. Es el pan de vida, el agua de vida, nuestra fuerza, y nuestro todo.

La fe pone la mente en posesión de estas bendiciones. Aniquila aquellas cosas que se ponen en el camino de nuestra relación con Cristo. Él dice: " He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo" (Ap. 3:20).

¿Por qué no recibimos a Cristo como nuestra sabiduría? Porque dependemos de nuestra propia sabiduría y pensamos que sabemos las cosas de Dios. Siempre y cuando dependamos de eso, tenemos la puerta cerrada. Ábranla y rindan su sabiduría. Cuando estamos vacíos de cualquier conocimiento disponible concerniente al camino de salvación, entonces Jesús nos enseñará. Hasta que hagamos eso, hay una puerta entre nosotros y Cristo. Tenemos algo nuestro en vez de ir y arrojarnos perfectamente a las manos de Jesús.

¿Cómo la fe nos pone en posesión de la justicia de Cristo? Hasta que nuestra mente tome la justicia de Cristo, estamos metidos en trabajar en una justicia nuestra. Hasta que dejemos completamente nuestras propias obras y nos arrojemos sobre Jesús para justicia, no podemos ir a él. No enmendaremos nuestra justicia para hacerla apta. Si dependemos de nuestra oración, nuestras lágrimas, nuestras caridades, o cualquier cosa que hayamos hecho, no nos recibirá, pero en el momento que un individuo se agarra de Jesús, recibe todo de la justicia de Cristo a través de la gracia.

Esto también es cierto en cuanto a la santidad y redención. Hasta que una persona no reciba a Cristo, no dejará sus propias obras. En el momento que la mente se somete a Jesús, la responsabilidad es de Jesús. El creyente por fe ruega a Cristo por su obediencia y santidad. Cuando la mente propiamente reconoce a Cristo y lo recibe en una fe inquebrantable, nada es dejado contrario a la ley de Dios.

Cuando vayan a Cristo, recíbanlo por todo lo que él es--sabiduría, justicia, santificación y redención. Nada más que incredulidad puede obstruirlos de disfrutar todo ahora. Ninguna preparación ayudará. Tienen que recibir la salvación como un don gratuito de gracia.

La fe verdadera siempre opera por amor, purifica el corazón y vence al mundo. Cuando se encuentran con cualquier dificultad en su camino, tienen una falta de fe. No importa qué suceda a ustedes externamente--si se encuentran apostatando o si su mente está confundida--la incredulidad es la causa y la fe es el remedio. Si se agarran de Jesús, y se sostienen, todos los demonios en el infierno nunca podrán alejarlos de Dios o apagar la luz de ustedes.

 

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